Entre taras y tinieblas

Conocen bien mi desdén por la intelectualidad y la academia venezolana, sobre todo por aquella que ha prevalecido en los últimos cuarenta años de la vida política del país; lo he señalado y subrayado con insistencia. Los responsabilizo, en alguna medida, de nuestra ruina histórica. Chávez los pisoteó generacionalmente. Fracasaron.

La opacidad de sus ideas e imaginación (ni una obra cardinal en estos años), la lenidad (blandura moral: “Me doblo pero no me rompo”) y la comodidad ebria con que se acoplan al poder económico son algunas de las taras que describen las tinieblas de su pensamiento.

La falta de conciencia crítica, la inmoralidad y la soberbia facilitaron la llegada del chavismo.

Vagos e inciertos

Le cedo la palabra a Octavio Paz: “Estos escritos son tentativas de comprensión de una realidad elusiva. No son estudios, son atisbos…, escritos no por un especialista, sino por alguien fascinado y dolido ante la terrible historia del siglo XX… No soy historiador y menos aún sociólogo. Me atrevo a tocar temas históricos porque mis lecturas me han enseñado que la historia, hija de la observación y de la imaginación, es a un tiempo ciencia y arte. En cuanto a la sociología: su materia y sus límites son vagos, sus conclusiones inciertas. Espero que mis opiniones estén más cerca de la historia que de la sociología…”.

Muchos intelectuales venezolanos son más sociólogos que historiadores, es decir, vagos e inciertos.

Cansan, confunden, condenan

¿Son los intelectuales y artistas venezolanos los únicos responsables de la debacle de nuestra nación? No, no lo son. Ni siquiera son los principales responsables. Sé que he sido –y soy– mordaz con ellos, pero mi propósito (malicioso, lo reconozco) es menear el árbol seco de su imaginación y visión histórica; que se limpien las lagañas y despabilen, Venezuela los necesita despiertos no apoltronados en sus sillones de barro.

Cansan, confunden, condenan, padecen las tres “c” de la banalidad intelectual. Su nihilismo es superficial, han abdicado moralmente, son glotones de la trivialidad. Los he llamado histéricos doños académicos o mulas cansadas de la política. He sido benévolo.

Pero en esta hora fatal de Venezuela, aunque resulte paradójico, los necesitamos despiertos. Ojalá vean.

¿Ingenuos, radicales o alarmistas?

Rescato esta censura crítica porque ahora que la fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, ha abierto una investigación preliminar sobre los crímenes de lesa humanidad que está cometiendo el chavismo en Venezuela, recordé las injurias y hasta burlas a que nos sometió la aletargada intelligentsia venezolana cuando algunos alertamos en 2002 sobre los crímenes de lesa humanidad que estaban sucediendo, pero, sobre todo, cuando advertimos sobre lo que ocurriría.

Artículos, entrevistas, hasta cátedras, fueron empleados casi unívocamente para señalarnos como “ingenuos, radicales o alarmistas” por señalar a Chávez como un criminal. Un encuestador (que funge como místico de la numerología) llegó a decir –palabras más o menos– que en Venezuela, con el chavismo, no había crímenes de lesa humanidad, lo que había era un mal gobierno. Ese mismo numerólogo también dijo que no había crisis humanitaria, que había que apoyar y trabajar con Maduro.

¿Lo recuerdan?

La inquisición y la hoguera

Esos mismos “intelectuales” de botiquín universitario son los que han dicho –y dicen– que en Venezuela no hay una dictadura, que no se debe protestar en las calles ni de ninguna manera contra la tiranía, que eso es cosa de “radicales”, que hay que esperar la ruina nacional para reaccionar. Con una arrogancia inquisidora (y criminal), que escupe maní y salpica whisky mientras dictamina babosadas, ahora dicen que Venezuela no necesita colaboración extranjera para, conjuntamente con el activismo venezolano, liberarse de la peste chavista. Desde sus poltronas de lodo, llaman sectarios a los que luchan, según ellos los rebeldes merecen la hoguera.

Mientras la intelligentsia sale de su sueño amargo, de su ebriedad y hemiplejia intelectual, los “ingenuos, radicales y alarmistas” confirmamos con horror nuestros peores presagios, las devastadoras visiones de nuestra fatalidad: la hambruna, la persecución, la tortura, la prisión y el asesinato políticos, el secuestro total de un país a manos de unos narcotraficantes y criminales socialistas.

Confirmamos nuestro inconcebible holocausto.

Posdata ingenua, radical y alarmista

Es tarde para lamentos, lo peor está por venir, lo único a que aspira esta entrega es que tú estés claro. Si la falta de conciencia crítica, la inmoralidad y la soberbia de las élites facilitó la llegada del chavismo, lo único que nos liberará de él será la conciencia, la moral y la ecuanimidad del liderazgo.

Y en un país arrasado como el nuestro, el líder eres tú…


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