“El hombre de buenos principios no solo sabe conducirse dignamente con las personas con quienes está relacionado, sino que tributa también sus consideraciones a la sociedad entera, de manera que su comportamiento no es tampoco ofensivo bajo ningún respecto a los que le tratan, ni aun aquellos que no le conocen personalmente”. (1).

Al glosar el párrafo anterior he querido contrastar el aporte medular planteado por Manuel A. Carreño en su célebre Manual de Urbanidad y Buenas Maneras; con la reciente contribución “teórica” que un rústico milico de oficio –Pedro Carreño–, jefe de la bancada oficialista en la AN, hizo por  intermedio de una entrevista televisiva complaciente en uno de los innumerables medios con que dispone el PSUV en detrimento del ya escuálido presupuesto nacional. Sus anteriores aportes son suficientemente conocidos, por escuetos e insulsos: En su dilatada carrera militar truncada el 4 de febrero de 1992 solo queda su experiencia demostrada en la administración de cantinas de guarnición. La otra se refiere a su oscura pasantía en el ministerio del interior: El aporte a los servicios de inteligencia relacionados a la actuación –en materia de espionaje– desplegada por Directv. La enjundia teórico práctica de este insigne paladín la corona con el anuncio pronunciado; objeto de este escrito.

Se trata, nada más y nada menos, del bautizo público de un infame y delictivo pasquín donde se explican los modos y las formas de actuación de las denominadas UBCH. Equipara a estas (20 personas) a un pelotón. Luego –dejando boquiabiertos a personajes como Sun Tzu, Von Clausewitz y Napoleón entre otros–, casi como en un proceso de alquimia, concluye que 4 UBCH equivalen a 1 compañía. 4 compañías equivalen a 1 batallón. Posteriormente, con la precisión matemática con que condujo su primera experiencia administrativa (la célebre cantina del cuartel) concluye que ya tienen establecidas 3680 compañías, es decir, 920 batallones. Este brillante rótulo de despliegue operacional también ha dejado asombrados a los discípulos de Trotsky; Mao Zedong, el Che y a los combatientes del Vietnam.

Continuaba su aleccionadora disertación –casi descubriendo nuevamente la pólvora– estableciendo que el destino de la guerra moderna (en un país como Venezuela) se decidiría en las batallas terrestres. Es decir, a la vieja usanza. Gráficamente instruía al entrevistador: El uso de la aviación con sus efectivos bombarderos; de los misiles continentales y extra continentales (incluso los provenientes del espacio exterior) no servirían de nada. Las batallas se harían en las ciudades (excluía, de paso, a las eventuales acciones guerrilleras en montañas, campos y llanos). Solamente –insistía– en cómodos terrenos urbanos: en las ciudades. Para mayor abundamiento –acotaba– que un solo hombre, dotado de armamento de características misilísticas de uso personal estaba en plena capacidad de derribar cualquier avión de combate, por más moderno que este sea. Un portaviones que se haya habilitado para navegar en el río Guaire, le sería dificultoso operar ante las amenazas del brazo armado del PSUV.

Para la cabal comprensión de la estrategia adelantada señalaba que las fuerzas gobierneras reposaban en un “trípode”: La FANB, las milicias y las UBCH. Las dos últimas servirían de soporte, en una especie de “operación tenaza,” a la FANB gobiernera; comandada exclusivamente por los milicos predadores. (Maduro anunció –en plena epidemia de verborrea constituyentista– una “constituyente militar” donde seguramente serán excluidos los mayoritarios militares constitucionalistas existentes).

Certificaba –el novedoso “generalísimo” en ciernes– que ya cuentan con las armas necesarias para que los 920 batallones estén debidamente dotados y operativos al cien por ciento. Están en espera, breve también, de los 500.000 fusiles automáticos de asalto AK 47 con que serán dotadas las milicias.

