“La corrupción de los dirigentes es la peor”, así lo definió Jerónimo en la Vulgata, y siglos después el alemán Ernst Bloch, filosofando sobre las utopías, concluía que la deformación de los más sublimes ideales hace que su corrupción sea lo más detestable y dañino, lo peor; lo ilustra con ejemplos como las perversiones del Evangelio al convertido en la Inquisición, o la Revolución francesa con su guillotina. Repito “Corruptio optimi pessima”.

Venezuela hoy es víctima de un malandraje derivado de la más profunda corrupción de una pretendida revolución que, lejos de haber obrado en función de las mejoras de las condiciones generales de la población, ha transformado todo el país en un gran estanco de pobreza y miserias.

La mayor víctima de la falsa revolución socialista es la juventud que va quedando condenada a pasar a la adultez en un estado de casi estulticia total para los futuros retos que habrá de enfrentar ante los países dominantes del saber y la tecnología. Este crimen comienza por impedir que los neonatos tengan los cuidados y alimentación apropiados; luego, la infancia sin atención sanitaria para evitar enfermedades ya erradicadas mundialmente pero floreciendo aquí; peor aún, es alarmante ver sin que se oiga protesta alguna cómo van quedando los barrios y urbanizaciones sin escuelas, las aulas sin alumnos y los alumnos sin docentes.

El acceso a la educación entre los 3 y los 24 años de edad ha bajado en los últimos cuatro años de 78% a 71%.

La UCV, a través de su Memoria Educativa de Venezuela, ha indicado cómo van cerrando planteles en todo el país: solo entre 2004 y 2007 más de 2.000; por eso vamos viendo que el fenómeno de la insuficiencia financiera traerá como consecuencia la insuficiencia intelectual. Es de Perogrullo que sin jóvenes educados y formados la población en proceso de maduración también estará condenada a un mayor embrutecimiento.

Se podría pensar maliciosamente que este proceso obedece a un preconcebido mefistofélico plan para poder asegurar una mayor dependencia de la sociedad en el aparato gubernamental y sus “apparatchiks”. De ser así, la suerte ya está echada, cada año disminuirán las posibilidades de acercarnos al desarrollo social armónico e incrementaremos las ya enormes distancias que no separan de los países desarrollados.

Duele observar cómo el clamor de los maestros, profesores, universitarios e investigadores se va apagando en el erial presupuestario. La Asamblea Nacional debe reformar los presupuestos para tener la conciencia limpia y poder ver las caras ante el dedo acusador del joven de hoy cuando como adulto no encuentre trabajo digno por su ignara condición.

Los ineptos ministros de deseducación son mejor definidos como capataces de gulags que líderes del conocimiento; no se trata de una tarea tan complicada solo darle a la educación la importancia que siempre ha tenido en las sociedades exitosas, dignificar la profesión de los educadores e invertir en las infraestructuras y programas con el mismo entusiasmo que hoy compran armas y pertrechos para una guerra que no se dará jamás.

Simón Rodríguez, tan admirado por los gerifaltes pero seguramente igualmente ignorado, dijo que o inventábamos o fracasábamos; es hora de inventar, ya la del fracaso pasó.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!