El rescate. Sobre la participación de Keysi Sayago en Miss Universo 2017 es poco lo que se puede agregar a todo lo que se ha dicho. El brillo de sus ojos recordó a Mariángel Ruiz en cada tránsito por la pasarela. El vaivén de sus caderas rescató la imagen de Irene Esser. El color de su piel evocó a Carolina Indriago. Todo sin dejar de ser ella misma con una increíble sonrisota que no necesitó dulce de lechosa. Después de tres años de discreción, Venezuela volvió a la batalla en la justa estadounidense y rozó la soñada octava corona. Los vítores para la criolla todavía resuenan.

Ese mismo período está relacionado con la transición vivida por el certamen que preside Paula Shugart. Tras el cambio de manos de Donald Trump a WME/IMG, hubo cierta incertidumbre en relación con el futuro y la dinámica de la elección. Sin embargo, el programa transmitido el pasado domingo permite concluir que, aparentemente, los nuevos dueños rescataron la esencia de lo que debe ser un concurso de belleza.

A priori, la fórmula de seleccionar tres cuartetos de semifinalistas por regiones resulta injusta, en virtud de que la representatividad sacrifica la calidad de las candidatas. Una pregunta extrema para clarificar: ¿Por qué si las 12 mejores son de Asia, por ejemplo, solo 4 pueden pasar a la siguiente fase, porque a juro tiene que haber 4 de Europa y otras 4 de América? Además, la escogencia hecha online suele basarse en fotografías o en nacionalismos que no son los criterios más fidedignos.

Más allá de ese punto que da para discutir un buen rato, el Miss Universo 2017 fue gratificante para los seguidores de los certámenes, porque los productores comprendieron que el foco principal deben ser las chicas, que el público quiere ver, admirar, criticar, repudiar, apostar, cuestionar, escudriñar a cada una de las participantes, para comprobar si, al final, su evaluación coincide con la decisión del jurado. Los comentarios por las redes sociales refuerzan esta apreciación. Las cantantes apenas fueron complementos en dos desfiles de un programa que resultó dinámico y pertinente en su duración.

El éxtasis sería que las votaciones regresaran a la pantalla para darle más transparencia a la elección y saber si tanta figuración de Colombia es real o sigue siendo un bono compensatorio del error que hace un par de años cometió el animador Steve Harvey.


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