“Las redes sociales le dan el derecho de hablar

a legiones de idiotas que primero hablaban

únicamente en el bar después de un vaso de vino,

sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados

rápidamente y ahora tienen el mismo derecho

de hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”

Umberto Eco

Detengo mi lectura del Twitter, como ayer detuve mi audiencia de la radio, molesto ante tanta repitencia impregnada de bajo psiquismo. Dudar de la autenticidad del episodio fuga de Ledezma o echar a andar sospechas, o acaso criticarla porque el gobierno apresó al conserje o al presidente de la junta de condominio me luce estúpido, o torpe sencillamente.

El asunto tiene que ver con las complejidades de este tiempo histórico, como lo llamaría Koselleck, en el que se horizontalizó la opinión del individuo y de cada miembro de la sociedad, en virtud de las características de las llamadas redes sociales.

Todos como uno y uno como todos, permite el discurrir más abierto, pero también el más ligero y superficial. Claro que el asunto toma relevancia cuando las diferencias de los criterios se transforman en un torneo de denuestos, insultos, improperios e irrespetos, sin que medie una reflexión seria ni el ánimo de comprender al otro este presente.

La MUD puede ser cuestionada en sus ejecutorias que, por cierto, si se hiciera un balance de sus actuaciones y se apreciaran sus logros no deberían dar lugar a su satanización y a la presentación de sus actores cual facinerosos y zafios. Una cosa es juzgar una política y sus conductores, y otra, condenarlos al cadalso si resultó errada o fracasó.

Fenomenológicamente, cabe recordar que el populismo llega con un ambiente similar. El chavismo, y redundaría si lo llamo deletéreo, corrupto, incompetente, llegó al poder para arruinar y demoler a Venezuela, de la mano de los medios de comunicación y de los orates y oráculos que hicieron de la clase política democrática un blanco diario y libertino hasta que la defenestraron. Hagamos memoria y recordemos que desprestigiar a la política y a los políticos, abusando de la democracia y de la libertad de expresión, fue el caldo en el que se cultivó el chavismo y lo encendió inclusive. Decía Francisco de Goya que “el sueño de la razón engendra monstruos” y cuánta razón tenía.

Veamos que mantener una línea pacífica tiene un costo y una mecánica, la sostiene. Dialogar no es lo que provoca si tus interlocutores no se han hecho dignos de empatía, pero hacerlo distinto nos lleva al escenario de la violencia y si las armas están del otro lado, no luce conveniente recurrir a él. Hace poco ofrecimos en el forcejeo más de un centenar de muertos y para nada se conmovió la Fuerza Armada ni los cuerpos de seguridad. De haber seguido, continuaría la masacre impunemente.

El chavismo solo ha sido vencido en el escenario internacional y esos amigos de Venezuela insisten en pedir conversaciones para procurar, de un lado, establecer un canal humanitario que urge a muchos de nuestros compatriotas carentes de medicinas y alimentos y, de otro lado, reestablecer un instrumental de coexistencia y camino a una verdadera consulta electoral transparente y susceptible de acatamiento por las partes. Lo perfecto es enemigo de lo bueno y los yerros, las fallas, no pueden comprometer la estrategia nunca, corregimos y continuamos.

La oposición está desarticulada, vencida, amargada, acomplejada, pero lo peor es que está dividida. Eso trae consigo incoherencia, inconsistencia e incongruencia. El entorno país está en un punto de inflexión si hacemos lo pertinente. El gobierno no puede con el peso del desastre y la ausencia de una consciencia patriota que le impulse a revisar y aceptar que se equivocó el ignorante difunto y sus epígonos también. Se les puede caer encima el país si no asumen el fracaso y se disponen a cambiar. El cinismo los mantiene, pero no resuelve nada.

El que cabalga un tigre, se oye decir, no puede descabalgar. Y, a pesar de las dificultades, urge a la oposición retomar el camino de la unidad y aquel de la sindéresis en el discurso. Debemos cesar en la diatriba inútil y en el combate con los otros opositores. Hay mucha más legitimidad en hacer oposición y hacerlo con sentido de alteridad. No podemos dejarnos llevar por los que desde Miami escriben para distraerse y no para sumarse a la tarea de hacer oposición, o aquellos que disfrutan figurando a costa de no seguir a nadie ni a nada, sino de seguirse a ellos mismos. Basta de solipsismo y retornemos humildes a la búsqueda consensuada de soluciones.

La vida política nos permite alabar o criticar a los que hacen la faena. Otro refrán reza: “Vencedor, eres un rey y vencido, eres un bandido”, pero no debemos perder el norte. Juntos y dispuestos a comprendernos y tolerarnos podemos llegar al objetivo que sigue siendo dar batalla en todas partes y recuperar para los venezolanos la soberanía perdida. ¡Dios nos bendiga!

@nchittylaroche,

[email protected]


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