Todo lo descrito anteriormente no es producto de la mente febril del articulista. Dediqué tiempo para ver tres veces el programa televisivo de marras y así digerir debidamente la nueva concepción de “doctrina militar” enunciada con detalles prolijos, claros y discutibles. El ponente, ya dijimos quien era, no es humorista de ocasión, ni payaso de fiestas patronales barinesas. Es el máximo jefe del oficialismo en la AN. Sus palabras, producto de mente desquiciada, no pueden soslayarse ni tomarlas a la ligera. La inmensa mayoría de los venezolanos –la ciudadanía y la población en general– debemos estar preparados para la contingencia anunciada. Evidentemente los milicos y civiles obsecuentes del actual gobierno no desean cumplir los métodos republicanos pautados para las transiciones democráticas descritas en la constitución nacional. Así que las ¿escaramuzas? que desgraciadamente se vislumbran serán derrotadas por la firme voluntad democrática representada por las mayorías nacionales; incluidos los militares constitucionalistas; quienes por detentar legítimamente las armas que la república ha depositado en sus manos, tendrán que cumplir –ineluctablemente– el deber de combatir a estos irregulares agavillados. Quienes dejaron atrás los “colectivos”. Los mismos que ahora se encuentran operativos en las anunciadas Unidades de Batallas (del PSUV) Bolívar-Chávez  (las UBCH).

Alberto Arteaga Sánchez dijo (2): “En definitiva, quien obra en legítima defensa, esto es, quien reacciona contra el agresor injusto, siendo necesario y proporcionado el contraataque, no habiendo provocado suficientemente la agresión, actúa ejerciendo la legítima facultad de defender su vida u otros derechos, y quien así lo hace, realiza una acción conforme al ordenamiento jurídico, justificado, objetivamente permitido y que por ello sólo tiene una tenue apariencia delictiva ya que, como señala algún autor, tal actuación constituye un no delito”. (Temas de derecho penal, 1992, p.238).

Todos sabemos que la Estrategia y la Táctica son conocimientos universales que exceden la mera concepción militar. Sabemos e intuimos también que los políticos deben ostentar una comprensión fundada y expedita de praxología. Ejercer apropiadamente el arte de hacer que la fuerza concurra para alcanzar las metas de la política. La estrategia, táctica y logística conforman una tríada indisoluble para la planificación. La táctica es diáfana en el sentido de emplear las armas en el combate para conseguir su mayor rendimiento. Por ello, deben estar subordinadas a la estrategia. En tal virtud se debe hacer uso necesario de la logística. La misma no es otra cosa que la ciencia de los movimientos y de los abastecimientos. La estrategia general (política, militar, económica, diplomática etc.) reviste el carácter de estrategia total y debe concluir y resumirse con una estrategia operativa.

Los venezolanos tenemos “el alma nacional”; solo falta cohesionarla. El razonamiento político debe apreciar lo que la gente desea o puede admitir. Por ello debe conceder una parte importante a lo cotidiano, la psicología y a la intuición. Tenemos que conseguir un método de pensamiento que nos permita conducir apropiadamente los acontecimientos en lugar de soportarlos. Respecto al pasado todo se razona y se explica; si es preciso, con un importante componente de azar. Toda innovación constituye un riesgo mayúsculo, pero ¡cualquier rutina está condenada de antemano!

La concepción teórica chavista-madurista relacionada a superar el concepto del trabajo intelectual y manual es irrisoria. Los peculiares especímenes que constituyen la “plana mayor” –¡cómo les encanta emplear terminología cuartelera!– no ejercen ni practican trabajo lícito (en sus dos acepciones) que se puedan delimitar. Son simples proxenetas que viven del Estado. Ya nos referimos al jefe milico de las UBCH. El jefe político coyuntural actual es el flamante presidente de la comisión preparatoria de la pretendida Asamblea Nacional Constituyente. De oscuro personajillo encapuchado en las zonas aledañas a la UCV en las dos últimas décadas del siglo pasado (ya habían sido derrotadas las asonadas golpistas de derecha e izquierda y las insurrecciones guerrilleras en el campo y en las ciudades) emergió ocasionalmente como agitador social burocratizado. Ejerce actualmente a la perfección el mantenimiento de la explotación más bárbara –desde el punto de vista socialista–, como lo es la adquisición exclusiva del servicio personal ajeno: Tiene “cachifa”, nodriza, cocinera, institutriz, chofer (todos armados) y espalderos a su entera disposición. Es otro a quien solamente le falta ser designado  “Arzobispo de Caracas”. Por ello, su peculiar interés en ser recibido por la Conferencia Episcopal de Venezuela. La batuta en este desafinado combo la ejerce Nicolás Maduro ayudado por sus “cargas corotos”: Diosdado Cabello, Aristóbulo Istúriz; Jorge Rodríguez y el actual vicepresidente.

