I

Es sabido ya que Donad Trump no se lo cree. Todos recordamos que recién comenzada su gestión, anuncio que Estados Unidos retiraba su firma del Acuerdo de París, armado en torno al grave problema del cambio climático, alegando para ello que era “desventajoso e injusto” para su país. Expresó, además, que los problemas ambientales denunciados eran mero cuento chino, ideado para hacer que Estados Unidos fuera “menos competitivo”.

Al igual que para el mandatario norteamericano, para Jair Bolsonaro, presidente electo de Brasil, este es un asunto en el que simplemente no cree. Y para que no haya dudas al respecto, ha asomado el retiro brasileño del mencionado acuerdo y declarado que no protegerá “…ni un milímetro de la Amazonia que se pudiese explotar…”, dado que “la Amazonia es de Brasil, y no un patrimonio del mundo…”. Por otra parte, incluso dijo en alguna ocasión que todo el problema se ocasionaba en el “activismo ambiental chiíta que quiere extender el alarmismo por todo el planeta”. Y para no quedarse atrás, su futuro canciller ha considerado que la cuestión sobre el cambio climático es un “dogma marxista” y promete, desde su cargo, combatir los discursos “alarmistas” sobre el futuro del planeta. En resumen: Brasil First y el planeta que se las arregle.

Es difícil dejar de señalar que Trump y Bolsonaro no están solos, ni mucho menos, como protagonistas de este drama planetario. Sin ir muy lejos, en otra escala y amparado por cierta retórica revolucionaria con la que trata de cubrir su vergüenza, el presidente Maduro también debe ser parte del grupo. Con su política sobre el Arco Minero, cumple con todos los requisitos para ello.

II

Desde el pasado domingo y hasta el 14 de diciembre se realiza en Polonia la 24ª Cumbre del Clima de la ONU, la cual tiene como propósito preparar la versión final del Acuerdo de París, que empezará a ser efectiva en el año 2020, cuando expire el aún vigente Protocolo de Kioto. Se han dado cita los negociadores de casi 200 países, quienes deberán presentar sus respectivos planes en lo que atañe a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de aquí a 2030. El problema, señalan los expertos, es que el planeta ya registra un aumento de la temperatura de un grado, al paso que la suma de los planes que llevan como propuesta implica un incremento de más de tres grados, razón por la que debieran ser reformulados. Sin embargo, cabe destacar que aunque la Unión Europea tiene intención de hacerlo, no parece que en este momento, con Estados Unidos ausente, la revisión de los compromisos que se plantea se vaya a producir.

III

Pareciera, pues, un problema visible para todo el mundo pero luce que no hay la decisión firme de abordarlo, a pesar de que todas las mediciones a la mano indican que en lo que respecta al cambio climático, la biodiversidad y el crecimiento de la población, la naturaleza casi no da más de sí, porque se están superando todos los límites que han definido a la biosfera durante miles de años.

En lo que atañe al crecimiento de la población, este sigue teniendo lugar y conduce progresivamente a un mayor consumo del capital natural. La población total del planeta pasará de unos 7.200 millones de habitantes a unos 9.700 millones en el año 2050, de acuerdo con estimaciones de la ONU, o sea, que en 30 años habrá 2.000 millones de personas más. El incremento demográfico que afecta, por supuesto, el cumplimiento de las metas relativas al cambio climático, ocurre en un contexto dibujado a partir de un modelo de desarrollo que, como se ha repetido hasta el cansancio, establece formas de producir y de consumir que resultan cada vez más incompatibles con las restricciones que derivan de la naturaleza. Como se ha propuesto en diversos escenarios, está planteado, entonces, un cambio de modelo civilizatorio, en nombre de una generación que todavía no ha nacido.

En el marco de la sociedad del conocimiento y de la llamada cuarta revolución industrial, las grandes transformaciones tecnológicas están generando, ciertamente, nuevas formas de producción, distribución y consumo, pero no modifican, en su médula, la lógica del crecimiento continuo establecida desde el siglo pasado. Hoy en día asoma de manera importante la incorporación de tecnologías más eficientes que disminuyen el consumo de materiales y energía por unidad de producción generada. Pero hay evidencia de que se mantienen ritmos de crecimiento superiores o similares a los que registra la tendencia que se viene observando desde hace mucho tiempo. La emergencia de algunos nuevos sistemas tecnológicos ejercerá igualmente enorme presión sobre otros recursos naturales, agudizando problemas socioambientales.

IV

En suma, son preocupantes las proyecciones del Comité Internacional de Cambio Climático sobre el calentamiento que, de acuerdo con los analistas, causaría un aumento notable de eventos ambientales extremos, colocando en situación de gran vulnerabilidad a centenares de millones de habitantes en todo el planeta.

Es de Perogrullo advertir que las respuestas locales no alcanzan para solventar los asuntos aquí mencionados. Los mismos suponen problemas globales que requieren de una plataforma institucional que permita encararlos globalmente. Así las cosas, está pendiente la tarea de construir una comunidad con sentido global, sobre las bases de una institucionalidad y un marco normativo que superen las limitaciones del Estado-nación y de los mecanismos intergubernamentales con los que se ha tratado de ordenar el planeta.

Los terrícolas encaran, en fin, una crisis que obliga a repensar muchas de las ideas y creencias que (medio) funcionaron hasta hace poco. Toca, así pues, darse a la tarea de escribir, lo más pronto posible, un nuevo libreto para la convivencia (y la sobrevivencia) humanas.


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