Cuando una persona, por simples palabras, despierta en mí una emoción, repentina, dulce, un poco melancólica y siempre radiosa, que me hace tomar conciencia de mi destino; cuando tengo el deseo de devenir lo que soy, me digo que ha pasado un ángel; igual, al sucederme, como recientemente, hechos en los que el peligro y la inseguridad nos abordan como cuando las asechanzas cubren el discurrir de nuestra vida diaria.

La visita de este ángel está llena de humor y de compasión, de ayuda, de protección, sorpresiva, crepuscular. Antes me decían, en el catecismo y la Biblia, que yo tenía un “ángel de la guarda”. Y yo durante mucho tiempo he vivido con la impresión que un protector hábil y muy poderoso me cubría con sus alas del acoso de la envidia. El ala ha cambiado. Pero todavía existe. Siento su presencia.

¿Quién eres tú? Tal vez no sé. La imagen que tengo de ti es la de los modelos de Leonardo da Vinci, la imagen de estos seres que no cesó de pintar, que son a la vez hombres y mujeres. Te imagino doble. Hecho de dulzura y de vigor, como el ángel que pintó Delacroix. Tus alas son inmensas, tus cabellos son como rayos de luz, tu cara encandila, es una luz emitida por otra luz. No se te ven los brazos ni las manos: eres una llama. Y siempre sonríes. Cuando los escultores te han esculpido en la piedra, han presentado la sonrisa, que es lenguaje.

¡Cuántos poetas no te han cantado y celebrad! Lamartine, pero, sobre todo, en mi modesta opinión, Mallarmé y su discípulo Valery. Todos aquellos que han buscado crear una nueva manera de unir los espíritus a la letra se han inspirado en ti, el Silencioso, el eterno.

Cuando recuerdo mi pasado, buscando las fisuras por donde pasa la felicidad, evoco nuestros encuentros. Mi vida ha sido determinada, en parte, por cruces con ciertos seres con los cuales he coincidido por azar. Eres tú, me imagino, quien ha suscitado estos improbables que han moldeado mi destino. Tú eres el visitante inesperado, que viene a anunciar la felicidad o a protegernos del mal. Como el ángel Gabriel visitando a María, saludándola.

Ángel que anuncia la improbable felicidad y protección en tiempos de imperio del mal, como actualmente en Venezuela. ¡Ángel de la agonía, que consuela a Cristo en su pasión, que es testigo de sus vicisitudes y de su sudor de sangre! Ángel que sonríe, incluso en la escultura. Ángel de París, Nueva York,  Berlín, Roma, Caracas, Buenos Aires, de Maturín, la ciudad de mis padres y donde nací. Ángel que hace reír incluso a las piedras. Ángel, no nos olvides en estas horas aciagas de nuestra amada patria, donde fariseos imponen antivalores, irracionalidad, muerte, hambre y desolación.

Ángel, es verdad que visitas para auspiciar felicidad y protección a quienes llevan un alma limpia, esto es, hacer siempre el bien, apartar el mal, una espiritualidad terrenal libre de egoísmos, que debemos espantar cuando aparecen y que tanto ensucian nuestras conductas, de envidias, de individualismos malsanos, de codicias que conllevan a alejarse de compartir con el prójimo, anidar desprendimiento al buscar una salida política al régimen opresor, destructor de la nacionalidad, de instituciones nacionales, del aparato productivo y distributivo, y auspiciador de la invasión cubano-comunista que domina y controla las fuentes del poder para realizar el mal.

Ángel, tus devotos venezolanos no son receptores del mal, aunque hay una porción muy minoritaria en el poder que se vanagloria de los desastres e insensateces que hace y comete a diario en perjuicio de la colectividad, muchas veces blasfeman a Cristo invocándolo como motivación de sus andanzas perjudiciales e insensatas. Ángel, guíanos hacia el bien, visítanos, aparta el mal y su origen para hacer de Venezuela la gran nación que soñaron nuestros libertadores por inspiración tuya. Ángel, ilumina a nuestra Fuerza Armada en el cumplimiento de la Constitución tantas veces violada.

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@psconderegardiz


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