La protesta despertó al cine venezolano de su letargo, de su sueño eterno, de su pesadilla de censura e inquisición. La crisis pospuso el estreno de títulos prometidos para el primer semestre. Los números rojos de taquilla desanimaron a los promotores de los filmes de la temporada. El semestre hubiera pasado sin pena ni gloria para la creación nacional de no ser por el estímulo de las marchas, de las manifestaciones de calle. El asfalto y la línea de fuego encendieron la flama de la insurrección general de autores, realizadores y directores comprometidos con la causa de la oposición. O simplemente abocados a aportarle un tratamiento personal, artístico y plástico a las urgencias de la llamada “situación país”. Naturalmente, el fenómeno tiene antecedentes.

En el pasado, las revueltas sociales impulsaron la respuesta de la escuela verité de los sesenta, el ascenso de los niños terribles del movimiento Super 8, el advenimiento de las denuncias del Caracazo y el establecimiento de una corriente de desencanto progresivo ante el fracaso del proyecto moderno.

A propósito, vienen al recuerdo nombres como los de Ugo Ulive, Jesús Enrique Guédez, Carlos Rebolledo, Edmundo Aray, Rolando Peña, Lilian Blazer y Carlos Oteyza, quienes actualmente se encuentran divididos por el conflicto nacional. Los sobrevivientes de aquella época militan en la MUD y el PSUV, dependiendo del caso. Algunos son independientes. Participan en el conflicto de 2017.

Peña, por ejemplo, ejecuta performances en el extranjero, con el fin de concientizar a la colectividad de las graves y serias coyunturas de la actualidad. Eventualmente lo vemos en videos, ofreciendo declaraciones y poniéndole rostro a la denuncia del régimen. Sin embargo, hasta ahora, la vieja guardia no se pronuncia a través de los recursos de la expresión audiovisual (a excepción de las grabaciones aludidas). 

El vacío lo llena una incipiente producción local y global, radicada dentro y fuera de  nuestras fronteras. Por tanto, su descentralización constituye una variante de interés con respecto a lo abonado en el pretérito.

En cuanto a las similitudes, reconocemos el desarrollo de temáticas y técnicas afines: la emergencia de filmes ensayo, el análisis del periodismo de profundidad, el híbrido de géneros de vanguardia, el montaje intelectual de material ajeno (found footage), el registro extremo y riesgoso del reporterismo gráfico, la vocación de ruptura, el ánimo de reconstruir las noticias en el lugar de los hechos, la necesidad de tumbar los muros de contención informativos, la intención de generar un archivo de imágenes a efecto de combatir la amnesia y la búsqueda de narrar subjetivamente los relatos inspirados en la realidad de los acontecimientos reprimidos.

Indignados y resueltos, los documentales del momento adoptan la clásica tendencia de guerrilla para renovarla con la impronta de los medios calientes y fríos del milenio. De ahí emerge un clima primaveral diferente a la temperatura gélida y apagada de los años recientes de plomo. El evasionismo y la falsa felicidad del mainstream vernáculo se desplomaron como discurso.

Enhorabuena, voces emergentes graban y exponen a los gorilas de la guardia, comunicadores espontáneos deciden filmar su propia versión de Winter on Fire en Caracas, ganadores del Festival de Mérida irrumpen en el escenario de guerra civil no declarada, utilizando sus cámaras digitales como escudo.   

De tal modo surgieron las propuestas de la siguiente lista de cortos y trabajos de no ficción: SelfiementarySomos todosMamáHagamos que valga la penaRetratos urgentes y 10 de mayo. Madre déjame luchar.

Sus alcances y duraciones varían entre la brevedad y las posibilidades expresivas de sus autores, todos menores de 50 años de edad. Las piezas coinciden en retratar un estado de miseria y descomposición populista, cuya agonía conduce al estallido de las masas.

El conjunto permite leer las grietas de la dictadura, las demandas de la resistencia y las esperanzas de futuro. Por supuesto, admiten innumerables críticas de fondo y forma, pues no se trata de trabajos perfectos. Tampoco se gestaron con la pretensión de erigirse en obras maestras. Lo mejor es su condición de espacio de debate en plena evolución. Recomendamos su visionado, derecho a réplica y discusión.

Anímate a plasmar la lucha con tus herramientas. 


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