Los gobiernos latinoamericanos, en la reunión de Quito y la OEA, han hecho suya la perspectiva de Von Mises, quien sostenía la necesidad de establecer la libertad de la migración en el mundo para hacer la paz más duradera y, agregaba, si quienes creen en la libertad no asumen este punto de partida, no habrá mucho espacio para la esperanza de convencer a alguien a favor de una sociedad libre. Las diásporas contribuyen a disminuir la pobreza global y benefician a los agentes que intervienen en el proceso: al migrante y a los países de tránsito, destino y origen. Celebramos y agradecemos esta decisión, símbolo de libertad, pues ellas facilitan el movimiento de dinero, bienes, servicios y personas. La posición de Latinoamérica es un ejemplo para todo el mundo.

Mientras los gobiernos de la región y el mundo, la Organización Internacional de las Migraciones, la OIT y las Naciones Unidas se interesan y preocupan por la tragedia humana sin precedentes en la historia de la región, el régimen venezolano, de manera ingrata, pone en entredicho una realidad imposible de enmascarar. Hasta sus más conspicuos representantes, como Rodríguez Zapatero, se guardan de negar lo obvio. Intentan enmendar la plana reconociendo la existencia de la diáspora y explican su crecimiento como resultado de las sanciones individuales a los altos jerarcas del régimen venezolano, por las obesas cuentas bancarias de dudoso origen, por parte de distintos gobiernos. Confunde, desconocemos si lo hace intencionalmente, las sanciones individuales con sanciones al país. Sus razones tendrá.

Responsabilizar a terceros, exculpar al gobierno de cualquier responsabilidad ante semejante desplazamiento humano y absolver a los individuos sancionados por los daños causados con el robo que han perpetrado, algunos de ellos descubiertos por la Guardia Civil española, es hacerle un flaco servicio a la explicación de la diáspora, amén de una completa incomprensión del hecho.

Pese a utilizar a los camaradas, en este caso un ex presidente, quien utiliza los manidos argumentos del pasado para explicar el éxodo, la realidad, siempre tozuda, los contradice. El socialismo, indistintamente de la forma de adjetivarlo, reúne una serie de características exclusivas que producen resultados similares independientemente del país, de la cultura y del período en el cual se instala. Con tan solo revisar las historias de vida y las entrevistas hechas a quienes han tenido que vivir en regímenes socialistas nos topamos con las semejanzas de los padecimientos: colas, escasez y racionamiento, recorrer kilómetros para encontrar un pedazo de mantequilla, todos intentando comprar lo que no hay y formando colas sin saber lo que encontrarán al entrar.

La más emblemática de todas las características del socialismo es su capacidad para destruir un país. De este rasgo deriva la ley de la movilidad humana bajo regímenes socialistas: en ellos, los ciudadanos no se van, huyen, desertan, los persiguen o deportan; la migración es, por tanto, forzada y forzosa. La otra ley resultante es la prohibición de migrar, bajo el pretexto de impedir la “fuga de talentos”.

El éxodo masivo ha dejado perplejos a los voceros del régimen, lo cual explica sus expresiones destempladas y contradictorias, creando un verdadero desconcierto en sus propias filas. Para muchos de ellos solo se trata de un grupo de “tontillos” estafados por los medios, víctimas de una estrategia mediática del imperialismo galáctico.

¿Cómo se explica la puesta en escena de esa pésima y burda obra de teatro del gobierno en la que, fingiendo humanidad, pagan viajes para llevar a los venezolanos “desesperados” de regreso a su patria cuando, al mismo tiempo, acusan de traidores a quienes se han ido, como hicieron Duvalier, Somoza o los Castro? ¿Cómo asimilar que esos despliegues de solidaridad provengan de los mismos que dijeron “quienes estén en desacuerdo con nosotros que se larguen del país” y “ojalá y no regresen nunca”, como si estuvieran hablando de su propiedad? El colmo es afirmar que solicitarán 500 millones de dólares a los organismos internacionales para repatriar a los venezolanos.  Una vez más demuestran que la ignorancia puede ser muy atrevida, pues este monto es insuficiente hasta para cubrir los costos de los pasaportes por persona (a lo que se suma que tampoco hay pasaportes).

Esto último es una ofensa, una agresión, un gesto de total ingratitud hacia aquellos países que han acogido a los ciudadanos venezolanos, que cuentan con bancos de comida gratis, que ofrecen salones con computadoras, que vacunan a los ciudadanos, que les brindan cobijo, educación, salud y facilidades para su integración, servicios a los que pueden acceder sin requerir un “carnet de la patria”. Sus expresiones altisonantes podrían formar parte de la “estrategia del divertimento”, como la define el departamento América de la dictadura cubana, con el único propósito de embrollarlo todo y que la sociedad pierda de vista lo esencial.

