Si veinte años no son nada, como dice el tango, 77 días son mucho menos. y ese es el tiempo que, con premeditación y alevosía, la dictadura le dio a una oposición representada en una MUD que la han dejado sin tarjeta, dividida, golpeada, despreciada y vilipendiada, también hay que decirlo, para componer sus entuertos con las otras oposiciones, organizarse electoralmente, escoger un candidato de unidad, si es que decide ir a la cita, y lanzarse no a las arenas de la lucha en una festiva tarde de toros, sino a una plaza en la que la espera una guillotina llamada fraude, con la intervención, entre otros, del CNE, el Plan República, de la maquinaria electoral más costosa que haya conocido la historia venezolana, con el control de todos los medios de comunicación social, con el apoyo de asesores especializados en todas las disciplinas que intervienen en el proceso, sumados al nada despreciable poder inconstitucional del TSJ y la espuria constituyente, teniendo en la retaguardia todo el aparato represivo del régimen.

Para nadie es un secreto que lo que está sucediendo en Venezuela es parte de un libreto escrito en La Habana que no acepta interpretaciones, que es lineal e impositivo, y por lo tanto la troupe encargada de retener el poder a cualquier precio debe ejecutarlo sin margen de error y eso es lo que el régimen trata de hacer sin pérdida de tiempo. De allí que nadie puede sorprenderse si el día 22 de abril este capítulo electoral elaborado con premeditación y alevosía, termina, desgraciadamente, como prueba irrefutable de la existencia del infortunio, con la reelección de Maduro.

En función de esa fecha, el ejército rojo ha preparado su plan de acción, ha dado instrucciones a sus huestes, ha aceitado la máquina de hacer billetes, ha girado las órdenes para los cambios pertinentes en el registro electoral, ha activado a fondo el carnet de la patria, ha perfeccionado el decálogo del ventajismo que aplican en cada elección, ha preparado a los militantes del voto asistido, ha reescrito las promesas incumplidas de todos estos años, ha dado la voz de alerta a sus colectivos violentos, en fin, ha puesto a andar, sin omitir detalles, todos los pasos necesarios, para llevar a puerto seguro este nuevo gran fraude para lograr su objetivo. Como siempre el régimen ha jugado en posición adelantada, moviendo sus cartas con la “astucia” del jugador tramposo, repartiendo las cartas y pretendiendo dejar al adversario sin opciones.

Ante este panorama, las oposiciones, tanto las que piensan en la vía electoral, como las que piensan en la abstención, antes de dejarse atrapar por el dilema de votar o no votar, lo primero que tienen que hacer, de manera inmediata porque no tienen tiempo para discusiones, más que bizantinas, sin sentido, es reunirse en presencia de un mediador confiable, como puede ser el episcopado, las academias o los rectores de universidades, para poner sobre la mesa las materias que los unen y las que los separan y dar por terminada la reunión, solamente cuando salga ese humo blanco que 80% de los venezolanos esperamos y que tiene nombre de patria y se llama UNIDAD.

Sobre este tema he insistido obsesivamente porque es a esa unidad de la oposición a lo que más le teme el régimen tal como lo demuestran el tiempo, las estrategias, el dinero invertido y sobre todo la morbosa y, en ocasiones, criminal tenacidad utilizada para destruirla, cuestión que está a punto de lograr, si entre las distintas corrientes opositoras no priva la sensatez necesaria para entender que cada una por su lado nada pueden hacer ante un enemigo, todavía poderoso, que está dispuesto a todo para conservar el poder, único territorio que les garantiza la impunidad ante tanto delito cometido.

En este momento, a pesar de las diferencias que puedan tener, tanto a la oposición que quiere votar, como a la que quiere tomar el camino de la abstención, hay algo que las une y es que las dos posiciones están exigiendo condiciones confiables para participar en las elecciones. Sabemos que este tema planteado por la MUD fue el responsable de que el régimen le diera una patada a la mesa en República Dominicana; por lo tanto, a las oposiciones les queda el recurso de insistir en el tema y luchar unidas, en la calle, con protestas democráticas profundas que le den la vuelta al mundo, para lograrlas, hecho que con seguridad contaría con el apoyo de la gente, con la misma fe e intensidad con la que apoyó las marchas opositoras poco tiempo atrás. Una manera de resucitar el espíritu de lucha de nuestra sociedad civil, hoy atada al desánimo y el desencanto.

Este sería un punto de partida, no solo para emprender una lucha unitaria, sino para constituir el gran frente nacional para el rescate del país y la democracia. Al final de esas jornadas acompañada por el pueblo, de acuerdo con sus resultados, se tomaría la decisión, también unitaria, de votar o no votar, hecho que debe estar respaldado, en ambos casos, por una estrategia de resistencia viva, claramente definida y blindada para los días posteriores, que es lo que nunca tuvo la oposición en batallas anteriores.

Dice T. S. Elliot, en su extraordinario poema “Tierra baldía”, que “abril es el mes más cruel”, hecho que para los opositores al régimen, que somos el 80% de los venezolanos, quedaría ratificado si el libreto habanero se cumple, pero sería mucho más cruel para el régimen, de atravesarse uno de esos cisnes negros que en la historia de los pueblos amanecen de pronto cambiando el curso de las cosas y aquí, en este país y en este momento, cambiar el curso de las cosas significa entorpecer, impedir y derrotar los planes continuistas del régimen y eso solo se logra con una unidad construida con la voluntad política de las partes, con el aplazamiento de todo proyecto personal, colocando las energías y los recursos al servicio de una sola causa que también tiene nombre y se llama Venezuela.

Soy un convencido de las bondades de la unidad como factor de cambio en Venezuela y que solo construyéndola a prueba de balas y poniéndola en acción podemos pensar y lograr el rescate de Venezuela y su democracia, salvando incluso los escollos que anuncian los radicales que hablan de decretos de guerra a muerte y otras formas de exterminio.

Ciertamente, si veinte años no son nada, como dice el tango, 70 días son mucho menos, pero les garantizo que teniendo a disposición una verdadera unidad opositora que tenga como fundamento salvar a Venezuela de la catástrofe pudieran ser más que suficientes para lograr el cambio que nos permita vivir en paz y en democracia.


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