Siempre he mantenido que uno de los más graves problemas que tenemos en nuestro país es la falta de claridad conceptual. No es lo mismo “pazguato” que “orate”; el primero significa “simple, que se pasma y admira de lo que ve u oye”; el segundo, “persona que ha perdido el juicio”. Pero hay vocablos que no tienen un solo significado, como por ejemplo “gato”: en el Diccionario de la Lengua Española tiene veinticuatro acepciones. Cuando no se tienen claras las diferencias entre los sentidos que pueden poseer las palabras, se cometen falacias de equívoco, algunas muy divertidas, pero otras nos conducen a situaciones terribles. “El gato es un mamífero. El gato está oxidado. Por consiguiente, los mamíferos están oxidados”. Más allá de otros errores, hay dos usos diferentes del vocablo “gato”.

Suelo usar en mis clases otro ejemplo bastante común para mostrar este tipo de argumento falaz. “La información es poder. El poder es algo que corrompe. La información es algo que corrompe”. Hay un problema con el uso del verbo; lo podemos usar para atribuirle una propiedad a algo, o a colectividades. Pero también es usado para afirmar la identidad de cosas. Al confundir ambos usos ocasionamos problemas como el del ejemplo.

¿Y eso qué importa? preguntará alguien a quien estas precisiones le parecen inútiles. Piensen en un diagnóstico equivocado de una enfermedad por no indagar bien en los síntomas. Leí, mientras escribía este artículo, en una revista científica que un médico residente de un hospital le explicaba al médico jefe de un piso por qué había dado un tratamiento equivocado a un paciente: “Cuando ingresó de urgencia lo trasladaron como un paciente con neumonía y en realidad no me cuestioné la posibilidad de que fuera una embolia pulmonar, pues tenía imagen en la radiografía, fiebre y proteína C reactiva elevada” (sic). Consecuencias nefastas, había unos síntomas similares, no estableció la distinción y….

Veamos qué sucede cuando damos un diagnóstico errado de la situación política de un país. ¿Es lo mismo hablar de autoritarismo que de totalitarismo?

Acudamos al Diccionario de Política N. Bobbio et alii, para no recurrir a autores de más difícil comprensión según algunos. Ante todo, el autoritarismo se apuntala como enfrentado al totalitarismo. En el primero, el gobierno ejerce una autoridad arbitraria, imposibilita la crítica y reduce (minimiza) determinadas libertades públicas esenciales. Invoca el interés de la población para dar forma a un “Estado” que cultiva su mandato obviando las leyes y la Constitución y no permite la oposición a su línea de mando.

Mientras que el totalitarismo, según Bobbio, es más que un régimen autoritario, puesto que se erige sobre una cosmovisión que pretende ser una opción “única” de ordenación inquebrantable para toda la sociedad, aún más, para toda la civilización.

¿Se va vislumbrando la necesidad de distinguir los significados de los conceptos que usamos? Esta etapa en la que vivimos posee una fuerte confusión conceptual, trayendo como consecuencia inmediata que hemos confundido rutas y rechazado opciones que pudieron habernos evitado este calvario que hemos padecido.

Muchas de esas confusiones han sido producto de falta de preparación y estudio por parte de todos los actores del hecho político; pero otras han sido y siguen siendo ocasionadas adrede para conseguir beneficios unilaterales por quienes medran a costa de la “política”. Nuestro país, nuestra ciudadanía, necesita con urgencia que se abran espacios donde se ventile de manera transparente todo aquello que tenga relación con el espacio público, con la polis.

Para Venezuela no basta con salir del desastre político y económico; Venezuela necesita que funcione todo aquello que esté vinculado con las instituciones pensadas y consolidadas en lo que se ha llamado modernidad; si nos detenemos por un momento y analizamos el retraso al que hemos llegado, entenderemos con claridad meridiana los orígenes de la crisis que abarca todos los ámbitos de la vida nacional.

Recuerdo que en un Congreso Nacional de Filosofía, organizado en Puerto Ordaz en 2005, tuvimos entre los asistentes al filósofo ErnestTugendhat, quien en una conversación nos decía que la filosofía consiste en la aclaración de conceptos. Cierto tiempo después conseguí en la red una entrevista que le hicieron en Cartagena en la que mantenía la misma posición.

Por mi parte, comparto plenamente esa visión y creo que en esta tragedia que vivimos la Filosofía tiene mucho que decir. Y quienes transitamos por los predios filosóficos lo estamos diciendo y lo seguiremos diciendo, aunque pisemos callos.

Para finalizar, citando a Ortega y Gasset, como lo hice en un artículo donde hablé de las élites y el poder, quiero recordar que “se ha apoderado de la dirección social un tipo de hombre a quien no interesan los principios de civilización […] El hombre-masa actual es, en efecto, un primitivo, que por los bastidores se ha deslizado en el viejo escenario de la civilización”.


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