Una gran familia unida y con las normales discrepancias, de repente es sometida a la autoridad de un tigre invisible que cambia radicalmente sus vidas convirtiéndolas en un infierno domesticado a fuerza de miedo, pánico, terror. Esa bestia los acosa, divide, limita y enferma física y mentalmente hasta la perversión. Es el argumento de Casa Tomada, relato principal del magnífico Bestiario, primer libro de cuentos en la narrativa genial del argentino Julio Cortázar ( 1914 -84). Ese solo libro merece un curso literario que analicé con libertad y en equipo, la propia controversial biografía ideológica del autor y a la luz actual, las equivalencias entre aquel peronismo que el autor padeció y este fidelismo que siempre defendió. Modelos para cada tiranía populista militarizada.

Así, Bestiario sirve para definir aquella conducta del nuevo país deshumanizado que inauguró Hugo Chávez Frías durante el deslave de 1999 cuando rechazó la ayuda técnica, experta, profesional, de Estados Unidos de Norteamérica y prefirió sacrificar muchas vidas venezolanas dando prioridad a su ridícula pose de escupir la competente mano que además lo alimentaba con inmediatos petrodólares a millón para la Pdvsa que destruyó.

Su dirigencia milicivil insiste en conservar ese malandro poder al costo de lo que sea, pues la pulsión animal por salvarse de un futuro avisado dirige sus fechorías usando niños durante dos décadas bestializados, ahora con mercenarios, colectivos, pranes, milicianos de apoyo, costumbre castrista con entrenamientos a su vez calcados de la represión estalinista, maoísta, mussoliana, nazista y norcoreana. De poco sirve el intento de racionalizar con ellos que sus armas, bombas ,balas, metras, tanques, robos, asesinatos, torturas y demás hierbas narcoriginarias se vuelcan sobre sí mismos, que su matanza colectiva como uniformados cuerpos represivos del gobierno (ojo periodistas y reporteros, ese es el correcto nombre de esas pandillas delictivas y nunca más el utilizado oficialmente como cuerpos de seguridad del estado, ojo) otorgan más pruebas de su culpabilidad para el momento de los juicios en tribunales internacionales.

No logran comprender, menos aceptar, que este es otro tiempo, que cada imagen registrada por medios radioeléctricos los regresan con fuerza hacia su propia condena como régimen criminal, que cada día se los detesta más en todos los estratos sociales y lugares, que pisan sus propias minas explosivas, trampas suicidas.

Al no ceder carecen de firme guaridas. Acaso la provisional si escapan a tiempo hacia su verdadera cubana madre patria o rusos y chinos los aceptan por ahora. Oscuras jaulas los aguardan sin fecha límite junto a sus iguales que recibieron justa justicia.

Portan el sello imborrable de la maldad que literaturas bíblicas, ya de bolsillo, denominan La marca de Caín.

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