Para bien o para mal, la verdad es que el golpista que con la intrepidez de un huracán sacudió la política venezolana, con sus dos tanquetazos y metrallazos, en los meses de febrero y noviembre del año 1992, cumplió lo que desde entonces prometió. Lo primero que hizo fue enarbolar la bandera de la Constituyente. Con ese pendón entre sus manos, se abrió camino por todos los pueblos del país.

Creó una esperanza sin condiciones, la gente se le entregó con la candidez del que da todo sin que se le dé garantía alguna. Prometió borrar todo vestigio del Pacto de Puntofijo, y digamos que lo logró. Lo satanizó de tal manera que muchos, irresponsablemente, lo secundaban. Las referencias que hacían contra aquel esfuerzo integracionista, auspiciado por líderes que se fajaron para derrocar la dictadura que sobrevivió hasta el pasado 23 de enero de 1958, eran más que despectivas.

Pues bien, Chávez cumplió, se dio una nueva Constitución y honró su gesto demoledor, ese que lo caracterizó desde las tribunas desde donde pronunciaba sus ardientes arengas, chocando un puño contra la otra palma de su mano, señal unívoca de violencia, demoliendo la carta magna de 1961 y pisoteando la nueva, «la bicha», como él vituperaba su propia criatura. Chávez cumplió cuando prometió «acabar con los pobres». Pues bien, de que los quiso triturar,no queda duda.

Hoy Venezuela tiene a más de 90% de su población viviendo en estrechez, cosa inaudita en un país inmensamente rico como el nuestro. Chávez prometió que tendríamos nuevos poderes. Lo hizo también. Cumplió. Tenemos un Poder Judicial en manos de delincuentes, eso es realmente surrealista. Una Contraloría que no controla, sino que oculta la corrupción, un defensor del pueblo que acusa más bien al pueblo y una Fiscalía, descalificada, vistas las manos de quien la conduce.

Chávez aseguró que «Venezuela sería como Cuba». Ahí fue más allá de lo prometido, porque nos convirtió en colonia de los hermanitos Castro. También prometió que «sacaría a los niños de las calles». No lo hizo, por el contrario, catapultó a miles de inocentes a rebuscar en la basura algo de pan para saciar su hambre. No cumplió. Tampoco se cambió el nombre, más allá de que sus adulantes lo llamaran «el galáctico».

Pero para mejorar el promedio de promesas cumplidas, se las arregló para que ciertamente, como lo había prometido, los venezolanos terminaríamos bañándonos en el rio Guaire.


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