En nuestro programa de gobierno, ese que ofrecimos como salida a la inmensa crisis económica, social y política de Venezuela, presentado por Henri Falcón y respaldado por varios partidos políticos, organizaciones sociales y académicas, y por respetables personalidades, ofrecimos la emisión y distribución entre todos los venezolanos de un sistema de subsidio directo que llamamos “la Tarjeta Solidaria”.

Era un auxilio monetario que estaba destinado a cubrir las deficiencias en los sistemas salariales. Su propósito fundamental era garantizar una buena alimentación a los venezolanos y, de manera complementaria, que nuestros niños asistieran con regularidad al colegio, dado que la matrícula ha ido cayendo estrepitosamente por razones de pobreza extrema: no tienen dinero para el transporte ni para la merienda, tampoco para los útiles escolares ni para los uniformes, en fin, una pobreza galopante. Esa tarjeta la estimábamos en unos 30 dólares, que al cambio de hoy 6 de agosto de 2018 y según las informaciones de @MonitorDolarVE a 3,7 millones de bolívares fuertes representa unos 111 millones de nuestra moneda nacional.

El llamado carnet de la patria con todos sus bonos, que son unos 12 millones de bolívares mensuales, sumado al precio de mercado de la caja CLAP de aproximadamente 30 millones, representa menos de la mitad del subsidio que nosotros habíamos estimado. Mucho más, Falcón y todo su equipo de gobierno ofreció la dolarización del salario, única mercancía –diría un marxista auténtico– que no se ha  estimado en la moneda yanqui. El sueldo mínimo que ofrecimos de comienzo eran 75 dólares, es decir 275 millones de los llamados bolívares fuertes, ¡Dios! el salario actual mínimo es de 8 millones incluyendo todo, frente a un ofrecimiento de 275.

Creo que la derrota de Falcón, que fue la negación de la dolarización del salario, no fue precisamente un resultado ni medianamente bueno de la “victoria abstencionista”.  Vaya un resultado adverso y desgraciado. De lo que se trata este artículo es de describir aunque fuera someramente la terrible crisis alimenticia, sanitaria, educativa de las grandes mayorías. De que quienes estuvimos con Falcón en la campaña reconocimos y evidenciamos en nuestros recorridos por la geografía nacional lo que un criollo vernáculo llamaría “el hambre pendeja”.

Así que para un venezolano en un recóndito lugar con una pensión o un salario mínimo de 3 millones que reciba una caja CLAP de 30 millones es un auxilio importante, es un auxilio pequeño, pero vital para las mayorías. Oponerse a que los más humildes y desprotegidos de esta tierra venezolana reciban comida argumentando que es un “acto colaboracionista y cómplice” no es sino una acusación destemplada y hasta inhumana y quién sabe si racista contra los venezolanos de a pie que llevan sobre sus hombros el peor de los castigos: sin comida y sin esperanzas.

El subsidio alimentario mediante las cajas CLAP y los magros bonos del carnet de la patria es una obligación, no es un regalo, es un derecho del ciudadano, no un bono del PSUV. 85% de los venezolanos que están sometidos a una salvaje situación hiperinflacionaria, es decir, 25 millones de compatriotas, tienen todo el derecho de reclamar un subsidio alimenticio de emergencia, una asignación proveniente del petróleo de todos los venezolanos, un sistema de seguridad social valedero.  

Si Maduro informa  que han emitido 16 millones de esos documentos, todavía le faltan 9 más para que todos quienes tienen todo el derecho del mundo de reclamar una compensación para paliar el desastre económico lo reciban con derecho y justicia,  este es un gobierno enemigo de los bolsillos y estómagos de nuestra gente.

Yo le pido desde mi más profundo convencimiento que quienes se sientan con derecho de recibir un subsidio monetario o alimenticio, es decir, un subsidio directo o indirecto, no tiemblen  a la hora de exigir su cumplimiento, sea por intermedio de un carnet especial o de la cédula de identidad o del censo nacional o del sistema bancario.

Y en cuanto al uso del fulano carnet de la patria para la compra de gasolina, pienso de igual manera. No renuncie a su derecho de gozar de un subsidio en la compra de combustible; pagarlo a precios internacionales, como si usted ganara sueldos internacionales, es una actitud de orgullo  sin fundamento, es una posición de rebeldía sin causa. Usted tiene derecho como venezolano de comprar la gasolina subsidiada a los precios que se le ofrece y vende al gobierno cubano.  Si todos los venezolanos tenemos el mencionado carnet ya no podrá ser utilizado para discriminar o para comprar voluntades. Por último, inscribir el carro en el programa Patria no es ningún acto de entrega o traición. ¿Acaso ya usted no lo tiene inscrito y registrado en el INTT? Si no quiere llenar otro formulario, entonces quítele la placa y límele los seriales y será libre para siempre de cualquier registro del gobierno. 


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