1948 marcó el inicio de la actividad profesional de la danza escénica venezolana en sus manifestaciones tradicionales populares, académicas y contemporáneas. Más de setenta años de permanencia podría ser un tiempo suficiente para su debida valoración. Las décadas transcurridas y las acciones cumplidas por esta especialidad artística, tal vez permitan en este momento una mirada globalizadora sobre el hecho dancístico nacional, sus orígenes y sus desarrollos individuales y colectivos, reveladores de la diversidad de pensamientos y planteamientos estéticos que la han caracterizado.

Más que en recurrencias a actitudes y valores sociales predeterminados, la identidad en el arte, y por tanto también en la danza, se encuentra en la sumatoria de historias, inquietudes, necesidades, expectativas y realizaciones de sus creadores. Siete décadas de danza artística no hacen una historia definitiva. Representan, sí, un camino recorrido y un indicio cierto de los intereses conceptuales y los perfiles estéticos buscados y en buena medida alcanzados por los hacedores del arte del movimiento en Venezuela. La mirada global, antes referida, se siente posible, además de necesaria, a fin de proyectar, justamente a partir de lo vivido y realizado, los caminos que en el futuro tomará el hecho de la danza nacional.

Se trata de una excitante historia. El siglo XX para la danza artística de Venezuela comienza tardíamente. La década de los años cuarenta constituye el momento en el que, según la convención, se inician oficialmente en nuestro medio las actividades dancísticas con aspiraciones profesionales. Tiempo de retos y experimentaciones. De puesta en marcha de audaces proyectos y también de desestimulantes incomprensiones. Tiempo igualmente de aperturas y contacto eventual con nombres e instituciones del mundo exterior, que contribuyeron con su crecimiento y  proyección universal.

Se trata de procesos históricos dispersos en libros, periódicos, revistas, folletos, programas de mano, fotografías y materiales audiovisuales, sin conformar un cuerpo orgánico, sino realidades diseminadas y en apariencia no relacionadas entre sí. A través de este conocimiento, se puede observar el devenir social, cultural, político y económico del país, que conforma el contexto necesario en el acercamiento al origen y el desarrollo profesional de la danza artística venezolana.

Los antecedentes de este recorrido se ubican a mediados del siglo XIX, con la presencia en el país de los primeros bailarines profesionales extranjeros integrantes de compañías de ópera, opereta, zarzuela y danza española, así como los sucesos acaecidos a principios de la centuria pasada, que trajeron grandes personalidades y conjuntos artísticos de relieve. A partir de allí, se hacen evidentes siete décadas de danza escénica profesional venezolana, sus iniciativas, acontecimientos, obras, figuras e instituciones que las caracterizaron, junto a los contextos sociales que las determinaron.

Los sucesos de 1948 representados en la Fiesta de la Tradición, durante la toma de posesión de la presidencia de Rómulo Gallegos, la creación de la Escuela Nacional de Ballet y la llegada de la danza moderna al país marcaron una ruta definitoria de la configuración de la danza de arte en Venezuela a través de las visiones iniciales de Juan Liscano y sus cultores, María Enriqueta Coronil y Grishka Holguín y sus discípulos. Ha sido un camino amplio y expansivo: desde aspiraciones improbables hasta concreciones elevadas. De alguna manera es también el sendero recorrido por el país que, sin detenimientos, sigue su curso, con cimas y pendientes de por medio.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!