Hace días que en Venezuela se reveló una multitud de valientes jóvenes, estudiantes, y de otros sectores de la población, sin importar la condición social; hace días que perecieron por la brutal represión dictatorial muchos de esos jovenzuelos generosos, que soñaron un día de libertad y justicia para Venezuela y solo recibieron una derrota por parte de sus adversarios, y, en ciertos casos, una despedida cobarde de pretendidos amigos y solidarios, pues los tacharon de extremistas porque portaban escudos de cartón e incluso que llevaban explosivos. Más bien parecían de la Edad Media con esos cartones, comunicaban la idea de idealismo, mundo virtual, pues se lanzaron a la calle a manifestar solamente con cierto bastimento, desprovistos de elementales armas de defensa personal.

Días hace de todo eso, como hace días que los medios independientes levantaron su voz para honrar la memoria de esos valerosos muchachos demócratas y vindicarles ante el desdén de la prensa oficialista y de otra presuntamente neutral, más bien temerosa; y, sin embargo, a la voz independiente no se ha unido ninguna voz de las instituciones políticas, sobre todo, de los partidos, quizá, por empeñarse en no molestar, tal vez en pactar con el ocupante de Miraflores, comunicando la impresión que desviaron esa masiva indignación hacia fines bastardos, como demostrar fuerza para luego participar en el tinglado llamado diálogo. Ni siquiera aquellos medios oficiales pretendidamente demócratas de Carabobo, Zulia, Miranda, Caracas, Táchira, en que murieron varios de esos jóvenes. Y no hubo un solo comité partidista, ninguna dirección regional o nacional que honrara el pase de esos valientes románticos hacia la eternidad; ¡nadie!

Transcurren los días, va pasando el tiempo, va esfumándose ese hecho allá en las lejanías del recuerdo, y todo vuelve a dar la impresión que la dictadura sigue en buena lid comandando el desenvolvimiento del malogrado sistema político. No es que todo vuelve a quedar lo mismo, es que se afianza el control político del país ejercido por Cuba, que es el soporte donde se apoya, a expensas del malestar nacional, el desgobierno de Maduro. Todo no queda lo mismo, pues sufrimos más la hiperinflación, las injusticias, la exclusión, la crisis humanitaria, el resurgimiento de epidemias (sarampión), otra vez la escasez de gasolina y la que se vende es de pésima calidad, pero, lo más significativo es la traición de la MUD a la aspiración nacional de la revolución política al enrolarse en elecciones regionales que jamás serán libres, imparciales, pulcras, mientras exista este régimen torcedor de la “voluntad de todos” al través del CNE integrado por oficialistas, manipulado desde Cuba al través del cable telefónico submarino, elecciones que proyectan la imagen de una inexistente democracia liberal respetuosa del Estado de Derecho, todo lo cual afianza el intolerable, antidemocrático estado atroz de cosas.

Sufrimos todos la arbitrariedad monstruosa que cada día se hace más pesada, pero nadie ahora protesta con marchas, tal vez porque falta una dirección política que canalice el descontento generalizado a causa de la gestión dictatorial aunada al salvavidas político que siempre le lanza la MUD cuando aquella se encuentra atosigada nacional e internacionalmente debido a su actuación antinacional y a la gran regresión que arroja la ausencia de una política económica acertada.

Y el cambio político, anhelo insumiso, no se hace. No porque los obreros, los campesinos, la clase media, los pequeños y grandes empresarios, los estudiantes, los profesores, médicos y demás profesionales no estén dispuestos a ello, sino porque la cooperación de la MUD, comprada, tal vez, como es costumbre del régimen, se fundamenta en intereses exclusivamente partidistas y personales, en cálculos políticos que si bien podrían favorece sus objetivos particulares, en nada contribuyen a superar la crisis nacional, dándose el absurdo de que, siendo dichos partidos fundados presuntamente para la busca del desarrollo nacional, se encuentran boyantes de “éxitos políticos” en medio de un país tendiente a la ruina total.

A esas organizaciones políticas hay que evadirlas, primero, no votando en las elecciones regionales que son un cosmético presuntamente democrático y, segundo, estableciendo una nueva institución política que, como he dicho reiteradamente, reinterprete las ansias de renovación política y trace una estrategia para lograrlo; tal institución nueva podría tener un nombre juvenil, mediático, sin mucho rebuscamiento ideológico, como: Salvar a Venezuela. De eso se trata, crear este nuevo emprendimiento político para sacarla de la ocupación tóxica de Cuba y sus apéndices nacionales, luego progresar en libertad y justicia para el bienestar de los venezolanos. El sueño insumiso reviviría, se haría realidad.

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