Al final de libro intitulado El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad (escrito entre 1898 y 1899), Marlow, el narrador, regresa a Europa desde África, y su tía al verlo tan agotado se preocupa por su salud y él le expresa: “No era mi fortaleza la que necesitaba cuidado, sino mi imaginación la que deseaba sosiego”.

Un país como Venezuela –donde la justicia ha perdido su cualidad fundamental como es la majestad que representa la imparcialidad e independencia de los poderes públicos, muy en particular la majestad de la justicia, por el arropamiento ideológico del Ejecutivo–, se está preparando para los peores desórdenes y su hundimiento como país civilizado. Más, cuando quienes deberían ser los contrapesos del secuestro institucional, la oposición tradicional, partidos y líderes políticos, no lo son. No terminan de entender que quienes gobiernan representan una dictadura comunista que afortunadamente perdió el disfraz de democracia. No como dicen muchos de los líderes opositores cuando le preguntan: ¿Qué tipo de sistema impera en Venezuela? y al unísono responden: “Bueno, esto no es una democracia, pero tampoco es una dictadura o quienes de ellos se refieren que sí es una dictadura, pero todos terminan participando en elecciones”, qué contradicción.

Mientras mantengan tan absurdo criterio político y jurídico confunden y se hacen cómplices, ya que una de las principales fuentes, entre otras de las bondades del sistema democrático, son las elecciones, que le otorgan la legitimidad de origen –la gente–, pero entendiéndose que para poder concurrir a un proceso electoral tanto el administrador de los comicios (CNE), imperativamente tiene que ser un árbitro imparcial y autónomo del Poder Ejecutivo y muy en particular que su base fundamental el registro electoral, y el registro civil, sean confiables y no estén adulterados. En caso contrario, cuando ha sido demostrado una y otra vez por estudios de técnicos electorales, matemáticos y estadísticos de nuestras mejores universidades, y en el mes de agosto pasado por la misma empresa privada, Smartmatic, encargada por el Estado de la inspección y confiabilidad del procedimiento electoral, que sorpresivamente declara en un comunicado público que las elecciones del 30 de julio para la escogencia de los constituyentes fueron manipuladas. Y a pesar de todo ello los partidos y dirigentes de la oposición continúan participando en nuevas elecciones, actitud que le otorga al régimen, lo que tanto la dictadura comunista requiere: legitimidad de origen.

Ese es el meollo, que los políticos y los partidos se niegan a enfrentar y por ello, tozudamente, les permiten al régimen, paulatinamente ir desbancando todos los demás controles de una verdadera democracia: la división e independencia de los poderes, en particular del Judicial, Legislativo y Electoral, que constituyen requisitos sine qua non para su calificación y aceptación como Estado democrático, e indudablemente lo oxigenan para continuar corrompiendo, socavando e ideologizando a la fuerza armada. Cuando estos son secuestrados, queda una sola calificación, se vive en dictadura y en nuestro caso en una comunista. De ese secuestro institucional, fundamentalmente son corresponsables, por participar en elecciones totalmente amañadas, los partidos y dirigentes que dejan inexistente el necesario contrapeso a todo gobierno al concurrir a procesos viciados y manipulados, así colaboran en el gran engaño al colectivo nacional. Terminando todos, engañados y engañadores, por no estar a la altura de la tragedia que vivimos, suicidándose colectivamente con cada proceso electoral al cohonestar el fraude. 

El régimen tiene su medio “electoral” muy claro, este –las elecciones– le permite que con cada interregno, entre uno y el próximo proceso electoral,  continuar con su andar de involución y destrucción. Proceso que ensambla y ejecuta con precisión matemática de uno a dos por año –van 21 elecciones en casi 19 años–, y la oposición sigue sin entender que aun triunfando, cuando imprevista y excepcionalmente lo ha hecho, el régimen gana porque terminan legitimándolo ante el país y el mundo. Las elecciones, que originan a toda democracia, cuando se hacen como mascaradas electorales les facilita a la dictadura comunista afianzarse e ir destruyendo todos los valores republicanos y judeo-cristianos. Aun, cuando el estatus quo de los partidos y dirigencia opositora participacionista, y parte del país no lo quieran entender basándose en una metáfora y en un chantaje como son los “espacios” que no se pueden perder. Con su concurrencia le están permitiendo al régimen ejecutar un genocidio a los valores más arraigados del gentilicio venezolano. Indiferencia insisto, por parte de los partidos y de los líderes colaboracionistas en el circo electoral que los convierten en cómplices voluntarios o involuntarios de la tragedia nacional. Ignoran que ellos tambien están a punto de ser destruidos porque del genocidio de los valores se avanza al genocidio como jurídicamente es aceptado por la declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 11 de diciembre de 1946, al considerar al genocidio como un crimen, según la ley internacional.

Sin duda alguna, esa falta de contrapeso es la que ocasiona a muchos “el desosiego a la imaginación y al espíritu”. Cuesta comprender cómo una sociedad a la que le están destruyendo todos sus valores morales y materiales, –la gente– no termina de entender que con el aval que les dan a sus líderes políticos y partidos, participando en procesos electorales fraudulentos, se hacen también cómplices de su propia destrucción.

A pesar de ello, todavía quedan hombres, unos presos, otros asilados y muchos luchando en el país a pesar de los riesgos que cada dia corren, que edifican su vida sobre el estricto valor de la dignidad, de la ética y el deber, de allí saldrá el Lucio Quincio Cincinato. Estos conseguirán salir enteros en sus valores de la tragedia nacional, aún cuando los otros traten de empujarlos al tenebroso círculo de la mentira y del engaño, como son los procesos electorales manipulados. Hoy, ya ni siquiera hay alegría en el resplandor del Sol; por el lado de quienes gobiernan el mal está escondido en las profundas tinieblas del corazón, por el otro lado, la de la mayoría de la gente, no sé cuánto sentimiento acumulan de agravio y de ira. El magma del volcán se acumula para una guerra civil.

Ojalá, después de la próxima “gran estafa electoral con los comicios regionales”, esa población electoral de la oposición reaccione cuando el CNE declare que solamente obtuvieron unas cuantas gobernaciones y felicite a los partidos opositores por ello. De esta forma el CNE, como apéndice del Ejecutivo nacional, logrará su tan ansiada necesidad de un baño de legalidad como arbitro imparcial. El daño estará hecho y nuevamente el régimen se arropará con la legitimidad necesaria, mientras tanto la oposición que participó como si fuesen borrachos peleando por una botella vacía se sentirá complacida por ganar “espacios vitales”, espacios estos, que no son otra cosa que un chantaje para que la gente asista a esa parodia de acto electoral. 

Quienes participen se sumarán al festejo de bufones de los presuntos líderes de la oposición, quienes celebrarán que con estos resultados ahora sí vencerán a la ignominia en las próximas elecciones presidenciales, continuarán corriendo la arruga. El colectivo tiene que entender después de la nueva “gran estafa electoral”, que no se les puede seguir engañando porque ya no podrán decir que se les “engaña”, se harán entonces cómplices de la tragedia. Cito las reflexiones de Octavio Paz (escritor y diplomático mexicano, premio Cervantes y premio Nobel), cuando escribió sobre el engaño: “Y aquellos que se autoengañen, hasta qué punto el mentiroso de verdad miente, de veras se propone engañar, y se preguntaba ¿no es la primera víctima de sus engaños y no es a sí mismo a quien engaña?”. La historia juzgará.

Por donde andará Lucio Quincio Cincinato.

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