Lo dicho permitiría pensar en una estrategia del régimen, en una política de Estado concebida para desembarazarse de quienes disienten y apropiarse con mayor facilidad del país. Confieso mi desacuerdo con este argumento, aunque en ocasiones, las menos, dude y me incline a considerarlo.

El régimen ha sido exitoso en mantenerse en el poder destruyendo el país y haciéndose con los recursos de los venezolanos. Es la única estrategia en la que han triunfado, que no es poco decir, pero en todos los demás terrenos solo pueden exhibir una extensa lista de fracasos. No resulta lógico pensar que esta política sea un logro producto de la puesta en marcha de un laboratorio de inteligencia, pues la diáspora es el mejor testimonio del fracaso del modelo.

Tampoco pareciera que el objetivo era apropiarse del país para disfrutar de sus riquezas y de lo que han sustraído. De ser así, también habrían fracasado; dejaron un país en ruinas y lo que han hurtado está invertido y colocado en Miami, Londres, Sevilla, París, Madrid, Texas, de acuerdo con la información que arrojan los organismos internacionales de justicia.  Quienes han estafado a la nación, con sus respectivos compinches y testaferros, hoy piden visas, se mudan y hacen negocios fuera de Venezuela y, sin vergüenza alguna, intentan mimetizarse con la diáspora. 

Otra evidencia en contra, y como todo socialismo que se precie de serlo, en el año 2015 el régimen venezolano cerró la frontera con Colombia durante casi un año, lo que no es una forma de favorecer la emigración. En esa ocasión desterró a miles de ciudadanos colombianos al mejor estilo nazi, marcando sus casas. Otro ejemplo de lo que hace el modelo socialista con quienes emigran fue la construcción del Muro de Berlín en 1961. El venezolano, fiel a esta tradición, ha hecho casi imposible el acceso de los ciudadanos a sus documentos de identidad, cédula y pasaporte, y ha paralizado el apostillamiento de cualquier otro documento.

Como los alemanes ayer, como los cubanos ayer y hoy, los venezolanos huyen en masa de un modelo cuya única vocación es el fracaso. Como afirmaba Von Mises refiriéndose al totalitarismo gemelo, el nazismo, modelo en el cual la propiedad privada solo existe nominalmente, la sustancia medular, la propiedad sobre los medios de producción residía en ese gobierno. Correspondía a este decidir qué debía producirse, las cantidades, los métodos con los cuales producir, a quién debería distribuirse, establecía los precios y los salarios y los dividendos permitidos. En definitiva, el sector privado se convierte en rehén del régimen. 

Mientras tanto, los gobiernos democráticos vecinos y en particular el de Colombia, por el impresionante número de venezolanos que ha acogido con los brazos abiertos, ha socorrido a decenas de miles de personas que huyen de la tragedia humana de nuestro país. Agradecemos ese apoyo, la inversión que realizan países e instituciones para atender a nuestros hermanos, y deploramos la respuesta ingrata del régimen venezolano.

Colombia ocupa el primer lugar como país destino de los venezolanos y es un proveedor fundamental de víveres, medicinas y repuestos. Más de 1 millón de ciudadanos venezolanos y de origen colombiano han sido censados con el objeto de diseñar políticas públicas más idóneas con las cuales atender este inédito fenómeno migratorio.  También agradecemos a todos los gobiernos de la región el esfuerzo realizado por generar información responsable sobre la diáspora venezolana, con lo cual se enriquece la comprensión de esta nueva realidad.

El punto de partida de la política de los gobiernos de la región hacia la diáspora asume que esta no es el problema, es parte de la solución. Facilitará la integración regional, las inversiones conjuntas y el desarrollo de proyectos para apoyar el proceso de reconstrucción de Venezuela. La diáspora se abre espacio creando redes en entornos desconocidos y plenos de incertidumbre. Colombia, país vecino con el que compartimos una lengua y una historia común y un exitoso intercambio comercial, es el preferido por los venezolanos, quienes tienen reservado un importante papel en un futuro cada vez más próximo. Es mucho lo que es posible y necesario hacer y en ello la diáspora tiene un papel decisivo, promoverá la inversión internacional directa. La diáspora está en movimiento, la diáspora circula y pronto dejarán de ser los ciudadanos olvidados para convertirse en actores relevantes del proceso de reconstrucción de Venezuela.

@tomaspaez


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