En pleno siglo XXI nos preocupan los suministros de petróleo, pero hay otro recurso vital que, a diferencia de los hidrocarburos, es imposible subsistir sin él, cuyo valor no se ha tomado en serio o no hasta hace algunos años: el agua potable. Por tanto, el valor real del petróleo es cuestionable. El mundo vivió sin él durante miles de años y si nos viéramos forzados a hacerlo es probable que nosotros también pudiéramos prescindir de él. Podríamos hallar otras fuentes de energía, podríamos desarrollar combustibles sintéticos, podríamos sustituir y modificar… ¡vaya! podríamos sobrevivir sin el petróleo. Pero con el agua potable, ¡no ocurre lo mismo!

La vida depende de ella. Nuestros cuerpos están compuestos principalmente de agua. Necesitamos agua potable para seguir con vida: agua para beber, para bañarnos, para cultivar alimentos. No existe el agua artificial ni el agua sintética. Tiene que ser real y auténtica. Si no, pregúntenle a los habitantes de Ciudad del Cabo, Suráfrica, a quienes, a partir del 1° de febrero, les redujeron el suministro de agua a 50 litros al día, una de las medidas para intentar evitar lo que se conoce como el ‘Día cero’: el momento en que por primera vez los grifos de una gran ciudad podrían quedarse sin agua ante la falta de reservas.

Si los niveles en las presas no mejoran, las autoridades pronostican que a partir del 12 de abril la gente tendrá que acudir a uno de los 200 puntos de distribución de agua, que se abrirán en la ciudad para recoger un máximo de 25 litros diarios.

Ciudad del Cabo es la primera gran ciudad que enfrenta esta dificultad, y si bien es cierto que esta sequía es el resultado de una mala administración de políticas públicas por la peor sequía del siglo en la región, también es cierto que es una realidad que afrontan miles de grandes urbes porque aunque hay suficiente agua en la Tierra –75% de la superficie de nuestro planeta está cubierto de agua y contamos con grandes cantidades en el subsuelo– el problema es que no toda el agua es “pura”; la limpia y potable es cada vez más escasa y se vuelve complicado llevarla a las grandes ciudades y abastecer la necesidad de toda la humanidad.

Según proyecciones, el agua potable disponible para uso humano de toda la contenida en la Tierra es apenas como una gota en un inmenso recipiente.

Aproximadamente 97% de toda el agua de nuestro planeta es agua salada. De la que queda, un poco más de 2% está congelada en las regiones polares. Esto quiere decir que ¡disponemos de menos de 1% de agua dulce!, proveniente del subsuelo y la superficie, para todo el consumo humano.

Sin embargo, el problema no es la mucha o poca cantidad de agua dulce en nuestro planeta, ya que actualmente bastaría para el suministro de una población varias veces superior a la población mundial… el suministro global es deficiente, y no es suficiente para responder a las necesidades de la humanidad, ya que la población ha crecido en demasía en comparación con el suministro local.

No solo hay demasiada gente para el agua disponible, sino que además tres cuartas partes de la población rural mundial y una quinta parte de los habitantes de las ciudades no tienen un suministro adecuado. Millones de mujeres alrededor del mundo gastan buena parte del día caminando 15 kilómetros o más, solo para conseguir agua suficiente para beber y cocinar.

Las sociedades que han disfrutado de un suministro adecuado de agua potable han tenido la tendencia de no apreciarla. Se abre la llave y el agua corre. Hemos tenido agua para bañarnos, lavar el carro, regar el jardín, dar de beber a los animales, impulsar la industria, mantener la agricultura y cumplir miles de funciones adicionales, desde el llenado de colchones de agua hasta el acarreo de las aguas negras.

Los que siempre hemos tenido agua, como el aire que respiramos, tal vez nunca hemos considerado que es algo que podría llegar a faltarnos, finalmente, siempre es mejor pensar que así ocurrirá para evitar que llegue ese fatídico momento, pero las nuevas generaciones debemos ser conscientes de la importancia de cuidar el vital líquido y no desperdiciarlo, ya que nuestras acciones locales tienen implicaciones mundiales.

La abundancia de petróleo puede ser el detonante de una guerra, pero podría ser más amenazante la escasez de agua. Por ejemplo, los países de África y del Medio Oriente comparten suministros de agua –cuya importancia es de vida o muerte– por medio de tenues acuerdos, compromisos y, algunas veces, franca intimidación. Si una nación opta por desviar o cortarle el suministro a otra, estará coqueteando con la guerra. La arteria vital de Egipto es el Nilo, gran parte del cual tiene su origen en Etiopía. Luego que sale de aquel país corre a lo largo del Sudán. El Nilo no tiene agua suficiente para satisfacer las necesidades cada vez mayores de estos tres países.

Arabia Saudita y los países del Golfo Pérsico no tienen una fuente de agua adecuada y segura para la demanda presente y futura. ¡La situación es muy grave!

La demanda en Israel también aumenta más rápido que el suministro. Según parece, ha alcanzado el límite en cuanto a la explotación de las fuentes de agua dulce. Los ríos Jordán y Yarmuk deben ser compartidos por Líbano, Siria y Jordania, países donde nacen. Y se ha extraído tanta agua de los depósitos subterráneos, que el agua salada está empezando a llenar el vacío.

Sin lugar a dudas el agua potable desempeña un papel importantísimo en los acontecimientos del orden internacional, es por ello y debido a su vital importancia para la existencia humana, que en 1993 la Organización de las Naciones Unidas  adoptó el 22 de marzo como el Día Mundial del Agua para crear conciencia en la población sobre la conservación y desarrollo de los recursos hídricos.

El mundo, las organizaciones y todo el resto de la humanidad debemos cuidar este vital líquido porque vendrá un futuro, lo queramos o no, donde las dificultades que enfrenta ahora mismo Ciudad del Cabo serán la constante en todo el mundo.


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