No importa lo que hagas o quién seas en Cuba, si el régimen te considera su enemigo, tus méritos y razones se desvanecen. Así te dediques a salvar vidas, serás condenado con la cólera de un sistema cuyo principal objetivo, y su oscura estabilidad, es controlar y someter.

Desde la policía política y sus cómplices civiles hasta los jueces revolucionarios y sus calaboceros, te harán sentir que esa isla del Caribe es el infierno en la Tierra. Y necesitarás mucha ayuda para salvarte.

Esta es la historia del doctor en Ciencias Biológicas Ariel Ruiz Urquiola. Otra víctima del comunismo caribeño. Este científico fue apresado el jueves pasado y no solo continúa detenido injustamente, sino que ha sido amenazado, prácticamente condenado de antemano, con un juicio sumario por el supuesto delito de “desacato”.

La acusación, según las autoridades cubanas, es porque llamó “guardia rural” a uno de los supuestos guardabosques que entraron a arrestarlo en su finca. A su hermana Omara le han dicho que este martes lo conducirán del calabozo directamente al tribunal. Un método ráfaga que habitualmente emplean.

Hace un año Urquiola protagonizó por cuatro días una huelga de hambre y sed frente al Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología, en La Habana. Protestaba pacíficamente contra arbitrariedades y negligencias que afectaban terriblemente a su hermana, paciente de cáncer, de la que el biólogo, para impedir su prematura muerte, tuvo que convertirse en médico de cabecera.

En la autodenominada “potencia médica” pronosticaban solo 3 meses de vida a Omara. Sin embargo, desde hace más de 10 años el científico la mantiene con calidad. Pero en un momento los medicamentos le empezaron a faltar y su vida corría grave peligro.

Urquiola llegó a escribir tres cartas a Raúl Castro, pero nunca recibió respuesta y los medicamentos tampoco llegaban, por lo que acudió a la huelga y a descubrir la indolencia hospitalaria. El proyecto disidente Estado de Sats se enteró del problema y lo entrevistó. El científico narró los hechos y la represión se convirtió en su sombra.

El jueves pasado, a pocos días de viajar a una beca a Alemania, denunció que dos oficiales del Ministerio del Interior se presentaron en la finca donde reside para acusarlo de cortar árboles de manera ilegal. Reconoció a uno de los represores, que ya antes le había acosado, sacó su teléfono celular y los filmó mientras le intimidaban con multas y cárcel por no tener permiso para colocar la cerca perimetral de su usufructo. Lo cual es falso, pues desde 2016 el servicio forestal de Viñales lo autorizó.

“Cuando subo a mi casa, a la cual ellos nunca llegaron, me encuentro que una de mis yeguas de pura sangre está como si fuera enlazada con alambre de púas, y tiene una herida grande en una pata. Estoy próximo a irme a mi beca en la Universidad Humboldt y el Museo de Historia Natural de Berlín. Pienso que ellos van a tratar de hacer cualquier cosa para impedirlo”, relató el científico a Martí Noticias.

Años atrás, en su tesis doctoral sobre la identidad genética de las tortugas marinas, puso en evidencia malos manejos y violaciones del desaparecido Ministerio de la Industria Pesquera de Cuba, donde dirigía un proyecto de cooperación internacional sobre la flora y la fauna de la Sierra de los Órganos (Pinar del Río), del que fue cesado por la parte cubana, el Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana, que argumentó su exclusión en la no confiabilidad del investigador, que había expresado públicamente no comulgar con el castrismo. “Razones arbitrarias, injustas e ilegales” como las calificara el biólogo. Pero las entidades alemanas lo han mantenido en el proyecto.

Los burócratas también alegaron que su expulsión fue por ausencias al trabajo y ofrecer entrevistas a medios de prensa extranjeros, pero la verdadera razón del acoso contra el científico es su postura disidente. El propósito es silenciarlo, destruirlo. Ahora, para impedirle viajar a Alemania y que no exponga allí la realidad de la dictadura, quieren encarcelarlo de manera fulminante en un juicio infame.

Urquiola no es solo un científico cubano. Es un científico del mundo que corre peligro en Cuba. Denunciar esta componenda para arruinar la vida del investigador, claro atropello contra los más elementales derechos humanos, es imprescindible. Si la comunidad científica, de la que Urquiola forma parte, no protesta con urgencia, será parte de un crimen. El grito del mundo científico puede evitarlo.


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