Esta semana concluyó, en Arizona, el recuento de votos con la proclamación de la demócrata Kyrsten Sinema como senadora del estado. El martes 6, las proyecciones se anticipaban a dar ese escaño a los republicanos, pero la votación contada y recontada en un solo condado, Maricopa, hizo la diferencia.

El equipo demócrata hizo su trabajo de defensa del voto, incluyendo la minuciosa revisión de las miles de boletas electorales emitidas por ciudadanos a quienes, por ser hispanos, las autoridades electorales del estado, bajo control del gobierno republicano, les pretendían obstaculizar su voto. También se hicieron efectivos los sufragios de ciudadanos residentes en Arizona y personal militar que votaron por correo. Otro asunto de especial atención fue el caudal de participación que hubo que atender en centros electorales de emergencia por la afluencia de nuevos electores que hubiesen desbordado la infraestructura tradicional. La candidata republicana admitió sin reparo el triunfo de Sinema; y el senador republicano Jeff Flake, quien no se presentó a la reelección por su abierto desencuentro con Trump, también reconoció el triunfo de la demócrata que lo sustituirá en el Senado, y felicitó a Sinema sin reservas. Ninguna autoridad electoral del estado, bajo el control político del gobernador republicano reelecto tiene reparo o crítica alguna al proceso. Además de Sinema en su elección al Senado, cuatro latinos incrementaron la representación demócrata en la Asamblea Legislativa del estado, combatiendo el obstáculo del gerrymandering; y el control de la misma no se alcanzó por un distrito con la mínima diferencia de votos.

Trump, en cambio, lanzó desde la Casa Blanca una batería de tuits cantando fraude y anticipando que se corría el mismo riesgo de fraude en Florida, donde la ley exige un reconteo de todos los votos para el Senado y la Gobernación, ya que las diferencias se estrecharon a niveles inferiores al 0,5%. Su grito de fraude fue secundado solo por el extremismo partidario y algunos en Florida, otra vez epicentro de un controvertido recuento de votos (como cuando Al Gore perdió la Presidencia contra George Bush).

Uno de los condados clave, en este asunto de Florida, es Broward, enclave de una inmensa diversidad, que incluye el voto de afroamericanos y latinos con tendencia a votar demócrata, y donde suele haber conflictos relacionados con votos en boletas provisionales que deben ser certificadas y contabilizadas; además de otros casos muy específicos, como los votos emitidos por correo (asunto que aplica en todo el estado y es particularmente importante con respecto al voto de militares en servicio fuera de Florida, su estado de residencia legal). Lo correcto, en el caso de Florida, es esperar a que termine el procedimiento ordenado por la ley, pero el gobernador Scott, quien disputa la senaduría con el senador demócrata Bill Nelson, todavía en ejercicio del gobierno estadal, se hace eco de los gritos de fraude de Trump, ambos sin prueba, aun cuando las propias autoridades electorales controladas por su gobierno no ven fraude sino la obligación legal de asegurar que todos los votos sean, como ocurrió en Arizona, adecuadamente contados.

Pero no especulemos sobre lo que pueda pasar en Florida y volvamos a Arizona. El triunfo de Sinema es histórico porque es la primera vez en 23 años que los demócratas logran un senador por este estado, representado ante el Congreso durante casi un cuarto de siglo por dos senadores republicanos.

Trump perdió dos veces en estas elecciones de mitad de período en Arizona, estado clave en su elección como presidente. Perdió primero en su pretensión de lograr que su incondicional aliado, el ex sheriff Joe Arpaio, símbolo de xenofobia y racismo, además de convicto por desacato al tribunal que conocía de la causa que lo juzgaba por violación de derechos civiles (e indultado en agosto de 2017 por Trump este mismo año para habilitarlo electoralmente). Y perdió, ahora junto con su partido, en el intento de imponer a la candidata McSally, con su retórica xenófoba desde Washington. El experto asesor electoral David Axelrod, frente a lo sucedido en Arizona, emitió un tuit diciendo: “El calculado histrionismo del presidente sobre la caravana [de migrantes], de la cual ya nadie habla después de las elecciones, probablemente hundió al partido republicano en Arizona”.

