Una enorme tajada de la riqueza generada por el Estado venezolano desde que se instituyó la revolución “bonita” está ahora en manos de la “boliburguesía” (o burguesía bolivariana) vinculada a los gobiernos de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros. Los señalamientos específicos no son nuevos. Los mismos se han venido haciendo desde los inicios del proceso.

En ese sentido, el periodista Juan Carlos Zapata y el dirigente político Henry Ramos Allup apuntaron con certeza sobre el asunto en los años 2005 y 2009, respectivamente, generando pequeños terremotos. Ya para el año 2013 este diario anunció la publicación de una serie de reportajes sobre figuras ligadas al gobierno que se englobarían bajo el título “Los hombres nuevos”. Lamentablemente, me imagino que por presiones de diferentes géneros, el proyecto se limitó a un solo trabajo reporteril que fue realizado por Fabiola Zerpa y Laura Helena Castillo con el título “Alejandro Andrade. El teniente a caballo” (domingo 21 de julio de 2013), el cual no tiene desperdicio alguno, como lo evidencia esta liviana muestra:

“Al ex escolta de Hugo Chávez, ex tesorero nacional y ex presidente del Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela se le abren portones y ventanas en lugares de difícil acceso gracias a un irresistible salvoconducto: el poder acumulado durante más de una década manejando el bolsillo del país a través de fondos y altos cargos en las finanzas públicas”.

Por su lado, el economista y parlamentario José Guerra, en su libro El legado de Chávez (Editorial Libros Marcados, Caracas, 2013), ha tocado también el delicado asunto. Según él, la fuente de la riqueza ha estado vinculada a la acción del Estado en la economía, en particular en el mercado internacional de los despachos petroleros, las colocaciones bancarias, el manejo de la deuda pública y las compras gubernamentales. Luego, sin rodeos de ningún tipo, afirma que uno de los negocios favoritos de la boliburguesía han sido las pólizas de seguros de Pdvsa, manejadas por amigos y parientes de su directiva. De igual modo, sostiene que debido al empuje del gasto público, la disposición de fondos del gobierno en bancos comerciales se transformó en una presa exquisita para agentes cercanos a los ministerios y ministros en busca del “porcentaje” (léase comisiones) que permiten esos depósitos en ciertos bancos. Con señalamientos concretos, José también espeta:

“Con el mismo tenor se opera en el mercado de la deuda pública (…) Durante las gestiones de Tobías Nóbrega, Rodrigo Cabeza y Rafael Isea, entre 2003 y 2007, al frente de las finanzas públicas, se adjudicaron en el mercado interno sin licitaciones notas estructuradas en dólares valoradas al tipo de cambio oficial que luego servían para ser colocadas en el mercado paralelo del dólar, con un sustancial diferencial cambiario”.

No hay que devanarse el cerebro para saber adónde fueron a parar los frutos de tan singulares operaciones. La cofradía tiene nombres y apellidos bien alejados de los que son ricos de cuna o han hecho sus fortunas con sangre, sudor y lágrimas.

En el inevitable devenir, a comienzos de febrero de 2017 se presentó en Miami el libro Panamá Papers caso Venezuela: de cómo los enchufados sacaron ventajas del control de cambio, cuyo editor fue Sergio Dahbar. Ese trabajo es un aporte relevante en el proceso de identificar a 23 personajes vinculados a la revolución que participaron directamente en hechos en los que se evidencian signos de corrupción y lavado de dinero.

La última gota en el vaso de las vagabunderías de la revolución la dejó caer el Nuevo Herald de Miami, este 31 de marzo, con una noticia llamativa sobre el lavado de dinero rojo rojito en Estados Unidos, donde Alejandro Andrade es el centro de la “enorme investigación”.

Así, en el plano ético y religioso la revolución ha puesto de lado el conocido precepto del Eclesiastés que dice: “Más vale la buena reputación que los más preciosos perfumes”; pero, además, en el terreno político, ha mancillado la memoria de Simón Bolívar y su firme convencimiento de que “sin moral republicana no puede haber gobierno libre”. Ahora sus principios son retazos musgosos que resaltan la pérdida de pretéritas lozanías.

Con el turbio proceder el régimen se colmó de feas manchas. Pero que no haya la mínima duda de que además de las sanciones que procedan, inevitablemente, en su momento, tales lacras serán expuestas para la execración de todo el pueblo. Ese será el verdadero y real escarnio público.


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