Hugo Chávez Frías y su pandilla golpista fundaron el narcorrégimen venezolano bajo control castrocubano que llama revolución al militarismo populista sustentado en un terrorismo de Estado ultracapitalista. Riqueza, seguridad pretoriana y  policial para las cúpulas de la secta. Miseria, empobrecimiento y crimen de lesa  humanidad para el resto.

Abundan ya disponibles documentos de imagen, sonido y letra, testimonios de su asociación con las FARC y otras células foráneas de cárteles poderosos incrustados en la gobernanza de varios países latinoamericanos, más evidente en el caso venezolano porque su plataforma esencial directa es la Fuerza Armada Chavista (FACH).

Desde su delictiva, rígida cartilla interna, penetra débiles, incautos y sobornables organismos ejecutivos, legislativos, judiciales, financieros, educativos y culturales destruyendo al democrático, constitucional Estado de Derecho republicano. Su método simula ser el más popular socialismo del siglo XXI mediante diálogos y comicios fraudulentos constantes con el poder  del armamento bélico destinado al asesinato físico, moral y mental de la población disidente, civil y militar. Son perogrulladas que vale repetir sin taima.

Hoy  resultan más audibles los reclamos de familiares y analistas que al finalizar la Segunda Guerra Mundial culparon por los millones de víctimas a la tardanza de las democracias occidentales en intervenir militarmente al nazismo, lentitud que necesitó de un Winston Churchill para cerrar ese fatal ciclo de espera pretextada con el “no sabíamos” cuando luego se supo obedeció a motivos muy distintos y repudiables. Ahora los reproches van a sistemas que sucumben a las trampas de la guerra fría más que vigentes desde la Rusia del zar Putin.

Pocos aprenden de esas lecciones. Para sobrevivir la OEA requiere adaptarse a los cambios del entorno y remodelar sus estatutos fundacionales, pues frente al poderoso imperio supranacional de los cárteles y sus cuarteles miliciviles resulta estéril insistir con oratoria diplomática. Tarea urgente y exacta para la ética principista de  su secretario general Luis Almagro, quien así pudiera preservar la  existencia misma de esa importante entidad. Se debe poner a prueba la auténtica ideología  de sus países afiliados mediante la inclusión de una enmienda urgente que legalice la oportuna injerencia humanitaria militarizada de los países democráticos, capaz de liberar a las víctimas de narcogobiernos, criminalidad mafiosa que hasta el momento crece invencible y tendrá fin solo cuando se despenalice  el consumo de drogas ilícitas y valgan céntimos porque su  clandestinidad organizada les otorga enorme plusvalía. Es  la verdadera “guerra económica” de los cárteles cuartelarios. A veces luce derrotada por pactos aparentes, pero resucita fortalecida con el aval de dirigencias, instituciones y líderes a quienes, por conservar sus propios intereses financieros, les conviene penalizarla.

Venezuela será libre cuando eliminada la jerarquía FACH con el soporte de una actualizada OEA y los ex (partidos, líderes, gremios empresariales y sindicales) corten sus lamentos de inútil retórica y en pacífica rebelión de huelgas generales paralizantes, desobediencia  cívica autorizada por la Constitución legítima, elijan un equipo transicional de eficientes profesionales que abra paso a la refundación electoral del país. Para esa valiente, retadora labor civilista de renuncias a egos y rescate, ¿aceptarán sin reservas por ejemplo a Luis Ugalde, R.J. Duque Corredor, Lorenzo Mendoza, Cecilia García Arocha, Isaías Baduel, Theresly Malavé, Carlos Molina Tamayo, Ezequiel Zamora y tantísimos equivalentes de cada uno en su área? ¿O vuelve la manada de caciques con pocos indios que deviene partidito electorero, cómplice del cártel cuartelario aniquilador de la independencia nacional? ¿Acaso esta fracasada “dirigencia” opositora por fin aprendió a  eliminar  lo totalitario que la anula? ¿Alguna vez leyó siquiera un resumen de Los orígenes del totalitarismo de Hanna Arendt (1945), de Masa y poder de Elías Canetti (1945), al menos toda la facilita Rebelión en la granja (1945) de George Orwell? ¿Será tan analfabeta disfuncional como el chavismo gobiernero que asegura combatir?

Es el dilema y parte de la solución. Las renuncias de viejos esquemas y liderazgos  por consenso responsable permiten la unión defensiva frente a situaciones límite. En política son sanadoras, imprescindibles para facilitar el  normal relevo  generacional, evitando traumas dilatorios que culminan en suicidio colectivo. La historia lo registra y no absuelve.

    

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