Desde hace meses quienes aupamos a la mayoría de la oposición –a pesar de todos los pesares que son muchos–, hemos tenido escasas ocasiones de acompañarla y celebrarla por movimientos que parezcan despejar el difícil camino hacia la salida de la dictadura. Podría más bien decirse que la voz cantante opositora la ha llevado una minoría ciega y violentista que no cesa de dar incoherentes alaridos contra ella. Hace apenas pocos días tuvimos que tragar grueso sobre la muy comentada escisión en torno al señor Zapatero y sus indeseables gestiones. Pero casi al unísono y en voz muy baja, cada vez más audible, se vienen produciendo movimientos contundentes que bien considerados permiten de nuevo un espacio amplio para la esperanza de dar fin a la tragedia sin nombre que nos aplasta.

Son significativos aciertos en el esfuerzo de convocar al país y a la comunidad internacional para propiciar acuerdos conducentes a cerrarle el paso al inicio de un nuevo período presidencial de Nicolás Maduro el 10 de enero próximo, resultado de una elección fraudulenta, declarada írrita por numerosas fuerzas democráticas nacionales e internacionales. Me limito a describirlos y a sumar energía para convocar este loable y verosímil esfuerzo concertado.

La semana pasada la Asamblea Nacional aprobó un proyecto de acuerdo orientado a impulsar una solución política a la crisis nacional, con la intención de procurar la construcción de una pronta transición democrática ordenada, en la que se restablezcan las competencias de la AN y la renovación de los poderes públicos, se disuelva la ilegítima ANC y se promuevan condiciones electorales democráticas con un CNE equilibrado, bajo observación nacional e internacional calificada e independiente, que hagan posibles unas elecciones generales de todos los partidos y candidatos actualmente ilegalizados e inhabilitados por el régimen, con acceso igualitario a los medios de comunicación. Condiciones que desemboquen en un gobierno de paz y reconciliación nacional para iniciar la transformación económica y social de Venezuela.

El acuerdo, al que pareciera no escapársele ninguna cosa necesaria y confiable para el cambio, no contó con el apoyo de dos de las fracciones de la AN, la del movimiento 16 de Julio y la de la Causa R, en este segundo caso las diferencias fueron por un inexplicable problema de procedimiento.

Otra noticia reconfortante es el relanzamiento del Frente Amplio Venezuela Libre, con un ímpetu realmente novedoso y con mucho entusiasmo, cuyo objetivo inmediato es realizar un Congreso Nacional donde se trazarían los lineamientos a seguir para sumar partidos y sociedad civil hacia un decisivo capítulo de la batalla por la libertad.

La semana que pasó se efectuaron los encuentros regionales. Sus propuestas y resoluciones serán presentadas el 23 de noviembre en el Congreso Nacional que se realizará en Caracas. Porque precisamente la intención es organizar el Frente Amplio desde las comunidades, estimular y acompañar las protestas reivindicativas y sociales, y generar las condiciones de reclamo y protesta política que permitan construir una fuerza democrática amplia y sólida. De acuerdo con las declaraciones del rector de la UCAB, José Virtuoso, se aspira a tres grandes productos: soñar la Venezuela que queremos, consensuar el país que deseamos y diseñar las estrategias de lucha para lograrlo.

Agreguemos a esto que los jóvenes líderes de los distintos partidos, desde hace un buen rato y sin grandes alardes, por encima de las diferencias de sus organizaciones, recorren incesantemente el país en contacto directo con la gente.

Estas rutas concertadas, sin duda van labrando el camino en la dirección correcta. Es importante promoverlas para superar la invasión de los voceros del gobierno y los saboteos antiunitarios provenientes de las propias filas opositoras. Es la única opción.


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