La que fuera la tacita de oro de Latinoamérica se ha convertido, por obra y gracia de la magia roja, en una bacinilla desportillada a la que ahora todos se tapan la nariz y miran de reojo. Venezuela es una pústula en las asentaderas del mundo, y nadie encuentra cómo sajar dicho absceso sin que la cura termine siendo peor que la enfermedad. Ya la diáspora criolla se ha convertido, y lleva años en eso, en una complicación casi inmanejable para los vecinos y el planeta entero. Colombia, Brasil, Perú, Argentina, Chile ya comienzan a mostrar los dientes, y no dejan de tener razón, ante un flujo humano que colapsa sus propias entidades de atención social y humanitaria.

Trinidad, Curazao y Aruba ahora boyantes escenarios, para nada recuerdan el chorro de dinero que humildes contrabandistas y pomposos turistas inyectaron a sus entonces enclenques economías. Ni qué hablar de lo que significaron en su momento para Estados Unidos y media Europa frente a lo que ahora ocurre. Todos lucen desesperados porque se arregle el tema venezolano, ya el problema no es ajeno, les está perturbando de una y mil maneras, ha dejado de ser un escenario al cual se le puede sacar provecho pese a todo.

Entre tanto, y sin otras previsiones en el horizonte, la procesión sigue bien adentro. La unidad es una entelequia donde se refugia cierta grey hiperbólica con alboroto prediluviano y gestos pontificales. Sobran los Noé que aseguran ser los amos de la verdadera arca en la que se salvará “el país nacional”, como les encanta decir a los cuatro vientos. Desde afuera llegan voces que cada vez se tornan más duras, ante la conducta más propia de mocosos que de dirigentes, exigiendo la bendita unidad que el país lleva años exigiendo.

Sin embargo, ahora vemos un coro que vocifera la más genuina y conmovedora preocupación por Brasil y el triunfo de Bolsonaro… ¡Parejeros! ¿Acaso no demostraron las instituciones brasileñas que su sistema de justicia es capaz de poner en su sitio a los delincuentes sea cual sea su nivel? ¿Lava Jato fue una maniobra fértil del imperio? Dejen la payasada y ocúpense de pensar seriamente en el país. No hay tarea más necesaria que hacer foco en nuestra tragedia. Es insólito que el intento de asesinato de María Corina Machado en Upata; las torturas a las que fue sometido Lorent, y que gracias al diario El Mundo, en España, ahora conocemos; y que la ejecución de Fernando Albán, entre otros infinitos casos, ahora sean relegados y se ceda toda “la preocupación” a la elección de Bolsonaro.

© Alfredo Cedeño

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