Mañana finaliza, al fin, este tormentoso y caótico 2017. Con una gestión de gobierno marcada en todos los sentidos por el signo de la ineptitud, incapacidad y corrupción. Y claro está, mucho populismo, pasando por el carnet de la patria, condimentado el guiso, y no de hallacas, con ofertas engañosas, dádivas, perniles que no aparecieron, regalos, y no precisamente de los bolsillos de Nicolás Maduro. No. Jamás. Nada de eso.

En honor de la verdad este año ha sido el de más miseria, el más calamitoso del que se tenga conocimiento, tanto en lo económico, como en lo social, ético, institucional y político. Cierra su balance con saldo rojo, no digno de un régimen que se “dice democrático por la cantidad de elecciones que ha realizado”, como si eso, per se, fuera suficiente para merecer el calificativo y la distinción de llamarse democrático, olvidando deliberadamente, algo esencial que se llama legitimidad de desempeño.

¿No sé si sabrán eso? Seguro que no. Pero en todo caso, lo verdaderamente inequívoco es que el desempeño del régimen en todos los órdenes del quehacer de un gobierno, serio y responsable, fue absolutamente desastroso, inmensamente pésimo, atroz. Ahora bien, si como se llenan la boca todos los del régimen, empezando por Nicolás, seguido de sus cercanos colaboradores, este año fue de avance, realmente lo fue. Sin duda alguna. Pero un “avance” vertiginoso hacia la miseria, el caos, la pobreza, el envilecimiento de la población, la escasez de comida y de medicinas; hasta de las más elementales.

La gasolina peligrosamente escaseando. La producción petrolera no repuntó; ¿y cómo con tanto pirata al frente de la estatal petrolera? Cómo serán las conversaciones entre el presidente Nicolás Maduro y el que preside Pdvsa, sabiendo de la ignorancia de ambos, tanto en materia petrolera como en todo lo que atañe a la misma. ¿Se entenderán ambos?

No cabe duda de que el balance de gestión del régimen ha sido estruendosamente malo, pésimo. Y las evidencias están a la vista. Veamos: no hay comida, no hay medicinas, no hay efectivo, el sistema eléctrico todo maltrecho, la inflación por las nubes haciendo de las suyas, la delincuencia desbordada, difteria, paludismo, la corrupción enseñoreada, presos políticos como nunca antes, la vialidad ahuecada toda, los servicios de salud inservibles, la educación en su peor momento, la basura reinando en promontorios pestilentes, el Metro de Caracas inservible y el transporte superficial  urbano casi paralizado, y paren ustedes de contar. Ah, se me olvidaba el hallazgo de la corrupción en Pdvsa. En efecto, el descalabro de la industria petrolera es uno de los temas más significativos, porque a pesar de que han mejorado los precios en el mundo, este régimen inepto produce menos petróleo por la desidia e incapacidad de todos sus administradores, incluido el Niño Jesús, entiéndase Rafael Ramírez, y sus pendejos apóstoles, estos últimos presos, tal vez con menos responsabilidad o igual al santo niño. Y de paso regalan la gasolina que importamos.

¡Qué de cosas nos ha deparado este chavismo nauseabundo y delincuencial! Y no es un invento del redactor, por Dios. ¡No! Se intuye de la “magistral” y “diligente” actuación del no muy buen poeta Tarek William Saab, ahora persecutor impoluto de la robolución roja rojita.  De manera, pues, que no se necesitan dos dedos de frente para pensar que el año 2018 será infinitamente peor que este que languidece. El descrédito internacional ha sido vergonzoso por todo el desempeño antidemocrático del régimen y de allí las sanciones impuestas. No es como lo pretende hacer ver el gobierno, en el sentido de que fueron solicitadas por la oposición. No. Fueron buscadas y alcanzadas a esfuerzo propio, por el régimen. A otro perro con ese hueso, Nicolás, Jorge y Delcy. Ciertamente, resulta penoso para quien esto escribe, y seguro estoy para quien lo lea, que el balance del cierre de este año sea el más catastrófico, ruinoso y trágico que hayamos vivido los venezolanos. Esto debe cambiar, y va a cambiar. Amanecerá y veremos. Pero a pesar de todo ello, un feliz año y venturoso 2018. ¡Vaya un abrazo!


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