El cinismo se ha trastocado en un lugar común en el régimen socialista-marxista y mal llamado bolivariano, de tal manera que día a día desde Nicolás Maduro hasta el más incondicional subalterno dentro de su gabinete (¿) ministerial y en las filas del PSUV, mienten a más no poder en su perversa intención de seguir engañando al pueblo con falsas promesas y desdibujando la realidad de todos los males que agobian a quienes habitamos en esta hermosa pero sufrida patria, hoy víctima de la vesania de quienes arribaron al poder hace 20 años, con mensajes que engañaron a quienes ciegamente depositaron su voto con la esperanza de un real y auténtico cambio, que hiciera posible acabar con la corrupción, que en aquel entonces comenzaba a carcomer la democracia. Resultó peor el remedio que la enfermedad.

El atajo filosófico de los cínicos antiguos hacia la felicidad, sustenta que los cínicos griegos, además de representar una provocadora osadía en contra de lo establecido, estuvieron comprometidos con una ética inquebrantable. Con el decurso del tiempo, la palabra “cinismo” cambió su significación esencial. La Ilustración fue su precedente. Cinismo en nuestro tiempo asume una acepción distinta a la de griegos, romanos e “ilustrados”. El DLE refiere así la palabra: “Dicho de una persona: que actúa con falsedad o desvergüenza descarada”. ¡Cómo abundan los cínicos en estos 20 años del régimen comunista! Ver y escuchar a Maduro y a sus séquitos provoca indignación, repugnancia y malestar en los venezolanos, cansados de tanta infamia, mentiras y engaños.

La palabra “cinismo” se ha deslizado por recurrentes mutaciones históricas. En Grecia se llamaban “perrunos o perros” a los prosélitos de esta doctrina, con evidente connotación despectiva. En la Grecia clásica, los cínicos renegaban de lo que se había erigido como sagrado y asumieron una actitud oscilante entre el intrépido desafío contra el sistema y una sabiduría no exenta de heroísmo. Los ásperos apelativos en su contra no les afectaban. Con el tiempo el concepto de cinismo fue mutando, y hoy se asocia a la tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, así como una tendencia a expresar esta actitud mediante la ironía, el sarcasmo y la burla.

Casi 2.000 años después de que ciertos filósofos griegos hubieran abrazado el cinismo clásico, en el siglo XVII y XVIII escritores como Shakespeare, Swift, Voltaire, y siguiendo las tradiciones de Geoffrey Chaucer y François Rabelais, utilizan la ironía, el sarcasmo y la sátira para ridiculizar la conducta humana y reactivar el cinismo. En el aspecto literario, figuras del siglo XIX y XX, como Oscar Wilde, Mark Twain, Dorothy Parker, H. L. Mencken, utilizaron el cinismo como forma de comunicar sus opiniones bajo algunas manifestaciones de la naturaleza humana. En 1930, Bertrand Russell en el ensayo sobre el cinismo juvenil pudo describir la medida en que (a su modo de ver) el cinismo había penetrado en las conciencias occidentales en masa, y puso acento especial en las áreas parcialmente influidas por el cinismo: la religión, la patria (el patriotismo), el progreso, la belleza, la verdad.

Lo más perverso del cinismo que encarna Maduro, además de aborrecible por la manera en que se presenta en sus discursivas intervenciones en cadena por televisión y radio, es que se aprovecha de su tribuna para agraviar y exponer al escarnio público a quienes califica de enemigos de la patria, y destempladamente los denomina apátridas, quizás movido por el temor de verse naufragando en las alcantarillas de la historia, para cuyo efecto exhibe muy orondo rebuscadas sonrisas, alzando sus brazos al estilo propio del nazismo, y entronizando el cinismo como su divisa y estigma.

No hay duda alguna de que el cinismo es política del régimen. Hasta el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, así lo advierte cuando afirmó hace algunas semanas, tras responder los ataques de Maduro: «Por Dios, qué cinismo. Presidente Maduro, no pretenda usar al pueblo colombiano para tapar las enormes falencias de su revolución fracasada. Permita el apoyo humanitario y no deje que su pueblo sufra más por hambre y falta de medicamentos».

Hasta Suiza llegó el cinismo del régimen de Nicolás Maduro luego de que su viceministra de Salud intentara mentirle al mundo al afirmar que en Venezuela no existe una crisis humanitaria. Sin embargo, aprovechó para señalar que las sanciones extranjeras son responsables de “afectar la estabilidad de la salud del pueblo”. La viceministra de Redes de Atención Ambulatoria de Salud, Indhriana Parada, acudió a la Organización Mundial de la Salud para defender la dictadura de Maduro y negar la escasez de medicamentos que supera 90%.

Otra muestra del cinismo de Maduro, la observamos cuando descaradamente afirmó en reciente fecha: “Yo me enojo cada vez que dicen que Venezuela está bajo una dictadura, porque los medios no están bajo una dictadura y mucho menos el pueblo de Venezuela se deja dominar por una dictadura”. De seguidas agregaría: “Me llaman dictador, una rara dictadura que siempre consulta a su pueblo, claramente tenemos que mejorar aún más y la tarea prioritaria es la recuperación económica, sostenida y creciente”.

La ex presidente de la asamblea nacional constituyente Delcy Rodríguez, por su parte, aseguró que “en Venezuela no hay hambre. En Venezuela hay voluntad… escúchenlo de una vez…. aquí no hay crisis humanitaria, aquí hay amor. Lo que hay es una crisis de una derecha fascista tratando de destruir a un pueblo libre”. Luego agregaría: “Llegamos a sanar a Venezuela de las heridas de la guerra económica. No habrá más instrumentos que faciliten la agresión multiforme a nuestra economía”.

Y qué decir del ministro del Trabajo, Eduardo Piñate, quien descaradamente afirmó en un programa de televisión el pasado fin de semana, que “en Venezuela no hay hambre, y que se pueden comprar alimentos. Estamos mejor que en 1989. No incentivamos la inflación”. Y para rematar, agrega la cacareada excusa de que el régimen está combatiendo la guerra económica, propiciada por la oposición y apoyada por el gobierno de Estados Unidos. Se cansa uno, como solía decir el fallecido colega periodista Cuto Lamache.

A esta hecatombe que padecemos millones de venezolanos, se suman los sicarios de la información, que a través de los canales de televisión del Estado, y los cientos de emisoras que conforman el poder mediático del régimen, reafirman en los programas de opinión (¿?) y noticieros lo que dicen Maduro, su séquito ministerial, miembros de la ilegítima asamblea nacional constituyente y voceros del partido oficialista PSUV. La información veraz y oportuna, que tanto pregonan es solamente una utopía.

El pueblo venezolano clama por un marco de respeto a los derechos humanos, libertad de los presos políticos, la necesaria ayuda humanitaria que haga posible aliviar la grave crisis de salud y de alimentos, que mantiene en el más doloroso y humillante estado de postración a miles de familias que ansían al mismo tiempo se superen los grotescos abusos de poder. Es necesario que la diáspora no siga dejando al país sin el brazo motor de sus hombres y mujeres que emigran en procura de un mejor futuro hacia otras latitudes.

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