Maricopa es un condado muy importante en Arizona. Asiento de la capital del estado, Phoenix es terreno de una diversidad originaria, ahora creciente por efecto tanto de la inmigración como del crecimiento de la actividad generada alrededor de la Universidad Estadal de Arizona, así como de múltiples empresas de servicios logísticos y de almacenamiento o distribución que han florecido en la zona, entre otras cosas, por los positivos efectos del Nafta (ahora acuerdo comercial con México), atrayendo gente de todas partes del país.

Phoenix es hoy la quinta ciudad más populosa de los Estados Unidos. En su proximidad, las ciudades de Scottsdale y Mesa agregan prosperidad y diversidad; y su influjo se expande también a parte de los suburbios de Tucson, ciudad ubicada en el condado vecino de Prima, donde es notable la magnitud de la población hispana. Otro dato importante es que en Arizona el colectivo hispano o latino (como en Texas, Colorado, Nuevo México y California) va más allá de los inmigrantes. Es latina o hispana 30% de la población de Maricopa (Phoenix) y 45% de Prima (Tucson), pero en ambos el porcentaje de población mexicano-americana es de 25% y 35% respectivamente, incluyendo ciudadanos americanos con varias generaciones en el estado (otrora parte de México) que no cruzaron la frontera, sino que esta en su avance los cruzó a ellos.

En pocas palabras, las tensiones raciales que busca capitalizar la retórica de Trump (y su antecesor local, Arpaio) existen en buena parte de la población y sectores de la geografía estadal, pero se va imponiendo el cambio en ciudades como Phoenix, que marcan la pauta de hacia dónde va el futuro de Arizona. Como nos decía en estos días el diputado estadal Lorenzo Sierra, recién electo después de ser concejal en la municipalidad de Avondale (ubicada en Maricopa), al conversar sobre lo sucedido en Arizona: “Cuando los latinos salen a votar el cambio triunfa en Arizona”.

Lo significativo del triunfo de la demócrata Sinema en Arizona, aunque cerrado, es que la xenofobia va quedando atrás como problema, en la medida en que avanza el cambio generacional y el progreso que trae consigo educación y diversidad. Claro que en lo inmediato constituye una horrible tensión instalada allí, habilitando a líderes como Trump.

Y hay otro importante impacto por analizar en este resultado. El fallecimiento del legendario y heroico senador John McCain dejó a un senador designado provisionalmente, de acuerdo con la Constitución de Arizona, por el gobernador republicano del estado. Ese escaño debe ser resuelto por una elección especial, que ha de organizarse en noviembre de 2020, conjuntamente con la elección presidencial. Si la actual tendencia se sostiene, es posible que otro demócrata conquiste ese escaño en el Senado, y para ello ya se menciona al diputado Rubén Gallego, joven, carismático, también veterano condecorado por sus servicios en la guerra de Irak. Un líder emergente latino, de origen colombiano y mexicano.

Si al triunfo de Arizona sumamos el hecho de que Texas se perdió por mínima diferencia y que Nevada también fue conquistado por los demócratas (por razones muy similares a las analizadas en esta nota), podríamos estar ante la configuración de un cuadro electoral muy diferente, en el que estados tradicionalmente rojos (el color republicano) se vuelven púrpura por el maridaje con el azul traído por la creciente población demócrata que viene con la expansión económica urbana y suburbana. Es una población joven y universitaria, marcada por la diversidad (especialmente, la hispanidad o el voto latino), y por la fertilidad del intercambio económico comercial con México.

No en balde, el precandidato presidencial demócrata, Julián Castro, uno de líderes nacionales de la conferencia de dirigentes demócratas hispanos (ex alcalde de San Antonio, Texas, y ex ministro de Vivienda Urbana de Obama) tuiteó, el mismo día en que se proclamó el triunfo de Sinema: “Arizona-Texas-Florida, el futuro”. Sin duda, Castro ya suma a la columna demócrata, como espacio conquistado, a Nevada, donde los demócratas acaban de ganar con impresionante participación hispana, que también marca tendencia, tanto la senaduría como la Gobernación y Vicegobernación del Estado. No hay duda, el futuro político de los Estados Unidos se conjuga en español y tiene destellos azules.


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