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«…no sólo el futuro…sino también el pasado se ve como una fuerza…» Hannah Arendt.

 Como decía el educador e historiador argentino, Gregorio Weinberg, hay temas de gran significación histórica que mantienen su vigencia porque ciertamente siguen conservando vivos sus fermentos y su mensaje. Son palabras que ahora me conectan con aquel 5 de diciembre de 1958, oportunidad en la cual fue rescatado el principio de autonomía universitaria con la Ley de universidades promulgada por la Junta de Gobierno presidida por el presidente Edgar Sanabria. Un trascendental logro en nuestra historia, en el contexto de la etapa democrática que comenzó a vivir Venezuela a partir del 23 de enero de 1958, después del derrocamiento del régimen del general Marcos Pérez Jiménez. Un fruto de gran resonancia histórica, al que contribuyó de modo sustantivo la comisión universitaria dirigida por el rector Francisco De Venanzi, quien destacaba en ese entonces el papel primordial de la autonomía para que la Universidad estuviese “libre de interferencias extrañas a su esencia universal”, a los fines de cumplir a cabalidad la función de ser “alma del pueblo”; algo considerado de alto contenido simbólico por Rafael Pizani, a la sazón Ministro de Educación, pues con la libertad para el pueblo se alcanzaba paralelamente la libertad para la Universidad.

En el contenido de dicho texto legal, que expresa lo que Manuel Caballero llamó “una nueva etapa en la adecuación histórica entre la Universidad y la realidad nacional”, encontramos orientaciones fundamentales que forman parte de nuestra memoria institucional, especialmente en lo concerniente a la concepción y definición de la Universidad, y de modo particular en lo que atañe a la autonomía como principio vertebrador de la vida de esa institución en múltiples dimensiones (territorial, académica, administrativa, económica y gubernamental).

Pero más allá de los rasgos esenciales del cuerpo de esa ley, hay varias consideraciones relativas a ese momento histórico que son aleccionadoras en las muy difíciles circunstancias de la Venezuela actual, cuando es impostergable la lucha por la autonomía universitaria. Me refiero a dos de ellas. En primer lugar, es preciso convencernos de que este principio y su ejercicio no representan una simple dádiva gubernamental; ha sido y sigue siendo más bien una conquista. En segundo lugar, esa lucha en aquella ocasión tuvo un carácter colectivo y una proyección nacional, incorporó a distintos actores tanto de la Universidad como de otros sectores de la sociedad, si bien se reconoce que hubo una vanguardia universitaria, “una suerte de intelligentzia”, que jugó un rol estelar. Hoy tenemos sobradas razones para que esa lucha se libre en similares términos.

Enaltece al profesor universitario que su día se celebre precisamente en la fecha de promulgación de la mencionada Ley de universidades.

*Publicado en Tal Cual, 09/12/11


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