La expresión “candidato de Manchuria” o Manchurian Candidate es utilizada en el argot político norteamericano para señalar a un candidato que se postula para un cargo público militando dentro de un grupo, que lo apoya para ganar las elecciones, pero una vez elegido utiliza sus funciones, sean ejecutivas o legislativas, para ayudar al adversario. También se refiere a un “topo” o agente oculto dentro de una organización que trabaja para el enemigo.

Chávez fue el “candidato de Manchuria” de Fidel Castro en 1998, de eso no hay ninguna duda. Veinte años después, pareciera que se repite el mismo guion, esta vez interpretado por Henri Falcón, salido de las filas de la MUD. Este oscuro personaje se había plegado a la oposición haciéndose pasar como un chavista arrepentido, lo que le permitió participar activamente en el seno de la organización opositora, en la que llegó a dirigir la campaña electoral de 2013, a solicitud de Henrique Capriles. Si bien lo expulsaron hace unos días al no acatar el llamado abstencionista de la unidad, su traición a la MUD no solo revela su verdadero papel de agente del régimen, al brindarle argumentos para tratar de legitimar unas elecciones fraudulentas, sino que desnuda la estulticia política de los que le abren las puertas al enemigo y a los mercaderes de la política.

El candidato de Manchuria, un filme visionario dirigido en 1962 por John Frankenheimer, en el que actúan Frank Sinatra, Laurence Harvey y Janet Leigh, es el origen de la expresión antes citada. El guion está basado en la novela del mismo nombre, del escritor Richard Condon, publicada en 1959. En el centro de la trama, un sargento del Ejército estadounidense es atrapado junto con los miembros de su patrulla por el Ejército chino. Al regresar a su país es condecorado por heroísmo en combate, y tiene acceso a las altas esferas de la política, pero en realidad se ha convertido en un espía comunista y un sicario de los chinos en alianza con los rusos, pues, durante su cautiverio, le han lavado el cerebro y lo han entrenado para que ejecute un asesinato político. Al presentarle una carta de póker, la Reina de Diamantes, el “topo” cumple una orden poshipnótica y ejecuta la misión para la que ha sido programado.

La candidatura de Henri Falcón puede ser tomada por los amigos de las teorías conspirativas como una analogía con esta historia de suspenso, pero la diferencia es que no fue necesario que le lavaran el cerebro, porque este ex militar, ex miembro del MBR y ex militante del PSUV es un comunista convencido y chavista de uña en el rabo. Este ambiguo personaje, que fingió ser de oposición ante los cándidos y algunos no tan cándidos dirigentes de la MUD, podría ser “el candidato de Manchuria” de los cubanos, aliados con los rusos y chinos, para preservar el poder en manos de los militares gorilas y así continuar saqueando el país y asesinando la democracia. Esto último sí tiene parecido con la historia original, ya que con su candidatura destruye muchas de las conquistas de la oposición. En el caso de que no sea el “candidato de Manchuria”, Falcón se presta como actor de reparto para justificar esta comparsa electoral mal llamada elecciones presidenciales, convocada de manera inconstitucional por la ANC y organizada prêt-à-porter por el fraudulento CNE, ambas instituciones falsas al servicio de la dictadura.

Henri Falcón, candidato presidencial

El escritor Alberto Barrera Tyszka ha resumido con gran claridad la importancia del papel que desempeña Henri Falcón a favor del régimen: “No hay que especular sobre la existencia o no de intenciones ocultas o complicidades secretas. Más allá de eso, comprometerse a participar en las próximas elecciones presidenciales no solo intenta regalarle a Nicolás Maduro algún margen de legitimidad, sino propone, también, desautorizar al liderazgo de la oposición, a los partidos y a todos quienes han aseverado que no hay condiciones para realizar una elección transparente y medianamente equilibrada en el país. Al inscribir su candidatura, Falcón trata de hacer posible que el fraude se llame elección. Que la imposición autoritaria sea vista como un evento democrático. Que la estafa se transforme en una ceremonia legal. Y de esta forma, entonces, también se anula la memoria histórica, la lucha de un sector mayoritario que lleva dos años exigiendo una participación electoral diferente, unas elecciones de otro tipo en el país”.

