Nada podía presagiar que faltaría la justicia, que sobraría el desorden, que conoceríamos el libertinaje de las instituciones, las cuales, libres de toda atadura moral, se dedicaron a dilapidar el presupuesto nacional en beneficio propio y de la camarilla militar; a satisfacer el poder. Vivimos como extranjeros en nuestra propia patria, atrapados y sin elecciones.

Con artimañas y promesas se hicieron del gobierno de Venezuela, en el que Caracas es la capital de la República y el asiento de los órganos del poder nacional; destruyeron la economía he hicieron que las familias se dividieran, provocaron la salida del país de los mejores y más preparados huyéndole al hambre. La oposición, débil por las constantes trampas de las señoras del Consejo Nacional Electoral y la persecución de sus dirigentes, también tuvo que salir del país a un destierro forzado.

El cautiverio que nos impone el socialismo del siglo XXI es el cautiverio del derecho, de las reglas, de la legitimidad. En este exilio del derecho estamos alejados de la democracia, mientras los gobernantes saquean nuestra tierra y regalan a otros países lo que no tenemos por el solo hecho de tener afinidades ideológicas.

Es difícil que existan iniciativas que no pasen por el control y anuencia de los que detentan el poder, ya se vistan de rojo o de verde manzana; el lujo está reservado solo para ellos. Solo los que estén fuera podrán prosperar; los que estamos dentro tenemos que enfrentar esta locura como podamos, día a día, zancadilla a zancadilla.

Estos socialistas nos quieren imponer una forma extraña de ser, de odios y rencores, muy distinta a la sociedad que se construyó en democracia. Mientras nos liberamos de este cautiverio debemos recopilar nuestras costumbres, el buen hacer, la amistad de siempre de los venezolanos. No sé cuáles fueron los pecados que buscó castigar la sociedad que apoyó a Chávez, pero el remedio nos está matando.

A Maduro se le endureció el corazón y no ve el mal que está causando. Sufren los más pobres, a quienes debería estar protegiendo de la inflación creada por él mismo, la desgracia que ha traído su revolución, como la esclavitud de las cajas CLAP y el carnet de la patria. Ese es el comportamiento del gobernante, como recuerda la Biblia: “Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra,… para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias… Ha jurado Yahveh por el orgullo de Jacob: ¡Jamás he de olvidar todas sus obras!” (Am 8, 4-7). Tengo más fe en Dios que en los marines.

Como nada es para siempre, mantenemos la esperanza de que se vayan los extranjeros y los traidores, que recuperemos la patria, que salgamos de este confinamiento, que podamos liberarnos de los grillos institucionales y podamos vivir en democracia, más comprometidos con la construcción de una sociedad moderna, respetuosa de las leyes, que considere al trabajo como la herramienta de superación.

Debemos elaborar el pensamiento de la reconstrucción, la sociedad que queremos para cuando terminemos con la destrucción socialista; el pensamiento político que nos regirá a partir de la liberación de este cautiverio.

Para empezar, podemos pensar en el Estado liberal planteado por Simón Bolívar, de respeto a las leyes y la libertad de comercio. Nada de eso de un Senado aristocrático, de los cuales tenemos suficientes con la nobleza del chavismo que rota de un puesto a otro sin criterio ni mérito.

Podríamos tener una sociedad en la que la libre empresa, la iniciativa privada, una sociedad en la que las personas puedan “usar legítimamente de sus talentos para contribuir a una abundancia provechosa para todos, y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos” (336, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia). Una empresa privada que genere bienes y servicios, que obtenga beneficios, que modele el libre mercado.

Liberar a la educación del cautiverio de la ideología chavista, esa que busca someter al hombre al Estado y que no esté al servicio de la sociedad. Lograr el respeto a la educación privada, sin intervención de sus costos y ganancias, libertad y más libertad para el que quiera educar a sus hijos, con la ideología o religión que mejor le parezca. El Estado puede mejorar la enseñanza pública, la cual hoy es un desastre, sin maestros; en una hipocresía que tiene estudiantes graduándose sin haber recibido todas las asignaturas. La educación actual es digna de un socialista.

La característica de la naturaleza es la diversidad, por ello debemos ser respetuosos con las personas, cualquiera sea su pensamiento. Tenemos que aceptar la existencia del otro, no perseguir a nadie por sus ideas políticas, no someter a los contrarios en la búsqueda de la ilusión de la igualdad, eso que llaman socialismo, la peor plaga que se pudo idear jamás.

Salir del cautiverio que nos impone el gobierno pasa por realzar la venezolanidad, eso que nos hace distintos de, por ejemplo, los cubanos.

Demandamos libertad, que en época de Maduro es mucho pedir; proteste y, para empezar, salga del cautiverio mental.


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