Ya van 2 meses de protesta en las calles de Venezuela contra el régimen chavista y muy especialmente contra su cara más visible, Nicolás Maduro. También van por lo menos 61 muertos, según conteo reciente hecho por El Nacional. Más de un muerto por día.

Adónde nos va a llevar esto, sigue siendo la gran pregunta.

Uno imagina que la dirigencia democrática no la tiene fácil a la hora de discutir y decidir qué hacer en el corto y mediano plazo en función del objetivo de sustituir a esta camarilla que hoy gobierna el país. Difícil, porque la lucha es obviamente desigual, sin armas de este lado, y bregando por la institucionalidad. El otro lado tiene el monopolio de las armas y brega por destruir completamente la institucionalidad democrática, a la cual definitivamente le perdió el respeto. Lo que aparentemente está claro y no hay hasta ahora divergencias en el campo opositor es la decisión de no abandonar la protesta en las calles. Hasta ahora.

Es importante preguntarse qué se busca con la protesta en las calles. Para muchos quizás sea obvio, para la mayoría de quienes participan activamente en la protesta. Que se vayan Maduro y sus secuaces. Que se vayan Cilia, Diosdado, Jaua, los Rodríguez, Istúriz, Bernal, los dos Tareck, los jueces del Tribunal Supremo, las señoras del CNE, Padrino, el ministro del Interior, los corruptos, los narco-corruptos, los colectivos, etc., etc. Que se vayan. Es lo que busca la gente. Harta de su situación, como hemos dicho muchas veces. De allí salen esos héroes y esos mártires.

Ahora se ha hecho costumbre la canalización ordenada casi diaria de la protesta. Hoy partiremos de tal o cual lado. Vamos al TSJ, o vamos a la Defensoría. Hoy salimos de tal o cual punto. Este es el recorrido. Hoy saldrán los médicos. Mañana salen los viejitos. Hoy protestamos la muerte de tal estudiante. Los gochos siguen dando la talla.

¿Adónde nos lleva esto y qué se quiere con estas programaciones diarias? Está visto que el régimen está dispuesto a aguantar hasta el final. No le importa reprimir, no le importan los muertos, no le importa el hambre ni la escasez, no le importa que 90% del país rechace a Maduro y su gobierno.

Muy difícil, creo yo, que se resquebrajen las Fuerzas Armadas con estas protestas diarias en las calles. No se ha tomado, ni se ha intentado tomar Miraflores. Ni siquiera se ha querido ir hasta allá. Cuando se quiso ir en octubre pasado, vino el fulano diálogo, y se abandonó la calle. La dirigencia democrática, es natural, tampoco quiere arriesgarlo todo con un baño de sangre. Ya sabemos de la famosa grabación de los generales y los francotiradores.

Pero algo habrá que hacer, si se quiere que el régimen ceda. Calle, calle y calle, algo con lo que todo el mundo está de acuerdo, no parece ser suficiente.

En la discusión pública, nacional e internacional, se han identificado, grosso modo, tres factores de poder que se la están jugando para mantener en vigencia al régimen. Un grupo que se beneficia o se ha beneficiado del narcotráfico, otro grupo que se ha aprovechado del acceso a los dólares preferenciales y ha traficado con las importaciones y exportaciones en general, incluida comida, medicinas y petróleo… y los cubanos. Alrededor de estos tres factores de poder hay civiles y militares. Los factores y grupos se intersectan entre sí.

Las manifestaciones, pacíficas, de protesta en las calles persiguen supuestamente que se quiebre la voluntad de quienes están en posiciones de poder. Uno, desde afuera, asume que se querrá quebrar el apoyo al régimen de factores políticos del PSUV, o de militares que se negarían a acatar órdenes que impliquen más represión contra el pueblo, o que se le rebelen a la jerarquía que hoy manda en las Fuerzas Armadas. Pero para que esto ocurra, piensa uno, tendrían que pasar cosas extraordinarias, fuera de lo normal, algo que mueva esas voluntades, más allá de las penurias por las que pasa la gente debido a “la guerra económica” y al “saboteo del imperialismo”.

Hace un mes Maduro todavía hablaba de que quería ir a las elecciones regionales de gobernadores. No había hecho su propuesta de convocar la asamblea nacional constituyente a la soviética. Ahí estaba la calle, que pedía lo que aún pide, la legitimación de la Asamblea Nacional y de la separación de los poderes públicos, la liberación de los presos políticos y la apertura de un canal humanitario. Y que se vaya Maduro, que es realmente lo que quiere la gente. Hace un mes el régimen no había propuesto una alternativa política para la discusión. Evidentemente no iba a proponer nada que lo obligara a contarse.

Cuando del lado opositor se consideró la propuesta tardía de las elecciones regionales, surgió de inmediato el dilema de si se iba o no, y la tendencia parecía ser que no se iba aceptar participar en esos comicios, que había que seguir en la calle y ver lo que la calle daba. Calle, calle, calle.

El régimen y sus personeros fueron más realistas que la oposición. De haber elecciones regionales, aun con un sector de la oposición no participando oficialmente, el régimen hubiera perdido de calle, de calle, de calle. Por eso se terminó de quitar la máscara y propuso la constituyente soviética, todo el poder a los soviets.

Como quiera que se desee ver esta propuesta, el régimen propuso algo para la discusión, que ciertamente no ha tenido ninguna popularidad y más bien ha creado fisuras entre civiles chavistas, unos que creyeron sinceramente en la revolución que propuso Chávez, o que se quieren ir zafando del régimen para no ahogarse con él. (Cualquiera de estas dos razones sigue siendo buena para la oposición democrática). Frente a ello, la propuesta sigue siendo la calle.

A mí me hubiera gustado que la dirigencia democrática le hubiera agarrado al régimen ese trompo en la uña y hubiera contrapropuesto un referéndum consultivo sobre la fulana asamblea constituyente ante el propio y actual Consejo Nacional Electoral. Presionar institucionalmente y demostrar una vez más que ni ese CNE ni el régimen como tal tienen ninguna legitimidad. Ustedes quieren constituyente (de paso, una vieja propuesta de uno de los principales partidos de oposición) y nosotros queremos elecciones. ¡Consultémosle al pueblo y hagamos valer la Constitución! Es el tipo de iniciativa y de liderazgo que animan a que se muevan hacia este lado los que están en la acera de enfrente. No un referéndum organizado por la Asamblea Nacional para el consumo de los que ya están convencidos.

Si de lo que se trata es defender la Constitución, luce que hay que ser consecuente y forzar hasta el final la barra legal. Es lo que le da sentido a seguir la protesta en las calles. Si no, ¿cuál es la alternativa?

Bueno, también se puede ir tocando a los cubanos, quizás por la puerta de atrás.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!