Uno de los precursores del Teatro del Absurdo, Eugene Ionesco nació en Slatina, Rumania, el 26 de noviembre de 1909. Fallecido a la edad de 84 años, el 28 de marzo de 1994, fue autor de una dilatada obra literaria, escrita fundamentalmente en idioma francés, que incluye artículos, diarios, novelas, ensayos y piezas teatrales, destacando entre estas últimas piezas como La cantante calva, La lección, El rinoceronte y Las sillas.

Escrita en 1952, Las sillas fue seleccionada para ser presentada como trabajo de grado por parte de Aguasanta Rojas y Natasha Mendonça, quienes como directora y directora de arte, respectivamente, aplicaron con esta puesta en escena a su licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. Después ha sido presentada al público en funciones especiales desarrolladas en la sala de Teatro Luis Peraza, del Centro de Creación Artística TET en Los Chaguaramos, donde puede ser vista los sábados y domingos a las 2:00 pm.

Catalogada al momento de su estreno en 1952, tanto en París como en Londres como “la peor obra de su escritor”, fue revisada por el propio Ionesco, para ser presentada nuevamente en 1955, obteniendo entonces un gran éxito de crítica. En el tiempo se convirtió en uno de los más destacados textos de su autor, quien la consideró su pieza favorita.

Coincidiendo en fecha con Esperando a Godot de Samuel Beckett, ambos autores se convirtieron en destacados representantes del Teatro del Absurdo, un movimiento escénico desarrollado entre las décadas comprendidas entre 1940 y 1960, innovando a través de diálogos aparentemente banales y repetitivos, sin estructura dramática en su sentido clásico, y apelando al existencialismo propio de la corriente filosófica del mismo nombre, enfocada en la búsqueda del sentido de la condición humana, para tratar de comprender el significado de la vida.

En Las sillas, una pareja de ancianos, hombre y mujer, comparten su vejez y su soledad, tras una vida que intuimos llena de fracasos y humillaciones, habitando una torre situada en una isla, donde a pesar de sus conversaciones cotidianas no existe entre ellos una verdadera comunicación. La llegada de unos imaginarios visitantes, quienes desbordarán el vacío de su hogar con numerosas sillas, les llevará a enfrentar la rutina de su existencia, recibiendo finalmente a un misterioso y mesiánico personaje en el cual confían su salvación.

Un texto propio de un momento histórico, sin duda de fundamental importancia para el análisis de la evolución del teatro, es tratado en esta puesta en escena creada por Aguasanta Rosas y Natasha Mendonça, la cual destaca por lo correcto y fresco de su aproximación, apoyada en el efectivo y complejo trabajo interpretativo de María Verónica Landaeta y Pedro Borgo, quienes con picardía se transforman en los dos seniles personajes, conviviendo en un mundo que resulta frontera entre la razón y la locura.

Un decorado realizado por Escenografía-ya, de inspiración dadaísta, con una escultórica pared de fondo, contenedora del espacio en el que se desarrolla la acción entre sus dos protagonistas, complementa junto a su vestuario y al diseño de iluminación a cargo de María Teresa Coronado la cuidada propuesta estética del montaje.

@jose_pisano


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