Cuando el diagnóstico es errado se hace imposible encontrar la medicina que combata con éxito la enfermedad. Eso vale para cualquier situación. En este caso, trataré de desarrollar lo que quizá sea el ángulo más importante de la crisis en Venezuela y por qué se nos está haciendo tan difícil superarla.

Pues bien, lo primero es identificar a lo que nos enfrentamos, que no es precisamente un mal gobierno como los que pudimos haber tenido con anterioridad y durante toda la historia de Venezuela. Nada de eso. Quienes rigen el destino del país son individuos perfectamente organizados internacionalmente. Pudiéramos decir que representan una especie de cartel dedicado a múltiples actividades delictivas (tráfico de droga, corrupción, explotación minera, extorsión, etc.) que establecieron su guarida aquí, en el territorio nacional. Pero en lo que quisiera hacer hincapié es que ese grupo que detenta el poder, además de gozar de un andamiaje jurídico concebido y ajustado por ellos mismos para el logro de sus objetivos, también está adscrito a intereses geopolíticos totalmente ajenos a Venezuela. En efecto, en el mundo hay diversos intereses que son manejados por las grandes potencias. Me explico. Tratemos de dibujar un gran tablero de ajedrez, cuyas piezas, digamos las blancas, son movidas por nuestros aliados encabezados por Estados Unidos con su política del gendarme mundial, y las negras, por un cónclave conformado por China, Rusia, Irán y ahora Turquía, pero donde el “gigante asiático” es el que cuenta con la supremacía económica necesaria para expandirse por América Latina. Esto podría significar que Venezuela solo representa una minúscula ficha para estas superpotencias, sin embargo, creo que se nos impone saber lo que representamos en ese difícil juego de estrategias en la geopolítica mundial y además estamos obligados a demostrarlo. ¿Qué quiero significar con esto? Primero: los cambios no se producirán ni con elecciones ni mucho menos con diálogo, porque, como dije antes, el poder no está en manos de políticos, sino de una organización delictiva. Segundo: la medicina la tenemos en Venezuela, aunque indefectiblemente necesitaremos la ayuda de quienes mueven las fichas blancas en el tablero de ajedrez, porque quienes mueven las negras están resteados con el cartel gubernamental.

Las potencias se vigilan.

Ahora bien, los venezolanos que queremos que las cosas cambien, que somos de acuerdo con los sondeos de opinión, aproximadamente 85%, no podemos comportarnos como simples espectadores y esperar que las potencias resuelvan por sí solas, ya que seguirá pasando el tiempo y esos señores podrían dedicarse solo a mantenerse vigilados unos a otros y entre mensajes subliminales disuasivos, hasta que uno de los bandos mueva la primera ficha para liberarnos o conquistarnos. De hecho, eso es lo que ha venido ocurriendo desde la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos. Que tampoco es un político tradicional sino un empresario con mayor frialdad a la hora de defender los intereses estadounidenses. Esto no quiere decir que de buenas a primeras nos invadirán militarmente, lo que sí podrán hacer es facilitar la salida aportando la indispensable ayuda a quienes procuren el restablecimiento del orden en Venezuela. Restablecer el orden quiere decir volver a tener un gobierno en manos de políticos responsables y que hayan demostrado que el país está por encima de cualquier otro interés.

Los buques hospitales.

Los últimos acontecimientos que le dan fuerza a lo que acabo de narrar es la presencia en el Caribe de dos buques hospitales. Uno en Colombia con bandera estadounidense y el otro anclado en La Guaria con bandera china. No crean que el chino fue una respuesta al estadounidense que está en Colombia; al contrario, el que llegó a Colombia fue la respuesta a los anuncios hace más de un mes de que vendría un buque hospital chino para Venezuela. Ustedes seguirán haciendo conjeturas y se preguntarán ¿qué pito tocan esos barcos por aquí? Una respuesta podría ser la siguiente: el que está en Colombia, representa la presencia del gobierno norteamericano en una clara demostración, no solo a Maduro, sino también a China y sus socios, de que están dispuestos a llegar hasta donde sea necesario para asegurar la estabilidad de sus vecinos continentales y la paz en su patio trasero, en este caso, demuestra su definida alianza con Colombia; pero la llegada del buque hospital chino, “casualmente” una semana antes de las sesiones de la ONU donde discutirán la situación de Venezuela y, además, a tan solo días de hacerse efectiva la denuncia contra Nicolás Maduro por genocidio y otros delitos de violaciones de los derechos humanos ante la Corte Penal Internacional, tiene, entre otras, la siguiente lectura: preparar una coartada que le serviría de defensa y minimizar, al menos a nivel de discurso, los efectos de esa denuncia. El régimen de Maduro dirá que él “sí está de acuerdo con la ayuda humanitaria pero apegado al principio de no injerencia, está en libertad de escoger a los amigos y no a quienes amenazan con invadirlo”. Es más, tampoco es nada casual que semanas atrás la Fuerza Armada Nacional comenzara a ubicar en diversas zonas del centro del país hospitales móviles para prestar la atención que durante años no había prestado.

Curiosamente, el ministro para la Defensa, Vladimir Padrino López, a la llegada del buque hospital chino dijo que “se atenderá incluso un grupo de colombianos, es decir, que la atención se realizará sin ningún tipo de discriminación”.

Repito: la presencia de ese barco chino tratará de minimizar las acciones de los gobiernos de Argentina, Colombia, Chile, Paraguay y Perú que solicitarán a la Corte Penal Internacional “que inicie una investigación preliminar sobre genocidio y crímenes de lesa humanidad en el país”. Maduro tratará de distraer la atención, pero recordemos que han sido muchos años de la deliberada destrucción del sistema de salud nacional, responsabilidad única y casi excluyente del Estado venezolano. Esa destrucción del aparato sanitario ha provocado la muerte de miles de venezolanos que padecen diversas patologías. Pacientes con cáncer no reciben su tratamiento, los enfermos renales, los diabéticos, neonatos que fallecen en los hospitales públicos por falta de insumos. Eso no podrá ocultarlo. Allí están los resultados de la política del “socialismo del siglo XXI”, muerte y miseria. Así que debemos alentar a nuestros aliados para seguir adelante con el compromiso de esa demanda.

Unidad ciudadana y no de partidos.

Finalmente, quiero insistir las veces que sea necesario en que el mundo ha entendido lo que pasa en Venezuela, pero no dará ningún paso más allá de lo que hasta ahora ha hecho (que es bastante) mientras nosotros los venezolanos no actuemos con mayor fuerza y entusiasmo. No esperemos que los partidos políticos se pongan de acuerdo, seamos los ciudadanos con sentido común quienes dirijamos y provoquemos los cambios. No caigamos en el chantaje de la unidad. Unidad que, ahora con tres nuevos partidos en el ruedo, se hace más difícil de lograr.

Los ciudadanos sabemos lo que queremos y esto dista mucho de lo que los partidos desean, por eso debemos llenarnos de determinación e ir por nuestro anhelo.


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