Son tantos los pesares y circunstancias negativas que abruman a Venezuela que en veces resulta difícil escoger un tema específico para desarrollarlo debidamente. Este Viernes Santo, cuando escribo, así acontece. He seleccionado, sin embargo, tres aspectos relevantes para exponer que tienen que ver con la situación fáctica de nuestro país: la ingesta alimentaria de esta época; acorde a lo señalado por su eminencia cardenal Urosa Savino. Sócrates, su pensamiento y parangón en nuestra historia contemporánea; y, por último, la “traición a la patria” como figura recurrente –muy coercitiva por lo demás– empleada por el oficialismo para coaccionar a opositores. Con motivo al anuncio guyanés de acudir a la Corte de La Haya para dirimir el conflicto territorial.

El cardenal dixit: “Si no hay otra cosa, pues uno tiene que comer carne…”. La locución se refiere, indudablemente, a la tradición cristiana de ingerir pescado el Viernes Santo en lugar de carne vacuna. La imposibilidad de consumir el exquisito fruto del mar no se debe a la escasez del producto. Su causa real es el exorbitante precio que solamente algunos privilegiados (la mayoría proveniente del burocratismo oficial y su escogida clientela escogida a dedo) pueden sufragar. El ilustre arzobispo de Caracas, sin embargo, se quedó corto en su significativa declaración. No se trata de afrontar el vetusto temor de ingerirla por las consecuencias que tal conducta pudiere derivar en la antigua tradición cristiana. Se trata, simplemente, de que el costo de la carne en general tiene precios tan elevados que resulta misión –más que imposible– inimaginable que cualesquier hijo de vecino pueda ingerir las calorías necesarias para sobrellevar una vida saludable. Es tan crítica la situación de hambruna que asola a Venezuela, que la posibilidad de comer productos más baratos pero contenidos de proteínas –como los granos en general–, ostentan de igual manera un costo tan elevado que su consumo se puede señalar como de lujo. El Nacional, en días recientes, reseñó que ya es costumbre establecida el hecho de que personas armadas resguarden los contenedores de basura para asegurar –mediante esa indigna práctica– el empleo de desechos alimentarios. Barriga con hambre acompañada con sinfonía desafinada de tripas vacías no entiende de explicaciones dialécticas.

Sócrates. Si el filósofo hubiere experimentado la tecnología moderna su pensamiento vertido en innumerables diálogos tête à tête (siempre privilegiados por sobre la modalidad escrita) estarían sistematizados y ordenados sin interpretación alguna. Inclusive de la sin par emanada por la apología de Platón y otros contemporáneos y discípulos suyos (Aristófanes y Jenofonte). La reflexión sobrevino a raíz de la lectura de un artículo publicado en Prodavinci. Ilustrado con la célebre pintura donde se testimonió su muerte. La casi autonarración de su deceso –producto de las preguntas formuladas por discípulos– hizo que el recuerdo de viejas lecturas afloraran nuevamente a mi mente. Por asociación de ideas contrasté la situación vivida en la Grecia del año 399 a.C., con motivo a la ejecución de su sentencia a muerte por cicuta, con la Venezuela de nuestros días. La mente es traviesa por naturaleza. Un cuerpo político-militar espartano denominado “los Treinta Tiranos” derrocó la democracia y tomó el poder como consecuencia de la guerra del Peloponeso y sometió a la polis a una despiadada matanza y ruina económica. ¡Todo en el lapso de un año! Sócrates aseveró que las leyes emanadas por los Treinta Tiranos eran objetables. Paradójicamente, consideró que estas leyes eran menos legítimas que las emanadas por el Senado democrático que lo condenó a muerte.

Desaparecido el tirano mayor de nuestro país en 2013, sobrevino un menguado –pero avispado– déspota escogido a dedo. Este, a su vez, se ha rodeado de una cohorte que escasamente no sobrepasa la docena. Una especie de “Ali Babá y sus cuarenta ladrones”, quienes nos llevan 5 años mangoneándonos. Si les sumamos los 14 años de Chávez; tenemos 19 años de sometimiento ignominioso, totalitario y destructor del republicanismo. Generador de la ruina económica, política y moral de Venezuela. Todos los ciclos históricos presentan su ascenso, su despliegue y su derrumbe. Así ha ocurrido, ocurre y ocurrirá. Este año 2018, a pesar de la insistencia latente de seudo opositores dialogantes, quienes persisten en coadyuvar la prolongación del mandato dictatorial, será el inequívoco inicio de la etapa de reconstrucción plena de la sociedad venezolana.

Traición a la patria. Los compatriotas que rebasamos más del 80% de la población opositora a la dictadura totalitaria mantenemos una rediviva “espada de Damocles” sobre nuestras cabezas. La ANC, de un momento a otro –ya sea por ley ordinaria o por nuevo texto constitucional– parirá un nuevo exabrupto político-legal por intermedio de la recurrida locución de “traición a la patria”. En su sentido lato –evidentemente– sería un crimen superior al de lesa humanidad. Incluso al de un homicidio común. Pero todos sabemos que esta no es la intención de los legisladores de pacotilla que ilegítimamente tenemos. De tal manera que no objeto la tipicidad stricto sensu del término y su ejemplar castigo. Lo que discuto es la verdadera intencionalidad y procedencia de este tipo de delito inexcusable.

Hecha la necesaria introducción deseo comentar y resaltar la información oficial emanada por el gobierno guyanés reseñada por El Nacional el pasado Viernes Santo: “Guyana llevará a Venezuela a la Corte de La Haya por el Esequibo”. Formalmente solicita que “se confirme la validez legal y el efecto vinculante del laudo arbitral de 1899 con respecto a la frontera entre Guyana y Venezuela”.

Se trata –ni más ni menos– de la “crónica de una muerte anunciada”. ¡Era un secreto a voces! El triunfo de la agresiva geopolítica instaurada por el régimen cubano desde hace más de cincuenta años en América, el Caribe y el resto del mundo. Geopolítica insuflada por el otrora poderoso comunismo internacional; y por algunos países denominados del “tercer mundo”. Liderizada de manera hegemónica por los hermanos Castro.

Lo grave de la situación derivada radica en la posición de Venezuela. Como Estado y nación, conformado por un territorio que forma parte intrínseca e indivisible de ambos conceptos.

Mi intención es recalcar lo que en otras oportunidades he señalado. Se trata de la actitud y política de Estado asumida por Hugo Chávez y Nicolás Maduro (con la responsabilidad indisoluble de todos los cancilleres que han tenido bajo su responsabilidad el manejo de tan delicado tema). Esta se ha caracterizado por una complicidad inocultable con la geopolítica castrista. Más que obsecuentes. Han sido irresponsables como mandatarios venezolanos cuyo rol fundamental, entre otros, es ser solidarios con los principios republicanos emanados a partir de 1810. Donde el Uti possidetis iuris es irrenunciable. Quien se atreva a vulnerarlo o a permitir su vulneración es “traidor a la patria”. Desde –aproximadamente– el año 2002 han estado coludidos y ha sido cómplices de la política exterior cubana. En el manejo de la disputa territorial con Guyana, los cubanos han sido tan claros como la luna que iluminó a Chávez cuando ungió a Maduro por encima de Cabello: ¡Su irrestricta solidaridad con la pretensión territorial guyanesa! No la han escondido ni disimulado jamás. Por ello, la conducta de los dos últimos presidentes venezolanos ha sido delictual por contravenir los altos intereses de la nación y el Estado venezolano. Ahora deseo escuchar al dialéctico ministro de la Defensa ante la situación oficialmente sobrevenida…

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@CheyeJR

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