Venezuela es como una de esos “caballitos”, para llamar como denominamos en buen criollo los carruseles, que durante nuestra infancia utilizamos en cuanta feria o fiesta ocurría en nuestros vecindarios, pueblos o parroquias. Una sucesión de monturas en círculos, donde había caballos, unicornios, monstruos, y cuanto bicharraco pueda uno imaginar, que giraban al compás de una melodía que terminaba por adormecer o atormentar a los usuarios y espectadores. Del mismo modo va nuestro país, una infinita variedad de giros en los que se sube y baja de manera aparentemente eterna.

Hemos tenido científicos como Jacinto Convit o Humberto Fernández-Morán, que, nacido en La Cañada de Urdaneta, estado Zulia, fue a morir en Estocolmo lleno de reconocimientos internacionales y cargado de envidias locales. También ha habido músicos como Antonio Estévez a los que solo un reducido grupo ha sabido entender en su justa dimensión, ni hablar de José Antonio Ramos Sucre y tantos otros creadores arrumbados por no ser parte de las luminarias de turno.

Pese a la cada vez más denigrada condición que ellos mismos se han labrado, también hemos tenido políticos de primer orden, pero han prevalecido aquellos que han hecho gala de su zamarrería, la eterna “viveza” criolla que tantos males nos han echado a cuestas. En 1984, el bonachón y medio borrachón Jaime Lusinchi creó la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado –Copre– que inicialmente fue presidida por Ramón J. Velásquez. La cosa fue que dicha comisión se tomó la tarea en serio y comenzó a generar propuestas para rescatar lo que nos quedaba del inminente naufragio al que nuestras instituciones se enrumbaban.

De aquellos papeles recuerdo uno producido por Gerver Torres: “Lineamientos generales para una nueva estrategia económica para Venezuela”. Como ese hubo muchos más, pero de aquella época recordamos, ante la imposibilidad de lograr acuerdos para la implementación de las medidas recomendadas por la bendita comisión, las palabras del entonces flamante secretario general de Acción Democrática, don Manuelito Peñalver, quien, haciendo gala de su estatura, aseguró: “Los venezolanos no somos suizos”. ¡Y san se acabó! Es así como hemos llegado donde estamos y para males de cierta élite que se considera émula de la corte celestial, pese a sus inacabables garrulerías, los suizos no son venezolanos.

Ya circulan mil montos de lo supuestamente congelado al grupete encabezado por el rechoncho golpista y el atlético ex gobernador ahora devenido en cabeza del Ministerio Público. Las voces alcahuetas considerando exageradas las cifras publicadas se multiplican también. Insólito que se pretenda convertir en diatriba los supuestos montos incautados. Un solo centavo de dólar que se les haya decomisado a estos jenízaros ya habla de la lenidad de los afectados. No es cuánto, es qué. ¿Será que algún día nos bajaremos del bendito tiovivo?

© Alfredo Cedeño

http://textosyfotos.blogspot.com/

[email protected]

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!