Es ya un lugar común señalar que la historia se repite con sus variables de tiempo, lugar y personajes involucrados. Además, somos conscientes de que son muchos los que niegan tal situación como posibilidad real del acontecer humano a lo largo de la historia. De modo que aún en contra de esa ortodoxia asumimos la aventura de seguir adelante con nuestro planteamiento de hoy.

La enseñanza que nos dejó la historia (o el cuento) de la Torre de Babel está allí para enrostrársela a quienes nunca se cansan de llevar a cabo acciones desmesuradas que luego terminan en fracasos. La fuente principal del hecho la encontramos en el Génesis (9-11), cuando se aborda el tema de “La confusión de las lenguas”, que resumimos a continuación.

Al inicio del tiempo bíblico, era la tierra toda una sola lengua y de unas mismas palabras. Entonces surgió la idea de edificar una ciudad y una torre, cuya cúspide tocara el cielo. Yavé no vio con buenos ojos aquella aventura humana y ordenó a sus ángeles que bajaran a la tierra y confundieran su lengua, de modo que no se entendieran unos a otros. Eso llevó a los hombres a cesar su alocado proyecto y dispersarse por toda la haz de la tierra.

Con el tiempo, el evento anterior sufre variantes y complementos. Entre los años 79 y 93 d.C., Flavio Josefo escribió las Antigüedades judías, en las que narra la historia del pueblo judío y su cultura desde la creación del mundo hasta el año 66 d.C. En el Libro I, sección 113 de dicha obra, titulada “Nimrod construye la Torre de Babel”, nos señala que dicho líder –descendiente de Noé–, ya transformado en un tirano, persuadió a sus seguidores a que no atribuyeran a Dios la prosperidad que le debían a él. No conforme con eso, prometió a su gente enfrentarse al Altísimo si quería volver a inundar la tierra, pues edificaría una torre más alta de lo que pudieran subir las aguas, y tomaría represalias contra Él por la aniquilación de sus antepasados. Lo prometido se convirtió después en ejecución real, motivo por el cual Dios los metió en disputas al hacer que hablaran lenguas distintas, haciendo que no se entendieran entre sí. De allí que los hebreos llaman “Babel”a la confusión. El resultado fue la dispersión que dio lugar a la creación de colonias por todas partes.

El tema ha despertado mucho interés a lo largo del tiempo, y una autoridad como James George Frazer (1854–1941), historiador y filósofo de la religión, se ocupó del asunto en su libro El folklore en el Antiguo Testamento. En dicha obra destaca que “sobre el tejido simple del relato, la tradición judía posterior bordó todo un rico diseño de detalles pintorescos”, como es el de afirmar que la iniciativa de construir la torre nació de la franca rebelión contra la divinidad. Entonces el escenario de la leyenda se montó en Babilonia, en cuenta de que Babel es la forma hebrea del nombre de la ciudad. Pero Frazer constató otras cosas de interés: que diversas tribus de África cuentan historias que tienen parecido con la leyenda de Babel. Algo similar –afirma el mismo autor– se repite con la gran pirámide mexicana de Cholula, la obra más relevante de su tipo en toda América, aunque en este caso admite la posibilidad de que la leyenda se haya originado con posterioridad a la Conquista.

Más allá de las inconsistencias que puedan darse entre el relato bíblico y los desarrollos posteriores, lo significativo de la historia es la desmesura que subyace en ellos, la cual encontramos aquí y allá a lo largo de la historia de la humanidad. Un ejemplo de ese proceder es lo descomedido que fue Hugo Chávez en su época y lo es ahora Nicolás Maduro. Para concretizar lo anterior es suficiente con rememorar los excesos cometidos por la revolución “bonita” durante el paro petrolero de 2002-2003.

Desde su llegada a la Presidencia de la República, Chávez quería tener en sus manos el control de Petróleos de Venezuela. La empresa petrolera era la principal fuente de recursos del Estado, de modo que su manejo por gente afecta al gobierno era indispensable para llevar a cabo sus políticas populistas. Astutamente el golpista de Sabaneta fue ganando terreno hasta lograr que los trabajadores petroleros decidieran participar en un paro cívico que paralizó a la empresa. Entonces, Chávez les manifestó a los trabajadores en huelga que de continuar en su actitud los “botaría a todos”. Poco después, fueron despedidos casi 20.000 funcionarios de la industria. Con esa acción arrancó el proceso de politización y destrucción que condujo a Pdvsa a lo que es hoy: un cascarón casi vacío que no tiene la capacidad de producir la gasolina que necesita el menguado parque automotor del país para operar.

Producto de lo anterior, a comienzos de esta semana, el presidente de la Asociación de Ganaderos del Táchira declaró a la prensa que debido al grave problema de suministro de gasolina que hay en Venezuela, en el mencionado estado se está perdiendo la producción de leche y carne, que en este momento representa el 60% del abastecimiento nacional, lo cual podría desatar una hambruna generalizada.

Eso explica que aquí y ahora se esté desmoronando la Torre de Babel donde hoy habita Nicolás Maduro.

@EddyReyesT


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