¡Vergüenza! Es lo que inspira la sesión extraordinaria de ministros de Relaciones Exteriores. “La lentitud de la OEA es evidente y vergonzosa”, ha dicho con razón el canciller de Costa Rica.

Desde que se acordó realizar la reunión y se efectuó transcurrieron 35 días. Durante ese tiempo la represión contra la oposición ha recrudecido a pesar de que las marchas y concentraciones se han llevado a cabo con fines pacíficos. Pero los muertos, heridos, detenciones y de manera particular agresiones contra dirigentes políticos jóvenes se intensifica. Está claro que la represión ha elegido como víctimas a los jóvenes y mujeres inermes e indefensos.

Mientras tanto, el autor de tantas agresiones pareciera vivir en otro mundo. En lugar de proponerse contribuir a una solución a la crisis, pasa el tiempo haciendo discursos, interrumpiendo la vida privada con cadenas de radio y televisión, y permitiendo que los órganos de seguridad continúen agrediendo. Hay evidencia de que en la Guardia Nacional hay muchos extranjeros –cubanos y elementos traídos desde de países musulmanes– a quienes no les importa agredir y asesinar a ciudadanos de un país que no es el suyo.

A todas estas, el ejército se mantiene indiferente, simplemente como espectador de la destrucción del país al cual juraron proteger y defender incluso a costa de su propia vida.

En la reunión de cancilleres volvió a prevalecer la idea del diálogo. Pareciera que los gobiernos no han internalizado el hecho de que es imposible dialogar con quien no quiere dialogar. La malignidad, la perversidad, la indolencia, la incuria, la insensibilidad de quien debería ser el principal protagonista de ese ejercicio lo hacen imposible –lo hemos visto y sufrido–. Ese nefasto personaje ha utilizado los intentos de diálogo para tomar ventaja, posicionarse anticipadamente e imponer su voluntad a las otras partes. No se puede volver a caer en esa emboscada.

También circuló la idea de un “grupo de amigos”, y se planteó la posibilidad de crear un grupo de contacto de varios países, incluso de fuera del continente que sirva como facilitador a un nuevo esfuerzo de diálogo entre gobierno y oposición. En Centroamérica los grupos de amigos fueron exitosos porque había voluntad, disposición para encontrar soluciones. Por otra parte, ya tenemos una triste experiencia de “facilitadores” que al final de cuentas terminan facilitando los intereses de una de las parte, como ocurrió con los “tres mosqueteros”.

Después de concluido el debate general hubo un “cuarto intermedio” con la finalidad de conciliar las tres propuesta que estaban sobre la mesa –una de Canadá, Perú, Estados Unidos, Colombia, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Paraguay, Panamá, Costa Rica, Honduras, Guatemala, Belice y México, cuyos gobiernos han dado muestras de estar realmente dispuestos a contribuir a la solución de la crisis, otra de Antigua y Barbuda (estas dos bastante cercanas en sus planteamientos) y una presentada a última hora por Bahamas en nombre de Caricom, que lamentablemente arrastró a algunos gobiernos que previamente habían asumido una posición proclive a los planteamientos de la disidencia venezolana.

¿A qué se debió esta iniciativa inesperada de Caricom? Pareciera que los países de ese grupo de pronto sintieron necesidad de jugar un papel en todo este embrollo. Esa impresión en cierto modo la reconfirma el canciller de Bahamas, quien al presentar la propuesta hizo un llamado a las partes, a “dar vuelta atrás”, a “suavizar sus posturas para retomar el diálogo y resolver las divisiones”. Dijo, y esto es lo más revelador, que “Caricom puede jugar un papel muy importante para facilitar el diálogo”.

Como en las dos reuniones anteriores, esta concluyó sin concluir. No se tomó ninguna decisión. El cuarto intermedio duró tres horas y no llego a nada, simplemente convinieron en darse un plazo hasta la celebración de las 47ª reunión de la Asamblea General la  cual tendrá lugar del 19 al 21 de junio.

Esto significa que mientras llega esa fecha el país seguirá desangrándose, la clase humilde pasando hambre, los enfermos muriendo por falta de medicamentos, el recrudecimiento de la confrontación y sobre todo la insensibilidad, la crueldad y la sevicia del ilegítimo y su lugarteniente Padrino, quien hace honor a su apellido apadrinando los asesinatos y toda la violencia, el odio, las agresiones de todo género que ocurren bajo sus órdenes y una actitud displicente y su connivencia con el dictador asesino.

La oposición no quiere violencia, el pueblo no quiere confrontación, los venezolanos queremos paz, pero con su actitud en la reunión los gobiernos de América propician un estallido social. Las esperanzas de que los gobiernos de la región tomen finalmente “el toro por los cachos”, que se pensaba sería el resultado de la reunión de cancilleres, se han disuelto. El resultado, o más bien, la ausencia de resultados de esa reunión facilitará la continuación de la confrontación, el aumento del número de muertos, heridos y la detención ilegal de personas.

Por otro lado, el fracaso de esta reunión fallida de cancilleres ha acrecentado, con razón, la desilusión, las dudas y el desprestigio hacia OEA.

Los 40 años de mi carrera en el servicio exterior estuvieron dedicados a la diplomacia multilateral. Soy un firme creyente y defensor de los organismos internacionales. A sus detractores les recuerdo que esas instituciones no tienen voluntad propia. La voluntad y el poder de las Naciones Unidas, de la OEA y de todos los organismos es la suma (o resta) de la voluntad de los gobiernos que la integran. La OEA no es culpable de su inacción, y la muestra la tenemos en la esta reunión de cancilleres. El proyecto de resolución de Antigua y Barbuda contiene un “jalón de oreja” al secretario general, Luis Almagro, por supuestamente actuar sin consultar a los Estados miembros cuando ha hecho declaraciones muy categóricas y contundentes en relación con la crisis venezolana y ha hecho llamados impacientes para que la comunidad regional asuma su responsabilidad en la grave situación de Venezuela. Ese párrafo, de ser aprobado, impondría una rémora más a la capacidad de Almagro para contribuir a impulsar una salida a la crisis. Es la primera vez que un secretario general asume posiciones tan firmes y categóricas en un caso de esta naturaleza. Eso le ha valido insultos, agresiones verbales e imputaciones sin fundamento por parte del régimen madurista y en particular del propio ilegítimo y de su canciller de bolsillo. En el pasado, los secretarios generales de la OEA han sido muy cautos y hasta hubo un insulso como el predecesor de Almagro. La disidencia venezolana, en cambio, está agradecida a Almagro por su clarividencia en la crisis venezolana.

Si queremos conocer el saldo de la reunión de la semana pasada hay que concluir que solamente ha contribuido a prolongar la agonía de nuestro país y el sufrimiento de la población, en particular el sector más paupérrimo. Pero también ha servido para demostrar que el pueblo venezolano sigue siendo el “bravo pueblo” que glorifica nuestro himno nacional, dispuesto a seguir inmolándose para romper las cadenas que le oprimen y cercenan su libertad.

Ahora, con más razón hay que salir a la calle. Toda esperanza y fe en la OEA ha desvanecido.

Quienes, contra nuestros deseos, no podamos salir a marchar y a participar en las concentraciones de la disidencia, tenemos la obligación de aportar aunque sea un granito de arena manteniendo nuestro rechazo vigoroso y la denuncia vigorosa en todos los escenarios de este régimen impío, forajido, corrupto, psicópata y, para completar, cobarde, incapaz de mostrar su rostro de asesino.


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