Desde hace un par de años, muchos hemos visto en las labores de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, o CICIG, un ejemplo posible para investigaciones contra la corrupción y la impunidad en México. Valorando todas las diferencias entre México y Guatemala, entre los distintos niveles de corrupción de ambos países, y la diferente institucionalidad que impera en ellos, quienes pensamos que no va a ser posible que los mexicanos podamos acotar solos el enorme ámbito de la corrupción en nuestro país, la CICIG era un modelo, si no a imitar, por lo menos a tratar de conocer, entender y en su caso mejorar. Ahora la CICIG se encuentra en crisis, y como país vecino de Guatemala, sería importante que tanto gobierno como sociedad civil y empresariado apoyaran al encargado de la misma, el colombiano Iván Velásquez, que ha sido destituido por el presidente Jimmy Morales y cuya expulsión del país parece ser asunto de horas.

En efecto, desde que Velásquez comenzó a investigar a la familia del propio Morales, así como los casos de corrupción y de financiamiento ilegal en su campaña presidencial, las tensiones entre la CICIG y el gobierno subieron. Al grado que hace unos días Morales pretendió expulsar a Velásquez de Guatemala; la Corte Constitucional declaró ilegal su expulsión y renunciaron varios ministros, incluyendo a la ministra y viceministros de salud y la vicecanciller. Morales viajó a Nueva York para entrevistarse con Antonio Guterres, secretario general de la ONU, ya que la CICIG es una institución creada justamente por Naciones Unidas para combatir la impunidad en Guatemala a raíz de la guerra que concluyó con los acuerdos de paz de los años noventa.

Si Morales logra expulsar a Velásquez, si logra desmantelar la CICIG, si logra salirse con la suya, más allá de la verdad o falsedad de las posibles acusaciones que hubieran surgido de las investigaciones de la misma CICIG, el ejemplo para México y otros países de alguna manera se vendrá abajo. Resultará que el hecho de contar con el apoyo incluso financiero de la comunidad internacional, de un activismo sorprendentemente vigoroso y un magnífico embajador de EU en Guatemala, Todd Robinson, no resistirán al afán de un presidente en funciones de deshacerse de todo el andamiaje creado durante ya más de dos décadas. Significará que ni siquiera la cooperación internacional, o la camisa de fuerza internacional –como se prefiera– sirven realmente para combatir la corrupción en países donde se ha arraigado tan profundamente durante tantos siglos.

Con eso adquiere de nuevo una enorme relevancia el tema de la Fiscalía General de la República y del fiscal anticorrupción en México. Nunca he pensado que con esto basta. Estoy absolutamente convencido de que sin apoyo de fuera no hay manera de investigar, juzgar y castigar casos de corrupción significativos en México. Pero si además de la inexistencia de lo externo, lo interno es tan endeble como lo sería el llamado pase automático y la designación de Raúl Cervantes como fiscal, no tenemos nada que hacer frente a este lastre que tanto ofende y perjudica a los mexicanos.

Ojalá Iván Velásquez sobreviva; ojalá la ONU, la Unión Europea, Estados Unidos y México puedan rescatarlo; ojalá la CICIG siga siendo un ejemplo a estudiar y a emular en la medida de lo posible; y ojalá no se raje el senador del PAN que tiene la decisión de Cervantes en sus manos. Javier Lozano y Ernesto Cordero, evidentemente, ya se rajaron y votarán con el PRI; le falta un voto a Peña Nieto ¿de quién será?


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