Una pincelada muestra lo duro de la cotidianidad que se vive en una pequeña ciudad agrícola: Acarigua. Sus pobladores están inclinados por vocación y oficio a vivir del tema agrícola, se emplean en tiendas de repuestos para tractores y sembradoras, la mayoría no cuenta con repuestos sumidos en una enorme escasez. Mucha gente carece de gas, cualquiera se percata de colas de hasta 100 personas para llenar las bombonitas de gas para sus cocinitas de una o dos hornillas, en los centros de llenado del gobierno usurpador. Todas las noches hay apagones de dos o tres horas y no hay transporte público. La gente dura hasta hora y media esperando transporte, todo el mundo pide cola, hasta los policías que ya no tienen patrullas.

Los trabajadores que antes eran fijos en las fincas, los encontramos hoy trabajando como vigilantes en tiendas. Ellos prefieren su trabajo en el área agrícola porque había sido esa la razón de su vida y es lo mejor que saben hacer y ganaban más; hasta les concedían hectáreas para que las trabajaran y sembraran lo que quisieran. En el ambiente se respira una incertidumbre sobre lo que va a ocurrir. El régimen monopoliza con toda la ineficiencia, la entrega de semillas y fertilizantes, lo que pone en entredicho la siembra para el ciclo de las lluvias que arrancan en mayo.

En Acarigua, hace 6 meses, los periódicos dejaron de circular por falta de tinta y papel. La prensa de Caracas solo llega hasta Barquisimeto. Las radios solo ponen reguetón o las noticias capitalizadas por el gobierno usurpador, la mayoría no tiene cable y son víctimas del canal oficial como única oferta. A pesar de las tinieblas impuestas, no creen en el mensaje oficial, pero no tienen acceso a la oferta política alternativa.

Me correspondió el honor de trabajar en el Consejo de Ministros con gente de la talla de Felipe Gómez Álvarez, rector fundador de la Unellez y uno de los mejores ministros de Agricultura y Cría.  Su gestión demostró la significación de la agricultura en el desarrollo equilibrado del país y en la reducción de los niveles de dependencia exterior. Brindó respaldo financiero al sector y favoreció el uso de fertilizantes.

La gestión del campo se realizó en forma concertada con los gremios y asociaciones de productores. Se dio acceso al crédito a los pequeños y medianos productores. Se invirtió en las unidades de producción, en desforestación, nivelación, vialidad interna, construcción de bancales y acondicionamiento en la siembra de pastizales. Se aumentó la superficie agrícola en producción, lo cual disminuyó la migración rural hacia las ciudades. La reactivación agrícola se logró con base en un nivel de rentabilidad, asentado en una relación costo-beneficio favorable. Todo un contraste con la realidad sombría de hoy.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados! 


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