Durante el siglo XXI se ha producido la bonanza de precios petroleros en el mercado mundial, más caudalosa y prolongada de la historia. Desde luego que con sus períodos de excepción, pero en general la bonanza de precios ha sido un signo característico de estos largos años. Al mismo tiempo, Venezuela, cuyo “Estado” ha recibido y despachado una cantidad sideral de petrodólares, está sumida en una catástrofe humanitaria sin precedentes, al menos en nuestra trayectoria como país petrolero, y todos los indicadores señalan que esta se profundizará y extenderá aún más, tanto en lo económico como en lo social.

En el presente, el mercado petrolero internacional, en términos de precios, va en alza. Lenta pero sostenidamente. En cerca de 54 dólares ha llegado a promediar la cesta petrolera venezolana en las últimas semanas. No es un mal precio. Al contrario, en términos históricos es un buen precio. Y sin embargo la debacle económica se hace tan pero tan gravosa, que reconocidos voceros de la hegemonía declaran públicamente que Venezuela está contra la pared. Pero lo más trágico es que todo ello acontezca con el petróleo en más de 50 dólares.

No hay justificación posible. Pero sí hay explicaciones. La principal de todas es la depredación avasallante de la hegemonía, a la par de su crasa improvisación. El repele se ha repartido con ingeniosa propaganda y se llegó a crear una sensación de bienestar que, como se sabe, no alcanzó a tener sustento sólido. El petróleo venezolano en más de 50 dólares y Venezuela en la catástrofe. No hay derecho. Maduro y su entorno le echan la culpa “al gran desastre corrupto en la estatal petrolera”, y emprenden el show de los ganchos rojos… No obstante, los principales responsables no son los segundones sino los jefes máximos, comenzando por el predecesor y desde luego que por el sucesor.

En medio de la bonanza petrolera del siglo XXI la economía venezolana quedó hecha trizas, y Pdvsa quedó hecha “polvo cósmico”, para usar una expresión que era del agrado del señor Chávez, sobre todo cuando se refería a la situación de la oposición después de que el CNE (rojo rojito) anunciara muchos de sus confeccionados resultados. Para muestra de la debacle, el siguiente botón: cuando Chávez empezó su primer gobierno, el dólar se cotizaba en 560 bolívares, aproximadamente. Y el cambio era libre, se podían conseguir dólares en casi cualquier agencia bancaria o casa de cambio. Siguiendo con la numeración de entonces, ahora para conseguir un dólar hacen falta 100 millones de bolívares, y la cifra sigue subiendo. Ello rinde suficiente cuenta de la tragedia que padece la nación venezolana. Es más, pasamos de ser un país con una muy importante capacidad de producción y exportación de petróleo, a un país que debe importar grandes y costosas cantidades de gasolina.

La catástrofe humanitaria que aplasta a la abrumadora mayoría de la población no cayó del cielo ni surgió por ósmosis. Es la consecuencia del dolo y la negligencia de la hegemonía despótica, depredadora, envilecida y corrupta que destruye a nuestro país. Y lo más gravoso no es solo el nivel de destrucción, sino las dificultades colosales que supondría la reconstrucción de la patria, prácticamente desde los cimientos. Allá quien se quiera confundir con la supuesta campaña en contra de la corrupción de Pdvsa, emprendida por Maduro y su entorno. Pura pirotecnia para la galería. Teatro habilidoso del inicio de su ansiada campaña para la reelección como jefe territorial de la hegemonía (porque el máximo líder es el general-presidente Raúl Castro Ruz).

Pues sí, el precio del petróleo sube y Venezuela se hunde. Es el único país de tradición petrolera donde pasa eso. Y ya bien sabemos el porqué. Y también sabemos que mientras continúe el presente político, todo se pondrá mucho pero mucho peor.

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