Had a dream last night I” (Langston Hughes)

Dicen los sabios que todos nos fijamos en un árbol de tres ramas al menos una vez en la vida. Los veteranos de este valle de lágrimas también dicen no saber de nadie que no haya visto ese árbol.

Cuando somos inocentes nuestros padres nos sueltan las verdades a medias. Ellos nos procuran un entorno seguro. Los niños vivimos inmersos en una familia que nos rodea de ilusiones, cuentos de Hans Christian Andersen y magia. Se sabe que la infancia es la etapa agradable de la vida en la que no se vislumbra la pena.

Cuando eres niño te cubren de mimos. Mientras te distraes con un juguete aprendes a comportarte. Eres feliz e ingenuo. El mundo gira a tu alrededor. Todos te miran. Te hablan a ti, a ti te sonríen y te cuentan a ti la extraña leyenda del ratoncito Pérez el día que se te mueve el primer diente de leche. Casi te alegras de que se caiga pronto el segundo para tantear más regalitos debajo de la almohada. A lo mejor eres tú el único crío que va a sorprender en plena faena al ratoncito robadientes. A la mañana siguiente te quedas ensimismado contemplando el árbol viejo que cuida tu ventana.

Pasa el tiempo y tus padres te hablan del poder secreto de los Reyes Magos de Oriente. Te cuentan el largo viaje a los países del mundo, a tu ciudad, a tu calle y a tu casa. Tu familia te explica el recibimiento protocolario a Melchor, Gaspar y Baltasar. Te dicen en casa que hay que dejar unos dulces en la cocina, tres copitas de anís y tres cubos de agua para los camellos. Duermes poco esa noche. Amanece y te despiertas eufórico viéndote rodeado de regalos. Un pajarito se posa en una de las tres ramas del árbol frente a tu ventana para entonar un cántico que es un monólogo.

Más adelante, a medida que pasa la vida y te quedas solo, empiezas a cuestionarte las cosas que te enseñaron tus padres, tus maestros y tus amigos. Quien sabe si te sentirás amargo o vencido. Entonces abrirás la ventana de tu habitación pensativo y habrás aprendido que el ratoncito Pérez no existe, que los Reyes Magos eran tus padres y que el sueño no durará siempre


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