A estos personeros y a los milicos golosos es a quienes debemos enfrentar resueltamente. Estamos a tiempo de hacerlo de la manera constitucional y republicana establecida por la carta magna. De no ser así; porque se imponga lo anunciado por el aspirante a “generalísimo;” (quien aplica la antítesis a lo promovido por su tocayo, el autor del Manual de urbanidad y buenas costumbres) hace necesario ejercer la legítima defensa de nuestras personas, bienes y derechos. Por ello me siento libre y autorizado (dada la premisa conocida) a plantear a viva voz y/o “sotto voce”, ejerciendo a plenitud el sagrado derecho de autodefensa (individual y/o colectiva) a que hubiere lugar. A conversar y a solicitarle a los militares activos constitucionalistas que impidan que el satánico plan operativo UBCH & FANB (milica) se implemente. Además, si el poder de la FAN resultara insuficiente, demandamos que los demás compatriotas civiles dispuestos seamos dotados del armamento adecuado para enfrentar a todos los irregulares agavillados constituidos; y así forjar, apropiadamente, la legítima defensa.

El gobierno nacional se encuentra en una pendiente resbaladiza. Humedecida por los “salivazos” retóricos trasegados por los altos prebostes convertidos en seudodirigentes. Maduro y su combo se ha empeñado en plasmar pueriles ejercicios de nivelación social derivados de inocuos análisis provenientes de una izquierda desfasada; en una especie de “primitivismo religioso”. Son pedestres cultos de idealización de la miseria; o por lo menos, de la escasez; entendidos y vividos como expresión de plenitud espiritual en el sedicente rigor robolucionario. Pretenden que el socialismo se construya sobre la base de la miseria y de las privaciones. Sobre los cimientos de la reducción de las necesidades personales y de la nivelación de la calidad de vida de todos los hombres a la de los más pobres.

El contraste entre la miseria generalizada del pueblo venezolano y el lujo impúdico de la nueva “boliburguesía” choca y predispone a desenlaces súbitos. La senilidad política gobiernera se expresa en la pérdida de la capacidad para arrastrar a la juventud. Todo nos indica que la crisis se dirige manifiestamente al cambio de gobierno. Este choque no solamente es político, sino también militar (derivado por el enfrentamiento entre militares dignos y milicos. Estos últimos hacen fe de ciega disciplina, casi como obediencia jesuítica, en la glorificación del jefe inculto, pero dispensador de canonjías). Este conflicto, repetimos, es inevitable. Es ridículo y un error inexcusable identificar a la “camarilla milica” con el resto de los militares. Sólo sublevándose contra el totalitarismo se evitarían los golpes de estado –en sus diferentes modalidades– proyectados por facciones y se restauraría la constitucionalidad extraviada. Concluiríamos con Trotsky –insigne entre otros expertos– en: “Todo depende de lo que se entienda por conspiración”. Me permito añadirle que en cualquier régimen totalitario toda oposición es indudablemente la semilla de una conspiración regeneradora.

Notas

1.- Miguel A. Carreño. Manual de urbanidad y buenas maneras. 5ta. Edición. Pág.426. Corporación Marca, S.A. Caracas. Venezuela.

2.- José Rafael Avendaño Timaury. La legítima defensa y el sumario. Separata de la Revista de la Fundación Procuraduría General de la república, N° 7. Caracas 1993.

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