Hugo Chávez, ya consciente de que moriría, no tuvo tranquilidad ni tiempo para reflexionar en el agobio del momento, no atinó sino a escoger entre Maduro y Diosdado. Se diría que eligió al menos adecuado, sus razones tendría; algunos aseguran que quien realmente decidió fue Raúl Castro, entre un militar poco confiable para La Habana, y un civil formado por ellos de segura obediencia, su escaso talento no le daría ínfulas autonomistas. Hoy sufrimos las barbaridades de Maduro y sus cómplices inmediatos que no sólo no nos dejan olvidar, sino que hacen crecer día tras día la indignación entre los ciudadanos.

Maduro desesperado y confuso porque nada realiza bien, va a traicionar a quien le dio la oportunidad, acabando con el único legado real de Chávez, la Constitución de 1999. Fue aprobada hace18 años por el 60% de los venezolanos y hoy la defiende casi el 90%, no porque sea la mejor, sino porque todo lo que plantea Nicolás es peor.

Lo que se propone no es un perfeccionamiento, es una copia de la Constitución cubana que, para empezar, no permite a los legisladores analizar ni decidir sobre las decisiones del Partido Comunista Cubano, en la nueva Constitución que quiere Maduro no se permitirá tocar las decisiones del PSUV. En La Habana se dio la puñalada final para que el Partido Comunista cubano esté por encima del parlamento.

Los cubanos, que llevan décadas sin poder opinar, apoyaron la Conceptualización del Modelo Económico y Social de Desarrollo Socialista y la actualización de los Lineamientos de la Política del Partido y la Revolución. Ausencia de división de poderes, obediencia parlamentaria que respaldó los legajos emanados desde las estructuras de una militancia. La prevalencia de la propiedad social sobre los medios de producción y el ejercicio del poder por un partido único son los dos pilares sobre los que se sostiene toda la programática dispersa en lineamientos, conceptualización y programa.

Lo mismo ocurrirá en Venezuela con la constituyente.

Estamos en presencia de un conflicto sin precedentes, es Cuba quien dirige la ilusoria revolución bolivariana. Raúl Castro decide y ordena. La constituyente es su idea. Son décadas reprimiendo exitosamente y esa experiencia la aplican desde hace años. No se pelea contra un bruto, burro o lerdo, es el avance en someter y perseguir la disidencia. Y si le sumamos los intereses económicos de los gobiernos de Irán, China y Rusia, podemos imaginarnos la dimensión del conflicto.

Los chavistas de base y niveles superiores, saben -pero no todos exteriorizan, el miedo es libre y rojo- que el legado de su comandante ha sido traicionado y sus herederos dilapidaron el inmenso capital político. Los chavistas no maduristas, están convencidos de que el peor enemigo de esta estafa revolucionaria, son el Presidente y su entorno, (al cual algunos, se pasaron mazo en mano). Defensores del chavismo originario parecen olvidar, sin embargo, que el verdadero autor del proyecto militarista, populista, violador de derechos y atrasado en el tiempo, es Hugo Chávez. La diferencia está en el capital y carisma político de uno y otro.

Quizás Chávez no hubiese recurrido a la represión abusiva, se hubiera contado en elección y como el lenguaraz y locuaz del siglo XXI, hubiese ganado. Pero está muerto y enterrado. Para peor, y es una de las ventajas del gobierno, la oposición carece de un líder, de un jefe que ponga orden. Hay que reconocer los esfuerzos importantes, pero aún falta, aunque a estas alturas, quizá hasta no sea necesario. El gran error es la continuación del mesianismo como solución, cuando lo correcto es que cada quien asuma su responsabilidad, y eso está surgiendo de la calle. Si algo tienen las crisis, es la oportunidad de corregir la historia, reescribirla, subsanarla; lo malo, nuestra traicionera, corta y olvidadiza memoria. La Revolución Francesa nació de intelectuales, pero quien atacó a los nobles de la monarquía y la nobleza abusadoras, fue el pueblo francés.

Es lógico pensar que la revolución no quiera morir. Su inmunda y repulsiva boliburguesía, no escatima esfuerzos para arrastrar y agredir al país para no perder el poder. Necesitan seguir gobernando, tienen a Venezuela por cárcel y por ello se juegan la vida. El único problema para ellos, en su última arremetida, es que el pueblo está en la calle, y no es sólo la clase media.

Han sido tan malvados y hecho tanto daño, que no habrá lugar donde esconderse de la justicia. Los ataques vilipendiosos con saña y alevosía de muchos dirigentes, demuestran miedo, no lo admitirán ni pueden hacerlo, están rodeados de poder, privilegios y afuera sólo tienen el infierno. Afortunadamente son muy pocos quienes sostienen la teoría perversa de la conveniencia de perdonar a algunos. Inaceptable, inhumana e injusta. Hay que establecer y personalizar las culpas. Debe haber garantías de juicios justos, nunca impunidad.

El oficialismo y su pandilla perdieron toda credibilidad y está a punto de declararse estado forajido. Luego vendrá el artículo 350 de la Constitución. Seguramente será el futuro y nuestro luchar por él. Es ahora cuando la oposición deberá arriesgar -lo ha hecho a medias- para reponer la democracia que, en pocas semanas, desaparecerá formalmente.

La instalación de la Asamblea Constituyente sellará el hito que hará estallar la nación, y la reacción será masiva contra quienes acarician destruir la nación, implantar el comunismo y acabar con nuestra forma de vida, ya hicieron realidad el sueño de los sinvergüenzas hermanos Castro y facilitaron apoderarse del petróleo a una tiranía que llegó a Cuba a fines de los años 50 con promesas de libertad, y la llenó de cadenas, hambre y miseria.

Tenemos fecha, 30 de julio 2017. Mes natalicio del Libertador Simón Bolívar cuando el castro-madurismo se propone el nacimiento de una nueva Venezuela castrista y la consolidación de un sistema, más que comunista, funesto. El populismo exacerbado, dañino y enfermizo termina o se consolida. Los ciudadanos decidiremos si esta ignominia y los cubanos castristas se quedan y nosotros nos vamos. La otra opción, nos quedamos peleando en las calles, que ya está en la práctica prohibido y es delito, o lo hacemos desde la clandestinidad.

¿Morir peleando o vivir como el pueblo cubano, arrodillados, humillados, doblegados? Parte de esa tragedia ya la hemos sufrido. Como en Cuba, existe una clase privilegiada, en Venezuela están ya las combinaciones de violadores, asesinos y ladrones que disfrutan a plenitud y con descaro impúdico los placeres de la vida, con el único mérito es ser socios, amigos, hijos o parientes de los que usurpan desvergonzadamente el poder y asaltan sin rubor el erario público.

Ciertamente hay un cambio a favor del ciudadano decente con principios éticos morales y contra el gobierno a nivel nacional e internacional. No obstante, sin ilusiones fantasiosas, en el plano externo no se van a concretar decisiones que cambien sustancialmente el panorama interno; serán de gran beneficio y ayudarán a presionar, pero hasta allí. Depende de nosotros, de más nadie.

La pelea es peleando, y los militares lo saben.


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