La oficina de Comercio e Industria de la Casa Blanca, en Washington, acaba de hacer público un documento en el que alerta al mundo sobre los dislates cometidos por la potencia china en materia de robo de tecnologías en los últimos años y la manera en que ello afectará al conjunto de las naciones. El informe va mucho más allá de señalar las distorsiones que Estados Unidos está teniendo que afrontar para protegerse de sus competidores. Este estudio persigue transformar al asunto en una preocupación universal.

Solo hay que leer el enunciado del documento para entender la inquietud que desean transmitir los estadounidenses sobre el comportamiento de quien le pisa los talones en materia de fortaleza económica a escala del planeta: “La República Popular China ha experimentado un crecimiento acelerado, lo que la llevado a convertirse en el segundo líder mundial a través de la modernización de su base industrial y el incremento de su cadena de valor. Sin embargo, la mayor parte de este crecimiento ha sido alcanzado significativamente a través de actos agresivos, políticas y prácticas que transgreden normas y reglas universales. Tomando en consideración el tamaño de la economía china y la extensión de las distorsiones que ocasionan sus políticas, esta agresión económica amenaza no solo a Estados Unidos sino a la economía global».

Buena parte del contenido de esta investigación se centra en probar que es a través del robo planificado y patrocinado desde el gobierno que China planea convertirse en el líder mundial en materia tecnológica y de propiedad intelectual, con  políticas claramente definidas para apropiarse de los avances de terceros, absorberlos e innovar sobre ellos. Dentro de este contexto, las empresas chinas en otros países promueven el espionaje y la piratería, mientras que a través de sus asociaciones con terceros, dentro y fuera de China, el país asiático pone en práctica mecanismos coercitivos para forzar la transferencia de tecnología, al tiempo que se restringe el acceso al mercado chino y la exportación de materias primas críticas para impedir el avance de terceros en mercados que compiten con esa nación.

Si lo anterior no fuera suficientemente dramático, el informe hace mención de prácticas como la ubicación planificada de “colectores” de información en universidades, laboratorios y centros de innovación en el exterior de China y el robo de cerebros como una manera de sustentar la competencia desleal que se orquesta desde Pekin. Un buen espacio se le dedica a la infiltración humana para penetrar los sistemas de información de las compañías norteamericanas, para perpetrar las capturas y clonación de tecnologías y para lograr la devaluación de sus procesos de manera de adquirirlos después a precios dramáticamente reducidos.

Lo números no faltan en este trabajo de un grupo de expertos. De acuerdo con sus investigaciones, existen no menos de 40.000 oficiales de inteligencia desplegados en el exterior para desarrollar estas tareas, mientras que el número dentro de la China continental sobrepasa los 50.000 funcionarios y científicos.

Desarrollar una fuerza de choque calificada para detectar y para contrarrestar las distorsiones que todo lo anterior provoca a las empresas y al avance de la ciencia norteamericana es hoy, sin duda, una prioridad para Washington. Pero, además, desde allí se está preparando igualmente un importante esfuerzo de información a terceros países para cerrarle el paso a esta estrategia invasiva e irregular con la que China intenta pisotear al planeta entero.


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