Hasta hace unos años la figura del comandante eterno inundaba todo el espectro comunicacional, ahora es la imagen de miles de venezolanos, haciendo colas kilométricas para comprar nada con un salario de hambre. Cada ciudadano, inexorablemente, fue llevado a la pobreza porque el país se ha convertido en una mezcla de reservas internacionales dilapidadas y presupuesto deficitario, imposible de financiar.

El Estado vive endeudado debido al descontrol en el gasto fiscal. No pudo, no supo y no quiso deslastrarse de la dependencia de la renta petrolera, que amortiza alrededor de 70% del consumo de la nación.

Estamos hundidos en el caos, sumado a la crisis institucional, que es una combinación para la reflexión, para aplicar políticas económicas de ajuste e ir minimizando el malestar social. Pero por conflictos ideológicos, el presidente Nicolás Maduro y sus colaboradores no van a efectuar cambios, solo promueven la discriminación y la ignorancia.

Sin embargo, la inflación se traga el sueldo; la inseguridad se cobra la vida y el descontento provoca indignación en la sociedad. Hemos tocado fondo, nada puede ser peor porque con la baja del precio del barril de crudo lo que nos espera para lo que queda de 2017 y el próximo año 2018, es bailar joropo sin alpargatas.

Debemos tomar en cuenta que por cada dólar que dejamos de percibir por la venta de nuestro oro negro, la nación sufre una pérdida de 700 millones de dólares anuales. Desde junio de 2014 hasta la fecha ha bajado 30% la cotización del hidrocarburo, eso se traduce en una merma de los ingresos por el orden de los 43 mil millones de dólares.

El costo de la vida para 2017 se calcula que pasará de 300%, con posibilidades de superar 1.000% en 2018 debido a la contracción del producto interno bruto, aumento de la escasez de artículos básicos y erráticas políticas macroeconómicas.

Sostener las misiones y los subsidios no se hace con recortar gastos suntuarios, sino con devaluación de la moneda y endeudamiento; por ejemplo a China le debemos 13,7 millardos de dólares por préstamos petroleros y a Rusia 955 millones de dólares. Sin embargo, nunca se cansaron de repetir hasta el fastidio que éramos soberanos, autosuficientes y poseedores de una moneda fuerte. Lo que conviene para el gobierno es mantener una ilusión para afrontar las próximas elecciones de gobernadores, sin importar las consecuencias de imprimir dinero inorgánico, obligando a los empresarios y comerciantes a vender sus productos a precios ficticios.

Pero la capacidad de mentir se les acabó porque todo ha sido producto de la improvisación, y ahora sumidos en el estancamiento. Toda esta revolución es puro humo, ruido, agitación y miseria. La realidad supera esa creatividad bolivariana. En 18 años han conducido a Venezuela a la indigencia porque para cada solución, han generado un problema.

Estamos en crisis por la falta de alimentos, medicinas, materias primas para las industrias. Además, controles ineficientes han ahogado la empresa privada, se le añade la corrupción, la delincuencia y el desempleo. Cada ciudadano se ha convertido en un buscador de soluciones, solo con la finalidad de poder sobrevivir.


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