La rabieta de Isaías Rodríguez va más allá de lo anecdótico, a pesar de que en muchos análisis se vea más la forma que el fondo. Su pataleo significa la ruptura definitiva de este gobierno con el pasado. Otra seña más. No es cualquier cosa que se distancie de Nicolás Maduro y su combo el que fuese el primer vicepresidente de la República en tiempos de Hugo Chávez y luego su adorado fiscal.

“Con fe absoluta me he aferrado al chavismo, cual una tabla de salvación en este océano de contradicciones que rodea su gobierno. He llegado, sin embargo, a comprender definitivamente que no puedo convertir el agua en vino, ni resucitar a los muertos”, señala.

Y añade otras frases dirigidas directamente a Maduro que no pueden pasar por debajo de la mesa: “Guardaré los recuerdos que de usted tengo en una caja con pelotas de naftalina”, la primera, y la segunda: “Renuncio, presidente, a mis dosis de insomnio, estrés, aflicción y a las víboras con cabeza triangular que desde hace mucho tiempo le acompañan”.

Julián Isaías, como se llama, se suma a los desertores, caídos en batalla, de la llamada revolución, afligidos y acongojados porque sienten que se traicionan los principios de su comandante-presidente: Rafael Ramírez, el otrora poderosísimo presidente de Petróleos de Venezuela; Luisa Ortega Díaz, la fiscal que se encargó de encerrar a Leopoldo López, a la que entrevisté hace una semana y me dijo que toda la gente decente debía ir contra Maduro; Héctor Navarro, que sirvió como ministro de Educación y hasta de Electricidad; Jorge Giordani, el sempiterno ministro de Planificación; Luis Velásquez Alvaray, ex magistrado del Tribunal Supremo de Justicia; Maripili Hernández, que todavía no termina de definir si es chicha o limonada; y Ana Elisa Osorio, que los más viejos recordamos como ministra del Ambiente.

Me vienen a la memoria esos nombres, pero usted puede añadir los que quiera, incluyendo además figuras extranjeras, donde el desencanto está para coger palco. ¿Se acuerdan, por ejemplo, de Eva Golinger, transformada en una controvertida analista de RT Actualidad, o de Heinz Dieterich, flamante sociólogo creador del concepto de socialismo del siglo XXI? Está claro que lo menos que hay entre el chavismo actual es intelectualidad y eso para la izquierda mundial es casi como un pecado mortal.

La lista es larga. El cementerio está lleno y parece que los muertos continuarán arrumándose. Si el chavismo se mantiene en el poder es porque de una manera admirable se reorganiza, se reconvierte, hace relucir las debilidades de los demás y, como gato panza arriba, hiere a sus adversarios, pero nada que ver con que esté fortalecido, ni que con Maduro haya algún futuro. Está claro que es una camarilla que se lleva por delante a cualquiera y que seguirá sumando fallecidos en su camino, y los difuntos no serán solo del lado de la oposición.

¿Los próximos caídos? Además de los militares, a los que tienen a monte, ¿quién será la próxima ficha en desaparecer, engullida por el voraz apetito de los que se aferran al poder? ¿Vladimir Padrino López, Tareck el Aissami, Tarek William Saab, Tibisay Lucena, Maikel Moreno, Diosdado Cabello o quizás el propio Maduro? Visto lo que ha que ha sucedido en el pasado ninguno debe sentirse totalmente seguro. Yo no lo estaría. ¿Y usted?


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