El 1 de mayo estuvo cargado de malas noticias para los venezolanos. Maduro decretó un aumento del salario mínimo a 1.000.000 de bolívares así como el incremento del cestaticket “socialista” a 1.555.500 bolívares mensuales. De esta manera se eleva el salario mínimo integral a 2.555.500 bolívares, lo que significa un aumento nominal pero no real, pues no mejora el poder adquisitivo del salario.

Con una hiperinflación como la que sufre Venezuela, los incrementos salariales se derriten como el hielo, porque los precios aumentan día tras día -y hasta el mismo día- sin que el gobierno tenga capacidad de respuesta ante esta situación. Estamos frente a una ficción que ya no engaña a la clase trabajadora. El nuevo sueldo no alcanza para dos pollos y un cartón de huevos al mes. Toda una burla.

Por si fuera poco, los precios de los productos, bienes y servicios deben marcarse en bolívares actuales y en “bolívares soberanos” para crear la ilusión (¡o engaño!) de que se está controlando la hiperinflación. Una reconversión monetaria que no fue precedida de un plan de ajustes económicos, para eliminar el desequilibrio fiscal, será un fracaso. Además, se requiere de un plan de privatizaciones para devolver al sector privado las empresas expropiadas y quebradas; pero los dogmas ideológicos del gobierno le impiden ver la realidad y reconocer que el descalabro se debe a la copia del fracasado modelo cubano.

Cuando se decretan aumentos salariales no se considera el impacto que estos producen: contribuciones o cotizaciones, recargos por jornadas nocturnas o extraordinarias, beneficios de carácter no remunerativo; además de los efectos en las prestaciones sociales y otros conceptos. No es solo el aumento del salario sino todo un paquete de aparentes beneficios que pueden desajustar los planes de crecimiento de las empresas. Las improvisaciones en estos ajustes salariales afectan el normal desenvolvimiento de las pocas empresas productivas que el socialismo del siglo XXI todavía no ha podido destruir, aunque están en vías de hacerlo.

Para acompañar el anuncio del aumento del salario, el jefe del Ejecutivo señaló también que hará “cumplir” la Ley de Precios Justos, es decir, que controlará artificialmente el precio de los productos. Esto parece un plan maquiavélico para mantener a la ciudadanía sujeta a la miseria y a la esperanza de la caja CLAP. Al mismo tiempo, Maduro advirtió a los dueños de supermercados: “Si siguen aumentando los precios a lo loco al pueblo, voy a hacer justicia”. Según las palabras del presidente, los precios no suben por las políticas comunistas sino porque los dueños de supermercados los suben “a lo loco”. Es que el populismo es la oferta de dádivas y pretende distribuir la riqueza no producida. Al extinguirse la riqueza, solo queda la mentira.

En lugar de modificar el plan económico calcado del modelo cubano e implantar la economía de mercado, se invoca la dañina Ley Orgánica de Precios Justos, y se pretende resolver el asunto estableciendo un “precio justo” que no fija el productor de acuerdo con su estructura de costos, sino un burócrata de manera caprichosa. No se toma en consideración que, en una economía hiperinflacionaria, los precios cambian día tras día, ni se toma en cuenta el valor de reposición de los productos. La verdadera referencia para fijar los precios es el dólar de Estados Unidos.

La política de controles no es aplicada por ningún país, salvo Cuba y Venezuela. Si China y Vietnam, países comunistas, hubiesen aplicado esta política de controles del “socialismo del siglo XXI”, no tendrían economías prósperas y en constante crecimiento. Ni los rusos, ni los nicaragüenses, ni los ecuatorianos, ni los bolivianos ejercen controles económicos de este tipo.

El derecho a un trabajo digno se protege estimulando la expansión empresarial y la libertad económica. Cada vez que se aplica una norma o política laboral deben considerarse los efectos negativos que esta pueda producir en la economía. Los aumentos improvisados de salarios, sin modificar la causa del deterioro de los ingresos debidos al fanatismo ideológico, solo traen miseria y atraso.


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