Por otra parte, es bueno recordar que Henri Falcón cuenta con bases de apoyo en el estado Lara, labradas desde que asumió la alcaldía de Barquisimeto y después como gobernador, al crear comunas campesinas y redes de organizaciones sociales urbanas plagadas de ex guerrilleros. Desde entonces, sus estrategias son cocinadas en una sala situacional que agrupa a miembros del Polo Patriótico, militares, magistrados, así como antiguos miembros de Punto Cero, organización guerrillera de los setenta que, en ese entonces, rechazó la pacificación, prefiriendo dedicarse al negocio de los secuestros y asaltos a bancos. Algunos de ellos, si bien engavetaron las armas, continúan su labor de agentes castro-comunistas.

Volviendo a las analogías, Gustavo Coronel en su artículo “El escenario caballo de Troya”, esboza un escenario similar al primero: “El narcorrégimen ya ha comprendido que le resulta imposible seguir gobernando a un país destruido e internacionalmente aislado, manejado por un régimen despreciado, sin fuentes suficientes de ingreso. (…) Mediante la puesta en escena del 22 de abril sucederían cuatro cosas: la primera, que Maduro sería electoralmente derrotado por Falcón. De eso se encargaría Tibisay, junto con la empresa a ser utilizada, a cargo de Jesse. La segunda, el presidente electo Falcón, como gran demócrata, pediría ayuda financiera internacional para sacar al país adelante. Tercero y lo más importante: que los cabecillas del narcorrégimen serían respetados, en aras de la convivencia nacional, de los sentimientos de “grandeza” del pueblo venezolano, reacio a la venganza. Cuarto, que las relaciones con La Habana se mantendrían con un perfil más bajo, para no asustar a nadie, pero esencialmente de la misma manera que bajo el actual narcorrégimen. (…) Hasta ahora, todo parece indicar que la están montando en firme. Las candidaturas de Maduro y de Falcón ya se han registrado ante Tibisay y hay guiño de ojos entre los representantes de ambos grupos. Los estrategas cubanos esperan que Venezuela, una vez más, guarde silencio ante la farsa. Hay optimismo en el campo del narcorrégimen. ¿Se montará esta farsa en escena? La mejor manera de impedir que se concrete es denunciar su posibilidad”, concluye Coronel.

Como bien lo expresa Oswaldo Álvarez Paz (“Tiempo de definiciones serias”): “Estamos en dictadura o no. ¿Se trata simplemente de una democracia lesionada e imperfecta, pero aún vigente, que pudiera mediante el sufragio en las condiciones actuales corregir los defectos y retornar a la plena vigencia de los principios fundamentales que deben orientar sus acciones? Quiero que lo digan en alta voz y promuevan el debate correspondiente. Así caerían todas las caretas y quedarían al descubierto, más de lo que están, las dobles intenciones que condicionan la conducta de algunos”.

El bochorno que recientemente causaron los cuatro gobernadores opositores que se juramentaron ante la ANC y ahora el intento de asesinato político de la democracia que intenta perpetrar el candidato de Manchuria, deben llamar a la reflexión a las organizaciones democráticas sobre el necesario momento de definiciones y el plantearse de una buena vez el “quién es quién” dentro de sus filas, no solo en relación con los agentes ocultos cobijados en su seno, sino también la necesidad de expulsar del templo de la democracia a los mercaderes de la política, esos supuestos dirigentes opositores con “dobles intenciones” (OAP dixit) que mientras los jóvenes se sacrifican en las calles o son torturados en las mazmorras de la dictadura, ellos se dedican a negociar con el régimen y a triangulaciones financieras con Cuba, esto último denunciado por El Nuevo Herald.

En la versión criolla del filme de Frankenheimer, habría que precisar si la Reina de Diamantes, imagen fatídica que desencadena la orden emanada por los autores intelectuales, la sacan de un mazo de cartas o de una maleta de color verde, de las muchas que salen de Miraflores. También podríamos colocar un cartel al final que dijera: “Cualquier parecido con la realidad ¿es acaso mera coincidencia?”.

Portada del libro de Richard Condon The Manchurian Candidate, 1959.

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