“Además de hacer mi trabajo, más de una vez me tocó supervisar y resolver los casos que atendían los médicos integrales comunitarios”, cuenta Fabrizio Verdini, médico graduado de la Universidad de Carabobo. Él, como todos los de su gremio, se enfrentó con la realidad de compartir salas de emergencia, consultas y pabellones con compañeros evidentemente menos capacitados que ellos, “y que además tenían mejor sueldo que nosotros”.

Así como miles de profesionales de la medicina, Fabrizio ya no ejerce en Venezuela. Tampoco afuera. “Lo bonito es aprender a diversificar tus habilidades, a ampliar tus opciones. Cada experiencia fuera de tu lugar de confort te aporta un rasgo de seguridad que luego nadie puede arrebatarte, y que además te hace más fuerte”, dice. Vivió con una visa de estudiante en Estados Unidos por cuatro años, de los cuales durante menos de uno obtuvo las divisas del ya extinto Cadivi. “Imagínate, yo aquí estudiando sin dinero, con gastos que cubrir y sin poder hacer nada. Costó varios viajes de mis padres a Caracas para casi que suplicar por algo que me correspondía; fue una situación bastante incómoda”.

Pero igual debía seguir pagando el curso. “Me tocó hacer de todo para mantenerme, entre tantos trabajos que tuve fui mesonero y algunas oportunidades en campañas publicitarias. Lo bueno es que pude desarrollar mi faceta de artista en muchas áreas porque me gusta cantar desde muy chamo. Con mi voz pagué varias cuentas. Hoy me siento afortunado por todo lo que conseguí; además de eso, la conexión que logras con otras culturas, la capacidad de adoptar nuevas tradiciones e incorporar personas a tu círculo familiar y de amistad”.

Hoy en día vive en Buenos Aires y trabaja en Oxavita, una fábrica de dispositivos médicos donde ejerce el cargo de enlace médico: “Es lo más cerca que he estado de la medicina en años, siento que poco a poco estoy regresando a mi vocación. Espero muy pronto volver a ejercer como lo hacía en Venezuela”. Sin embargo, durante aquellos días tuvo que lidiar con hospitales en condiciones deplorables, servicios cerrados, escasez de insumos y equipos, bajos salarios profesionales, delincuencia interna, brotes de enfermedades erradicadas y un largo etcétera. Esa es la realidad del sector de la salud en Venezuela, cada día más desatendido.

La Medicina es una carrera que nunca se deja de estudiar, y ser estudiante hoy en día en Venezuela, de lo que sea, es un reto, una real proeza, expresa Fabrizio. Los estudiantes de Medicina se han vuelto básicamente autodidactas, en un contexto de escasez absoluta, solo queda aprender a toda costa. “Soy de los que piensa que el trabajo dignifica. Cuando emigré trabajé de muchas cosas, muchas de ellas tuve que aprenderlas en el camino. Nosotros los venezolanos tenemos una capacidad especial por hacer las cosas bien, por destacar. Así que no importa donde estés, ni haciendo qué, mientras tengas el foco en el objetivo, lejos o cerca, pasará, cueste la frustración que cueste”.


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