La verdad es que pasan los meses, los días; y la crisis del país galopante, campante. Y el presidente, bien gracias. De viaje. Para él y su séquito todo luce normal. Para él, lo verdaderamente importante es el carnet de la patria y su asamblea nacional constituyente, adefesios estos concebidos para controlar y manipular a la gente y someter a la Asamblea Nacional.

El presidente no ha caído en cuenta de que el país se le fue de las manos, que está en la ruina más absoluta. Una ruina escandalosa, escalofriante, inmerecida, y sin resolución a corto plazo. Un caos nunca antes vivido. Inimaginable. Pero cómo llegamos a estos niveles de estupidez gubernamental que ha permeado y asfixia de manera colectiva a la mayoría. Será por la docilidad y resignación manifiesta de buena parte de los ciudadanos, digna de cualquier beato próximo a alcanzar los altares de la santidad.

¿Nos merecemos los venezolanos un régimen como este? La respuesta inequívoca es no. Pero ¿cómo revertir este inconmensurable desastre; este quiebre absoluto de institucionalidad que compromete como nunca la estabilidad y viabilidad de nuestra nación y su democracia? ¿Cómo hacerlo?

La contestación a todas estas interrogantes está en la fuerza y poder del voto. Expresión genuina de la civilidad; es decir, democracia. Ese derecho al voto del cual tanta gente denigra, reniega y desprecia, aduciendo para ello argumentos tan banales para no votar como: “Todo seguirá igual”, “todos son iguales”; y los que sin rubor alguno afirman de manera ramplona: “Yo no voy a votar”.

Cómo admitir semejante actitud y despropósito. Desde luego es un absurdo y una postura que va en detrimento nada más y nada menos que del sistema democrático y de cada uno de los ciudadanos. No es posible aceptar pasivamente tamaña insensatez, la cual, de paso, favorece al régimen. ¿Con esa apatía puede un país pretender salir del drama más miserable en el cual lo hundieron una banda de ladrones e ineptos que detentan el poder para su beneficio propio, y que han engañado una y otra vez a quienes creyeron en ello? Es evidente que no.

Aquí lo que dicta el sentido común es que cada venezolano que disienta y difiera de las atrocidades de este régimen, salga decidido a ejercer su derecho al voto. Es el único instrumento del que estamos dotados los ciudadanos para cambiar lo que haya que cambiar, que en nuestro caso es casi todo, o todo, mejor dicho. Tal vez sea muy duro lo que voy a decir con absoluta certeza, pero lo que en este país pasó y está pasando y puede seguir pasando es y será responsabilidad exclusiva de quienes no voten en este proceso electoral del 15 de octubre para elegir gobernadores, y en lo sucesivo el de alcaldes que está por realizarse. ¡Ya basta, a votar!

No debemos esperar un mesías que nos resuelva los asuntos que nosotros como ciudadanos tenemos que asumir con coraje, voluntad y determinación. Buscando un mesías topamos con el golpista Hugo Chávez, arquitecto y padre de toda esta locura y propietario de sus ruinas, junto al actual déspota del régimen.

Nadie va a venir a hacernos lo que nosotros deberíamos hacer por el país. Cuando eso lo internalicemos y lo hagamos nuestro, y surja en cada ciudadano la convicción íntima de que somos nosotros y no otros quienes tenemos el timón de nuestro destino, este país maravilloso, hoy depauperado por unos delincuentes aventureros, habremos logrado levantar de nuevo el país próspero, afable, cordial, decente y cálido que fuimos hasta hace 18 años, cuando en mala hora llegaron estos buenos para nada, encantadores de serpientes, pillos e ineptos que es lo que son en esencia. Por otra parte, y bueno es decirlo, espacios de poder que no conquistemos se lo dejamos a estos malandros de carretera. Nos está prohibido, casi que por un estado de necesidad, dejar de votar todos los que somos oposición o contrarios a este régimen. Debemos cercarlos y sacarlos a punta de votos. Quien no lo haga y se abstenga es cómplice, aliado, o en el peor de los casos, los apoya. Así, y no de otra manera debe entenderse. No hay alternativas, solo una, votar.

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