I

Es tanta la rabia y el desamparo que vemos diariamente en este maltratado país que poco tiempo nos queda para el reconocimiento de lo hermoso. Poco tiempo y poco espacio. Hay que apartar mucha basura, espantar muchas moscas, para disfrutar de un pedacito de cielo azul.

Es difícil mantener viva la esperanza cuando se es testigo del derrumbe de todo. No tenemos adónde voltear cuando vemos la dolorosa imagen de un niño de la calle sin fuerzas ni para llorar. No hay manera de obviar la violencia en los ojos de los que transitan a nuestro lado.

El chavismo lleva 18 años dejando un lastre tenebroso, la maldad se respira por doquier. Abunda el vivo criollo, el egoísta, el deshonesto. Todo está contaminado por la podredumbre maduchavista.

Frente a esto que vivimos diariamente, y sabiendo que lo que se avecina es aún peor, que no hemos tocado fondo, ¿de dónde sacaremos fuerzas?

II

El cura Alejandro Moreno alguna vez me dijo que el problema de la violencia en el país era de raíz profunda, porque poco se aportaba desde el hogar para combatirlo. Lo ha dicho y lo ha escrito con absoluta propiedad, porque es un estudioso de la sociedad venezolana desde hace años; no solo de la sociedad, sino de los estratos más pobres.

Esa es la gente que peor la está pasando, porque no solamente tiene hambre de alimentos, sino hambre espiritual. Y llevan más de 18 años siendo alimentados por el odio de una gentuza que se propuso destruir al venezolano desde la cuna.

Al mismo padre Moreno le preguntaría ¿cómo se combate el odio?, pero sé cuál es la respuesta. Es el arma que he utilizado durante estos días en los que pareciera que no hay motivos para celebrar. Y esa arma me la dieron desde pequeña en mi hogar.

Lamentablemente pareciera que la mayoría no la tiene, pero hay que construirla, hay que buscarla, hay que repartirla. Es el arma y es el escudo.

III

Celebrar la Navidad para la mayoría es poder comprar estrenos y regalos. Para mí no. Porque siempre que he comprado regalos me motiva la idea de hacer feliz al que lo va a recibir, y eso no necesariamente se hace con cosas materiales, así que me concentré en hacer felices a los que quiero.

Celebrar el año nuevo con todos los pronósticos que más parecen certezas de que será peor que el que se va no tiene mucho sentido. Pero yo insisto en que esa arma debe hacerme fuerte ante la adversidad.

Los que hemos tenido la suerte de recibirla y de inculcarla tenemos el deber ineludible de blandirla en donde sea, en las circunstancias que sean. Es un arma poderosa, fuerte y resistente si se ha cultivado y se ha cuidado lo suficiente. Como escudo, hay que pulirlo, mantenerlo presto para sacarlo en el momento indicado.

El odio nunca ha podido en contra del amor, que siempre vence. Fomentar el amor, repartirlo, hacer el bien es la mejor arma en contra de esta pesadilla. El odio se alimenta de la maldad y la desesperanza, y eso hace a estos malvados felices. No les demos el gusto.

Ellos no supieron nunca lo que es el amor y por eso lo combaten. Perdonen que me ponga esotérica, pero me niego a dejar que esta enfermedad maduchavista me ennegrezca el corazón. Mi deber es resistir, y vuelvo al amor de mis padres, de mis hermanos, de mi hija, para acorazarme y sobrevivir.


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