Srta. Eva:

Usted siempre me ha asombrado desde que la vi en esa cosa llamada VTV. Ojo, en el primer momento me quedé pegado a la pantalla porque su cara bonita así lo quiso. Sí. Usted es lo que los venezolanos llamamos bonitica, además, sus coloridas cintas ajustadas a su cuello blanco impoluto y sus elegantes blusas atrapan inmediatamente a un machista venezolano como yo. Para rematar, su excitante forma de hablar español, tan absolutamente gringa, de verdad que enamora.

Dejé de admirar sus atributos y su elegante vestir al escucharla defender esta locura que aún nos atormenta y arruina. Qué shock causó en mí escuchar sus palabras edulcoradas, alabando al culpable de esta debacle histórica que destruye a Venezuela. De pronto, su bello rostro se convirtió en una especie de Mario Silva hembra. Se expresaba como poseída por el sombrerito del negro del Whatsapp, la sapiencia de Aristóbulo Istúriz, la bondad de Diosdado, la inteligencia de Maduro y, sobre todo, la claridad política de quien ahora no creo que esté descansando en paz.

Srta. Golinger, como si usted no fuera norteamericana, siempre decía indignada que los yanquis atacaban a la revolución venezolana. ¡Es que la vaina era confusa al oírla y verla! Era como si Ronald Reagan se hubiese transformado en mujer y comunista a la vez.

Nadie entendió nunca qué clase de poder tenía usted, bella dama. La vimos entrar en Miraflores como Pedra por su casa. Usted no perdía el tiempo. En la noche, al encender el televisor, allí estaba, sola o en La Hojilla, presta a despotricar de cualquiera que osara criticar al eterno destructor. Si por asomo alguien decía la verdad de su energúmeno héroe, usted se convertía en una fiera del imperialismo.

De pronto nos dio un recreo. No la vimos más. Ahora vuelve a sorprendernos revelando que ese señor a quien tanto idolatraba la hizo pasar un momento muy incómodo durante una entrevista: “…Me duele el cuello, ¿me das un masaje?…”. Usted también contó: “…Él estaba fumando cigarrillos y todo tipo de cosas que no eran públicamente conocidas sobre su comportamiento”.

La historia en Venezuela sería otra si en ese momento hubiese informado a su embajada sobre el acoso. Segurito que los norteamericanos habrían enviado a los marines quienes, ipso facto, tomarían Miraflores para rescatarla, convirtiéndola en una heroína porque gracias a usted, hace tieeempoooo que habríamos salido de esta pesadilla.

Eso sí habría sido un masaje erótico con final feliz.


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