Un viaje Caracas-Valencia-Caracas puede ser simplemente un viaje. Repetido con alguna frecuencia, puede ser también, en los tiempos que corren, el encuentro reiterado con una realidad dolorosa, la constatación de un derrumbe que crece con los días. De uno de mis últimos recorridos recojo, como fotografías interiores, algunas imágenes. Cada viajero podría añadir las suyas y podría ubicarlas en el contexto de ese tránsito al deterioro progresivo.

Primera imagen: escasa circulación. Si antes había que salir de madrugada para llegar a Valencia en poco más de dos horas, ahora es posible hacerlo en cualquier momento. Hay, simplemente, menos carros en la vía, reflejo de menor actividad, reducción o deterioro del parque automotor, carencia de repuestos, pérdida de confianza por los índices de inseguridad. La menor movilización de carga es un indicativo, además, de la caída de la actividad productiva. Al verlo uno entiende mejor los números que advierten la dramática caída del PIB, calculada para este año por el FMI en 15%, la más grande del mundo, mayor que la de la debacle financiera de 2008, mayor que la de Alemania después de la guerra, mayor en reducción del ingreso per cápita que el registrado en Estados Unidos en la gran depresión del 29.

Segunda: gente deambulando sin rumbo a lo largo del hombrillo, en una y otra dirección, de caserío en caserío o hacia ninguna parte, lánguidamente, con cansancio en las espaldas.

Tercera imagen de ese día: caravana de autobuses chinos Yutong, de la flota Bus Yaracuy, circulando a grandes velocidades, pintados de rojo, con gente vestida de rojo. Como para preguntarse si la velocidad a la que circulan no implica un grave riesgo, si existe una norma que los regule, si hay autoridades que los controlen, si quienes conducen las unidades están bien entrenados y conscientes de su responsabilidad. Y junto a los Yutong, camiones de volteo trasladando personas como carga. Y autobuses de línea, en otra hora llamados de lujo y bien acondicionados, ahora visiblemente deteriorados, con ventanas rotas, algunos detenidos en la vía, recalentados, con el capot levantado, venidos a menos.

Cuarta: los valles de Aragua. La memoria trae el paisaje de palmeras y hermosas plantaciones de caña. La visión de ahora es la del abandono: tierras sin cultivo, deterioro, galpones destartalados y vacíos donde se anunciaba siembras de hortalizas. ¿Alguien hizo un estudio de factibilidad para esas siembras? ¿Alguien pensó en los niveles freáticos y la necesidad de abundante agua para las hortalizas? ¿La Contraloría ha hecho algún análisis de los pagos por esas inversiones? ¿Qué queda de la revolución agraria? Acaso algunos desteñidos avisos, vallas oxidadas.

Quinta: el tren abandonado. Era el gran proyecto para descongestionar la autopista. Hoy, paralizado, es apenas la constancia de un fracaso, la memoria de gigantescos capitales inmovilizados. Entre tanto, el viaducto de la Cabrera sigue sosteniendo la circulación sobre una vía de parches, en emergencia permanente.

Sexta: las zonas industriales. Tejerías, La Victoria, La Encrucijada, Cagua, Maracay, San Joaquín y Valencia son la prueba visible de la paralización del aparato productivo. Plantas fantasma, cerradas o con niveles mínimos de producción.

Séptima: luminarias rotas, postes en mal estado, doblándose por el peso, luces prendidas en el día. ¿Quién es el responsable del mantenimiento? ¿Cuál es el ministerio de adscripción?

Octava: paredes de granito con leyendas revolucionarias. Fueron levantadas para marcar el paso de un estado a otro. Las leyendas han ido desapareciendo, muchas láminas han sido robadas. ¿Es acaso una prueba de la incapacidad de mantener el pensamiento revolucionario ni siquiera en las paredes?

A la vista de estas y otras imágenes el viajero no puede sino pensar en la dimensión del esfuerzo nacional que será necesario desplegar a la hora de la reconstrucción. Para el mundo, Venezuela es un país que llama a la preocupación. Para quienes apuestan por la recuperación es la hora de cancelar este viaje a la destrucción y de emprender el de la construcción, el de la acción bien gerenciada, el de la responsabilidad, personal y social, de los individuos, de las organizaciones, de las instancias de poder.

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